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Ruiz de la Pea
Teologa
de la creacin
Sal Terrae
Juan Luis Ruiz de la Pea
TEOLOGIA
DE LA CREACIN
6.a edicin
HKY7-C75-TTU1
I
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1988 by Editorial Sal Terrae
Polgono de Raos. Parcela 14-1
39600 M aliao (C antabria)
Fax: 942 369 201
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Im presin y encuadernacin
Grafo. S.A. - Bilbao
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ndice
Pags.
A L L E C T O R ......................................................................................... U
Siglas y a b revia tu ra s............................................................................ 15
B ibliografa g e n e r a l.............................................................................. 17
1.a PARTE:
LA DOCTRINA DE LA CREACION
l.-L A CREACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO .............. ........21
1. Antecedentes de la fe bblica en la creacin............................. 23
2. De la fe implicita a la fe explicita:
los profetas del exilio................................................................... 27
3. El relato bblico de la creacin: Gn 1.1 -2.4a............................ 31
5. Cuestiones complementarias...................................................... 59
5.1. ;,Es Gn 1 un mito? ........................................................... 59
5.2. La discusin sobre la exgesis de Schm idt.................... 61
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6
Pgs.
2.CRISTO Y LA C R E A C IO N : L NUEVO TESTAMENTO ....___ 63
4. Consideraciones finales...................................................... 83
4.1. Creacin y salvacin en C risto ....................................... 83
4.2. Fe en la creacin y praxis cristiana...................... 85
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7
Pgs.
1.4. La creacin, misterio de f e .............................................. 128
L5.__ La versin secular del misterio de la creacin .............. ......130
2.a PARTE:
CUESTIONES FRONTERIZAS
5. - L A FE EN LA CREACION
Y LA EXPERIENCIA DEL M A L .................................................. 157
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8
Pgs.
2.3. La extenuacin de los rec u rso s....................................... 184
2A __La carrera arm am entista.................................................. .... 186
U h __ La interaccin de los factores.......................................... ......Ififi
7.RELACIONES FE CIENCIA:
CONSIDERACIONES G E N E R A L ES.......................................... 2Q1
1 C ip n r in v ersu s c rp p n c in '
La mentalidad positivista............................................................ 201
1.1. Origen del positivismo vulgar.......................................... 203
1.2. Las secuelas del p o s itiv is m o ................................................... 204
3. Fe-ciencia: de la beligerancia
a la coexistencia pacfica ........................................................... 214
3.1__ La razn de la f e ......................... ........... ............................... 215
3.2. Una fe reconciliada con la r a z n .................................... 216
8.RELACIONES FE-CIENCIA:
CUESTIONES PUNTUALES ........................................................ 219
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9
Pgs.
2. El dilema determinismo indeterminismo.................................. 225
9.RELACIONES FE-CIENCIA:
MATERIALISMO Y C R E A C IO N ISM O ........................... ...............249.
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Al lector
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12 Al lector
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Al lector 13
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SIGLAS Y ABREVIATURAS MAS USADAS
B ibi................. Biblica.
BiblZeits ........ Biblische Zeitschrift (Neue Folge).
C F T ................ Conceptos Fundamentales de Teologa (I-IV), Madrid
1966 ss.
Conc .............. Concilium.
D .................... H. DENZINGER, El magisterio de la Iglesia, Barcelo
na 1963\
D S ................... DENZINGER-SCHOENM ETZER, Enchiridion Svmbo-
lorum, Barcelona-Freiburg-Roma 1965.
D T C ................ Dictionnaire de Thologie Catholique.
E stE c l............ Estudios Eclesisticos.
JT h S T ............ The Journal o f Theological Studies.
L T K ................ Lexikon f r Theologie und Kirche (2.a ed.).
M T h Z ............ Mnchener Theologische Zeitschrift.
NTD .............. Das Neue Testament Deutsch, Gttingen 1932 ss.
N R T h ............ Nouvelle Revue Thologique.
R ...................... M. J. ROUET DE JOURNEL, Enchiridion Patristicum,
Barcelona-Freiburg-Roma 19 5 820.
RevBibl........... Revue Biblique.
R S cR .............. Recherches de Science Religieuse.
R T hA M ......... Recherches de Thologie Ancienne et Mdivale.
R T hL .............. Revue Thologique de Louvain.
S alm ................ Salmanticensis.
SM ................... Sacramentum Mundi, Barcelona 1972 ss.
ST ................... Sal Terrae.
TW N T ........... Theologisches Wrterbuch zum Neuen Testament.
T h Z ................. Theologische Zeitschrift (Basel).
VD ................. Verbum Domini.
W A ................. M. LUTHER, Werke. Kritische Gesamtausgabe, Weimar
1883 ss.
ZThK ............ Zeitschrift f r Theologie und Kirche.
Para los libros de la Biblia se utilizan las abreviaturas de
la Biblia de Jerusaln.
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BIBLIOGRAFIA GENERAL
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18 Bibliografia
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1. Parte
La doctrina de la creacion
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1
La creacin en el
Antiguo Testamento
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22 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 23
1. Antecedentes de la fe
bblica en la creacin
Como ocurre en el credo cristiano (creo en Dios... creador),
tambin en la Biblia el contexto propio de la fe en la creacin es la fe
en Dios. La pregunta por el origen de la fe creacionista est, pues, in
separablemente unida al modo como Israel concibi a Dios. De aqui
hay que partir, por tanto, cuando se indaga en las premisas de la doc
trina bblica de la creacin.
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24 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 25
I. 2. Un poder ilimitado
al servicio de la alianza
Yahv es un dios celeste, idea muy primitiva y comn a muchas
religiones6; el cielo es a la vez el espacio sagrado y el punto de partida
idneo para una accin eficaz sobre la tierra: Gn 28,12-13; Sal 2,4;
20,7; 115,3. De all desciende para irrumpir en la historia: Gn 3,8;
II, 5; Sal 18,10-11.14-15. As pues, el poder de Yahv no se deja es
pecializar por su localizacin espacial; l no es el dios del trueno o de
la lluvia o de los astros; su carcter celeste le confiere una potestad
tan fundamental, incondicionada e inexpugnable que, en rigor, no
precisa para manifestarse de exhibiciones espectaculares; puede ha
cerse presente no ya en el huracn o en el temblor de tierra o en el
fuego, sino en la brisa (1 Re 19,11-13).
Con otras palabras: Yahv no se identifica pura y simplemente
con ninguno de los poderes csmicos. Cuando se le pregunta quin
es, da una respuesta enigmtica (yo soy el que soy: Ex 3,14) que re
mite en ltima instancia a la historia de salvacin, no a la naturaleza.
Pero precisamente por eso su poder se ejerce sin restricciones de lu
gar o de instrumentos naturales; Yahv puede intervenir en cualquier
6 ELIADE, M., pp. 115 ss; BEAUCAMP, E., La Biblia..., pp. 68 ss.
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26 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 27
2. De la fe implcita a la fe explcita:
los profetas del exilio
Si, como se sostiene comnmente, las tres doxologias de Amos
(Am 4,13; 5,8-9; 9,5-6) en las que se menciona el hecho creador son
adiciones posteriores, introducidas para el uso litrgico,101Jeremas
sera el primer profeta que habla explcitamente de creacin: Jer
32,17; 33,25-26.11 Pero va a ser el Deuteroisaas quien desarrolle sis
temticamente la idea como elemento conductor de su mensaje prof
tico: el libro de la consolacin (Is 40 ss.). El destierro ha desencade
nado una profunda crisis de fe y confianza entre los israelitas: acaso
Yahv es impotente para salvar ahora a su pueblo como lo salv una
vez en Egipto? Ser que su poder es, despus de todo, limitado? El
profeta responde a estos interrogantes con una enftica proclam acin
de confianza: la fuerza de Yahv no conoce limites; lo mismo que li
ber al pueblo de la esclavitud de los egipcios, volver a salvarlo aho
ra; lo mismo que se cre un pueblo de la nada, lo recrear de nuevo.
Ello es posible y cierto porque Yahv es el todopoderoso, el creador
de cielo y tierra.
10 OSTY, E., Amos. Osee, Paris 1953, p. 16; ALBERTZ, R., Wellschpfung
und Menschenschpfung. Untersucht bei Deuterojesaja, Hiob und in den Psalmen,
Stuttgart 1974. p. 157.
11 BEAUCAMP. E., p. 89.
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28 1.a Parte: La doctrina de la creacin
12 HAES, P. de, pp. 61-63; RAD, G. von, Estudios..., pp. 131-132: el profeta
habla de la gracia saivifica de Dios, pero tiene que luchar con hombres de poca fe y,
para despertar la confianza en el ilimitado poder de Dios, el profeta se remonta al
hecho de la creacin; no hay en todo el libro de Isaas II ni un solo lugar en el que
la fe en la creacin aparezca de un modo independiente; en ninguna parte es tema
principal de una alocucin...; en el empleo que de ella hace el profeta y en la argu
mentacin desempea un papel de sencio Cf. RENDTORFF, R., Die theologis
che Stellung des Schpfungsglaubens bei Deuterojesaja, en ZThK (1954), pp. 3-13
(a matizar con las observaciones de WESTERMANN, C., Genesis, pp. 89-95, y
ALBERTZ, R., pp. 1-6, para quien habria en el Dtls dos rdenes de textos a distin
guir: los que se refieren a la creacin del mundo y los que hablan de la creacin del
hombre).
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La creacin en el A. T. 29
que troc las honduras del mar en camino para que pasasen los res
catados? Los redimidos de Yahv volvern, entrarn en Sin entre
aclamaciones, y habr alegra eterna sobre sus cabezas. En este tex
to singular convergen los tres grandes momentos de la historia: crea
cin (con las alusiones al combate mtico con el caos personificado),
liberacin de Egipto, restauracin del pueblo; protologia, soteriologia
y escatologia se dan cita en un pasaje que discurre sin transicin de
lo cosmolgico a lo histrico, de la creacin a la alianza. El Dios de
la gracia lo es tambin de la naturaleza; entre sta y aqulla no hay
oposicin, sino continuidad; el acto creador anticipa la gesta libera
dora, y ambas acciones garantizan lo que est todavia por realizar.
El mismo y nico Dios ejecuta el mismo y nico plan de salvacin,
del pasado al futuro. Lo ya ocurrido no interesa en s y por s, sino en
cuanto acreditacin de lo que est an por ocurrir.
c) Adems de servir para sostener la confianza decada, la po
testad creadora de Yahv se esgrime como argumento para superar
la tentacin de idolatria; mientras que los dioses de los gentiles son
hechura de hombres, los hombres y el resto de los seres son hechura
de Yahv: Is 46,1-10. (El tono sarcstico del texto no tiene preceden
tes, dado que Jer 10,1-16, de estilo muy parecido, suele considerarse
comnmente como inautntico y redactado precisamente al hilo de
pasajes anlogos del Dtls). Los dioses son tohu (=caos=nada): Is
41,29; 43,10; la razn es que no actan ni salvan (cf. 1 S 12,21: no
os apartis en pos de los que son como nada, que no sirven ni salvan;
no son nada). La realidad de un ser viene dada por su operatividad;
un ser que no obra, pasivo, inerme, es como si no fuese, es nada. El
mundo, por el contrario, creacin de Yahv, es lo no-tohu (=lo no
catico), algo realmente existente: Is 45,18.
d) Para denotar la accin creadora exclusiva de Dios se emplea
un trmino tcnico: es el verbo bara.12 El Dtls lo utiliza abundantsi-
mamente: la tercera parte de las ms de cuarenta veces que aparece
en la Biblia. De notar que se trata de un verbo estrictamente teo-lgi
co: su sujeto, siempre y slo, es Yahv y nunca se menciona una ma-13
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30 1. Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 31
3. El relato bblico de
la creacin: Gn 1,1-2,4a
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32 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 33
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34 1. Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 35
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36 1.* Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 37
3.4. La redaccin de P
El autor de Gn 1 ha asumido en principio esta maqueta mtico-
popular. A l no le interesan los datos cosmolgicos o biolgicos;
quiere ofrecer una doctrina sobre la relacin del m undo con un Dios
que no es el hroe de las cosmogonas paganas ni un ser ensimismado
y lejano, ajeno y extrao a nuestra historia, sino el Dios de Abraham,
Isaac y Jacob, que ha creado y elegido a Israel para la alianza y del
que todo no slo la historia, sino tambin la naturalezadepende.
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38 1.* Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 39
SCHMIDT, W. H., p. 186; STECK, O. P., pp. 226 s.; LORETZ, O. (pp.
83 s.) prefiere leer beresit en estado constructo.
39 STECK, O. H., pp. 234-236, que remite a Sal 33, 6 (por la palabra de
Yavh han sido hechos los cielos, por el aliento ruaj de su boca sus ejrcitos),
donde se asocian el ruaj y la palabra creadora; cf. BEAUCHAMP, P., pp. 168 ss.
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40 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 41
parte, seala (Dogmatique II1/1, p. 129) que, asignando a la luz un origen distinto de
los astros, el autor anticipa la ofensiva antiastral de los vv. 14-18.
44 RAD, G. von, Teologa..., p. 194; Id., El libro..., p. 61; BULTMANN. R.,
Creer y comprender I, Madrid 1974, pp. 233 ss.; SCHMIDT, W. H., pp. 173 s.
45 ' SCHMIDT, W. H., p. 177.
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42 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 43
50 WESTERMANN, C., ( Schpfung, p. 62) observa que en los vv. 4-5 se con
tiene un rasgo genial; la categora tiempo (dia-noche) es privilegiada respecto de la
categora espacio (arriba-abajo), que aparecer luego en los vv. 6-9. Una nueva for
ma de primar el tiempo sobre el espacio asoma en 2,3: en vez de un lugar sagrado (el
cielo como domicilio de la divinidad no aparece nunca en el texto), se reconoce un
tiempo sagrado, el sbado. NEHER, A. (Concepto del tiempo y de la historia en la
cultura juda, en VV. AA., Las culturas y el tiempo, Salamanca 1979, pp. 169-190)
insiste: es la cultura judia la que ha descubierto el primado del tiempo sobre el espa
cio, a diferencia de otras culturas circunvecinas. Neher llega a decir, (ibid., p. 172)
que el Gnesis contiene una repulsa del espacio (?).
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44 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 45
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46 1.a Parte: La doctrina de la creacin
33 Sobre los problemas exeglicos de 2, 1-3, vid SCHMIDT, W. H., pp. 154
159: LORETZ, O., pp. 60 63; STECK, O. H., pp. 178-199. Merece recordarse la
sagaz observacin de G. von RAD {El libro..., p. 74): como el dia ltimo de la
creacin, el sabbat carece de limite; la frmula conclusiva (y atardeci y amane
ci...) falta intencionadamente, como intencionado es todo este capitulo. Vase
tambin el genial comentario de BARTH, K. a Gn 2, 1-3, lleno de intuiciones tan
profundas como sugestivas {Dogmatique, pp. 228-244).
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La creacin en el A. T. 47
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48 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 49
RAD, G. von. Teologa..., p. 192; Id., El libro..., pp. 58. 60; SCHMIDT, W.
H., pp. 95, 164-167; BARTH, K., p. 16 {bara define la creatio ex nihilo) Los es
crpulos al respecto de LORETZ, O. (pp. 78 ss., 85) parecen excesivos; al menos, y
como afirma JACOB, E. {Teologa del Antiguo Testamento, Madrid 1969, p. 139),
debe decirse que la creatio ex nihilo era la nica consecuencia posible del pensa
miento del Antiguo Testamento sobre la creacin.
59 La frmula es de BLOCH, E., Atheismus im Christentum, Frankfurt a.M.
1968, p. 291 (hay trad. cast.).
60 BALTHASAR, H. U. von, Ensayos teolgicos. Verbum Caro, Madrid
1964, pp. 90 ss.
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50 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 51
62 Sobre la creacin en los salmos, vid. ALBERTZ, R., pp. 90-131; BEAU
CHAMP, P pp. 128-141, 346-352, 354-356, 358-361; RAD, G. von. Estudios...,
passim.
63 RAD, G. von. Estudios..., 136, 274.
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52 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 53
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54 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 55
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56 1.* Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 57
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58 1.a Parte: La doctrina de la creacin
7A HAES, P. de. pp. 243 ss.; vid. una evaluacin critica del texto en SCH
MUTTERMAYR, G., Schpfung aus dem Nichts in 2 Makk 7, 28. en BiblZeits
(1973), pp. 203-288; cf. LORETZ. O.. pp. 81 s. y RAD. G. von. Teologa.... p. 195.
Cerca de 2 M 7, 28 se sitan algunos textos del Nuevo Testamento: Rom 4,
17 (Dios llama t nt nta -las cosas que no son para que sean) y Hb 11. 3 (lo que
se ve deviene, por la palabra de Dios, de lo que no aparece me ek phainomnon).
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La creacin en el A. T. 59
5. Cuestiones complementarias
5.1. Es Gn 1 un mito?
La pregunta no carece de inters, dado que nos ayuda a clarificar
una terminologa tan difundida como ambigua.78
Si utilizamos la palabra mito como sinnimo de narracin cu
yas descripciones no se ajustan a la realidad en todos sus detalles, en
tonces es evidente que podemos calificar a Gn 1 de mito. Lo mismo
se diga si con dicha palabra queremos indicar la presencia de mate
riales narrativos mticos, presencia que ha sido ya suficientemente
constatada en nuestro texto.
Ahora bien, el sentido tcnico de mito en la historia de las reli
giones no es ninguno de stos, al menos prioritariamente. La funcin
del mito no es tanto la de informar sobre el pasado cuanto la de ilu
minar el presente.79 El hombre se pregunta por el sentido de una co
sa, una nacin, una estirpe, un elemento de la naturaleza... Para acla
rarlo recurre a una reconstruccin hipottica de su origen. Esta inten
cin hermenutica explica una de las caractersticas esenciales del mi
to: su anhistoricidad. Mientras que el tiempo histrico es progresivo,
el tiempo en que transcurre la accin mtica es reiterativo, circular,
reversible; lo que ocurri (hipotticamente) volver a ocurrir. De ah
su actualidad; o mejor (paradjicamente), su inactualidad.80
Gn 1 se aparta de este concepto de mito en dos puntos esenciales.
En primer lugar, aunque no todo lo que se nos cuenta pretende res
ponder fielmente a la realidad objetiva, hay algo que si quiere ser
real: el que todo proceda de Dios. Si el autor no quisiera garantizar la
veracidad de este dato, caera por tierra su monotesmo y, consi
guientemente, su propsito desmitificador. Con lo cual dejara de te
ner sentido lo que se propuso al componer esta cosmogona: ofrecer
a su pueblo una alternativa ortodoxa a las cosmogonas paganas.
En segundo trmino, Gn 1 inserta el material mtico en un con
texto histrico, con el doble procedimiento del esquema hebdomada
rio y las artificiosas tablas genealgicas; ese material queda asi sus
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60 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La creacin en el A. T. 61
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62 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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2
Cristo y la creacin:
el Nuevo Testamento
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64 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 65
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66 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 67
2. La creacin en Pablo7
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68 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 69
cin del orden inicial est reclamando una restauracin, una nueva
creacin. Y es aqu donde Pablo va a introducir el hecho-Cristo en
la temtica de la creacin.
9 Adems de las obras ya citadas, vid. REY, B., Crs dans le Christ Jsus,
Paris 1966. pp. 202-230; LAMARCHE, P., Christ vivant, Paris 1966, pp. 55-82.
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70 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 71
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72 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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74 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 75
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76 1.* Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 77
21 Vid. LAMARCHE. P., pp. 73-82; BE1NERT. W., pp. 36 42; SCHLIER.
H., Der Brief an die Epheser. Dsseldorf 1962\ pp. 63 ss.
22 LOISY. A., Les livres du Nouveau Testament. Paris 1922. p. 161.
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78 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 79
de ellos tiene poder para esclavizar al hombre (Ga 4,3.9-11; cf. Col
2,8.20-22). Puesto que el nico Seor del mundo es Cristo, los cristia
nos, que proclaman su fe en este seoro exclusivo, deben vivir libres
del sometimiento a los elementos de la naturaleza que otrora los es
clavizaron. La vocacin cristiana es vocacin a la libertad (Ga
5,1.13: para ser libres nos liber Cristo; hermanos, habis sido lla
mados a la libertad); la fe en la creacin entraa, como se advirti a
propsito de Gn 1, un desencantamiento del cosmos y, consiguiente
mente, una real liberacin, tanto frente a las prescripciones rituales
del judaismo como ante las sacralizaciones csmicas del paganismo.
El creyente se hace as partcipe del seoro de Cristo sobre todo:
todo es vuestro..., el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro,
todo es vuestro; y vosotros de Cristo y Cristo de Dios (1 Co 3,
21-23).23
3. La creacin en Juan
El prlogo del cuarto evangelio es una de las cumbres de la cris-
tologa neotestamentaria. Pero es tambin un testimonio clave de la
fe cristiana en la creacin.24 Jn 1 quiere ser, en efecto, un nuevo G
nesis a la luz del acontecimiento-Cristo: la frmula inicial en el prin
cipio (en arch), que transcribe literalmente el arranque de Gn 1 en
la versin griega de los LXX, la alusin explcita a la creacin por la
palabra (v. 3), la referencia a la luz y las tinieblas (vv. 4-5), son otros
tantos indicadores de esta intencin del autor. Cabria aadir todava
que el resto del captulo reproduce el esquema semanal de Gn 1, con
una enumeracin de dias (vv. 29.35.43; 2,1) que describiran la obra
recreadora del Verbo, culminando en la manifestacin de la gloria
de Jess y el nacimiento de la fe el nuevo principio vitalde los dis
cpulos (2,11).
D e notar, sin em bargo, que el en arch de Jn 1 tiene un significa
do distinto al de Gn 1,1; si aqui se denotaba el primer momento de la
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80 1.a Parte: La doctrina de la creacin
25 BOISMARD, M. E., pp. 106 ss. La estructura propuesta dista de ser unni-
mente aceptada por los comentaristas; para la discusin al respecto, vid. FEUI
LLET. A., pp. 137-162; BROWN, R. E., pp. 196-198; SCHNACKENBURG. R.,
pp. 245 249.
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Cristo y la creacin: el N. T. 81
26 BULTMANN, R., Das Evangelium..., pp. 8 ss.; FEUILLET, A., pp. 180
ss., 220 ss.; SCHNACK.ENBURG, R., pp. 249-251, 296-308; NEYRAND, G.,
Le sens de logos' dans le prologue de Jean. Un essai, en NRTh (1984), pp. 59-71,
con puntos de vista que se apartan notablemente del consenso comn (el trmino lo
gos en toda la extensin del prlogo, incluso en los vv. 1-2, designara al Jess hist
rico en cuanto revelador de Dios).
21 BULTMANN, R., Das Evangelium..., p. 20; NEYRAND, G. (pp. 61, 67
s.). en el extremo opuesto, sostiene que es imposible ver en estas palabras la idea de
una creacin llevada a cabo por el Logos.
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82 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 83
4. Consideraciones finales
4.1. Creacin y salvacin en Cristo
Una mirada retrospectiva a la trayectoria biblica de la fe en la
creacin permite extraer, como primera conclusin importante, que
dicha fe no impone una determinada imagen fsica del mundo. Y ello
porque el marco bblico del discurso sobre la creacin es la soteriolo
gia, no la cosmologa o la ontologia. Esta apreciacin, verificable ya
en el Antiguo Testamento, se hace de todo punto evidente en el Nue
vo Testamento, que opera una sistemtica concentracin cristolgica
de todos los asertos relacionados con la creacin.
De ahi se sigue tambin que la fe cristiana en la creacin no es
identificable sin ms con la fe judia en la creacin: a sta le falta el
elemento decisivo, el hecho-Cristo. El documento base de la doctrina
creacionista no es Gn 1, sino Jn 1; es el prlogo de Juan lo que expli
ca el relato sacerdotal, y no viceversa. Si la exgesis y la teologa hu
biesen tenido siempre presente este orden de prelacin, se habran
ahorrado muchos y muy dolorosos conflictos entre fe y ciencia, cris
tianismo y cultura.
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84 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Cristo y la creacin: el N. T. 85
4.2. Fe en la creacin y
praxis cristiana
La unidad en Cristo de los dos rdenes, el de la creacin y el de la
salvacin, no es una tesis puramente especulativa o terica; surte
efectos en el terreno de la praxis, es ticamente operativa. La trans
cendencia teolgica de la dimensin csmica de Cristo y sus repercu
siones en la praxis estn esplndidamente sugeridas en unas pginas
antolgicas de Bonhoeffer sobre el problema de las relaciones
mundo-gracia, redactadas al hilo de Col 1,15 ss.:
El lugar donde recibe respuesta la cuestin acerca de la realidad
de Dios, asi como la que se refiere a la realidad del mundo, est indi
cado exclusivamente por el nombre: Jesucristo. En este nombre est
incluido Dios y el mundo. En l tiene todo su consistencia (Col 1,16).
30 Cf. a este respecto SEYBOLD, M., Schpfung und Erlsung. Einheit und
Differenz, en MThZ (1982), pp. 25-43
31 BULTMANN, R., La comprensin..., pp. 61 s.
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86 1.a Parte: La doctrina de la creacin
32 BONHOEFFER. D.. Etica, Barcelona 1968. pp. 135 ss. Como complemen
to de estas reflexiones de Bonhoefler, vase lo que piensa, aproximadamente por los
mismos aos, BULTMANN, R., (La comprensin..., p. 68) a propsito de la impo
sible renuncia por parte del cristiano a la tradicin griega. El rechazo bonhoefTeria-
no de la alternativa o Cristo o el mundo es paralelo al rechazo bultmaniano de la
alternativa o cristianismo o cultura.
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Cristo y la creacin: el N. T. 87
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3
Desarrollo histrico de la
doctrina de la creacin
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90 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 91
1. La Patrstica
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92 1.a Parte: La doctrina de la creacin
mo, que exigan una clara afirmacin del alcance universal del acto
creador.
La polmica antidualista es an ms evidente en la frmula del
Niceno (DS 125 = D 54): visibilium et invisibilium factorem; el
mismo Dios crea lo visible (la materia) y lo invisible (el espritu). En
este smbolo se recupera adems la dimensin crstolgica de la crea
cin (et in... Christum... per quem omnia facta sunt). Se introduce
una distincin capital, contra los arranos, entre creacin y genera
cin7: el Hijo es engendrado, no creado; el mundo, en cambio, es
creado, no engendrado. O lo que es lo mismo: hay una diferencia ra
dical y originara entre lo divino y lo mundano; la creacin est refe
rida a Dios por una relacin de libertad, no de necesidad; slo el Hi
jo, pero no el mundo, pertenece al orden de lo eterno y necesario. El
mundo pertenece al orden de lo temporal y contingente. Dios est
completo desde siempre en la distincin de las divinas personas; el
mundo no es un momento de su gnesis.
Finalmente, el segundo concilio de Constantinopla (DS 421 = D
213) distingue la doble funcin del Padre y el Hijo con vistas a la
creacin (ex quo omnia..., per quem omnia), y cierra asi el desarro
llo de este dogma en las profesiones de fe.
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Desarrollo histrico de la doctrina 93
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94 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 95
9 MAY, G., Schpfung aus dem Nichts. Die Entstehung der Lehre von der
creatio ex nihilo, Berlin-New York 1978.
10 TRESMONTANT, C., L a mtaphysique... et la naissance..., pp. 150-189;
SCHEFFCZYK, L., pp. 38 ss. (con bibliografia); BOUYER, L., pp. 167-172; SCH
LIER, H., art. Gnosis, en CFT II, pp. 173-185; H AARDT, R., arts. Gnosis,
Gnosticismo, en S M III, pp. 291-306.
96 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 97
" SCHEFFCZYK, L., pp. 46 ss.; G1SEL, P., pp. 128-137; BOUYER, L pp.
174-176.
12 DAN1ELOU, J., Message vanglique et culture hellnistique, Tournai
1961, pp. 385-390.
13 SCHEFFCZYK. L., pp. 57-62 (con bibliografa); GISEL, P., pp. 137-144.
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98 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 99
sin embargo non de Illo sunt (De nat. boni, 1). Se llega as a un
equilibrio entre dualismo y monismo, pero al caro precio de abando
nar la perspectiva bblica por un enfoque filosfico; la idea de una
historia de salvacin que se abre con el acto creativo retrocede ante el
empuje de las especulaciones ontolgicas, que a partir de ahora, y
con raras excepciones, dominarn toda la teologa de la creacin.
2. De la teologa medieval
a la Edad Moderna
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100 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 101
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102 1.a Parte: La doctrina de la creacin
|g HHNDRICKX. F., Das Problem der Aeternitas mundi bei Thomas von
Aquin, en R ThA Af (1967). pp. 219 237: SARANYANA. J. J., La creacin ab ae
terno'. Controversia de Sto. Toms y R. Marti con S. Buenaventura, en Scripta
Theologien (1973). pp. 127-174; TRESMONTANT, C., La mtaphysique... el la
crise..., pp. 234 ss.
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Desarrollo histrico de la doctrina 103
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104 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 105
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106 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 107
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108 1.a Parte: La doctrina de la creacin
3.2. El Vaticano I
Tanto Hermes como Gnther fueron condenados por Roma (DS
2738-2740 = D 1618-1621; DS 2828-2831 = D 1655-1658), pero
no como herticos; a lo ms a que se llega en estos documentos ro
manos es a calificar las opiniones de Hermes de haeresim sapientes
(DS 2740 = D 1620). Ser tarea del Concilio Vaticano / definir dog
mticamente la libertad del acto creador y el fin de la creacin.
Los textos conciliares que nos interesan son los contenidos en el
capitulo primero de la sesin tercera (DS 3001-3003 = D 1782
1784) y sus cnones correspondientes (DS 3021-3025 = D 1801
1805). Consta que tambin el capitulo y no slo los cnonescon
tiene doctrina de fe; la solemnidad de la frmula introductoria
(DS 3001: sancta catholica apostlica romana Ecclesia credit et
confitetur...) no deja lugar a dudas.
El prrafo primero de nuestro capitulo (DS 3001 = D 1782) defi
ne a Dios como creador de todo; mas la novedad aportada ahora es
la precisin real y esencialmente distinto del mundo, obviamente di
rigida contra cualquier pantesmo.
El segundo prrafo (DS 3002 = D 1783) define: a) el fin de la
creacin; contra Hermes y Gnther se aclara que, en efecto, Dios no
busca ni adquiere nada creando; crea para manifestar su perfeccin
a travs de los bienes impartidos a las criaturas; el canon correspon
diente (DS 3025 = D 1805) precisa que esto es lo que significa la fr
mula Dios crea para su gloria, b) Igualmente contra los semirra-
cionalistas, se define la absoluta libertad de Dios al crear (con lib
rrimo designio); vid. DS 3025 b, que hace referencia al error de
Gnther (creacin como momento necesario de la autoconciencia y
autorrealizacin de Dios), c) Se recoge finalmente la definicin del
Lateranense IV, pero con un apreciable cambio de matiz: si en ste la
creatio ex nihilo se esgrima contra un ideario dualista, aqu se opone
a toda concepcin pantesta, como se advierte en los cnones segun
do, tercero y cuarto (DS 3022-3024 = D 1802-1804), donde se con
denan separadamente todas y cada una de las formas de pantesmo
(el materialista, el espiritualista, el emanatista...): criatura y creador
no son consustanciales, los entes espirituales no son parcelas de la
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Desarrollo histrico de la doctrina 109
30 SCHEFFCZYK, U p. 142.
31 Como, por lo dems, se dir del conocimiento natural de Dios, apelando
tambin al texto conciliar (DS 3004, 3026 = D 1785, 1806).
32 En el prximo capitulo se expondr el punto de vista opuesto: la creacin ha
de ser considerada, ante todo, como misterio de fe.
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110 1. Parte: La doctrina de la creacin
3.4. El Vaticano II
Los descubrimientos de los gneros literarios, con la consiguiente
renovacin de la hermenutica de los textos bblicos creacionistas, ya
no son historia, sino actualidad. Como lo es la integracin en la teo
loga de la visin evolutiva del mundo, tarea en la que no se puede si
lenciar el mrito inmenso de Teilhard. Desembarazada de tales preo
cupaciones, la actual teologa de la creacin orienta sus esfuerzos a
desarrollar y profundizar el concepto bblico de la misma y a com
prenderla en el marco histrico-salvfico que le es propio.31 Pues sta
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Desarrollo histrico de la doctrina 111
EsiEcl ( 1981), pp. 867-933. Cf. tambin FLICK, M., La struttura del trattatoDe
Deo Creante', en Greg ( 1955), pp. 284-290.
'* Un anlisis detenido de los textos conciliares que se citan a continuacin
compete a la antropologia teolgica. Vid., para cuanto sigue, MAYER, C., Dieu
crateurlhomme crateur, en NRTh (1979), pp. 39-54; ARM ENDARIZ, L. M.,
Fuerza y debilidad de la doctrina del Vaticano 1 sobre el fin de la creacin. EstEcl
(1970)'. pp. 359-399 (por lo que toca a nuestro tema. pp. 392 ss.).
" Cf. tambin GS 59", AA 7.
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112 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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Desarrollo histrico de la doctrina 113
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4
La reflexin teolgica
1. El hecho de la creacin
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116 1.a Parte: La doctrina de la creacin
primera vez por Leibniz,1 la fe cristiana responde con una tesis bsi
ca: el mundo ha sido creado por Dios. Con ella, y segn hemos cons
tatado ya, el cristianismo elige un trmino medio, absolutamente ori
ginal, entre el dualismo y el pantesmo. Frente al primero, la tesis sig
nifica: todo procede de Dios; en cuanto tal, todo es bueno. Frente al
segundo se afirma: Dios transciende infinitamente el mundo; ste po
see una realidad propia, distinta de la de Dios. La dignidad de los se
res mundanos queda asi salvaguardada tanto del pesimismo dualista
como del ilusorio optimismo pantesta.12 Contra ste se rechaza la va
loracin del mundo como bien absoluto; contra aqul se rechaza la
devaluacin del mundo (material) como mal absoluto. El mundo es
un valor, pero relativo.
La originalidad de la idea de creacin y su desconocimiento fuera
del mbito bblico se pone de relieve con la simple comprobacin de
la inexistencia de un trmino especifico para denotarla en las dos
grandes lenguas de la antigedad clsica. En efecto, ni el griego ni el
latn, los dos vehculos expresivos de la tradicin filosfica y cultural
de occidente, poseyeron un vocablo que recogiese con precisin la
idea. Para significarla, hubo que echar mano de trminos aproximati-
vos, que los escritores cristianos cargaron con la especificidad de que
adolecan.3
Por lo dems y tambin de esto se ha hablado ya en captulos
anteriores, nuestra tesis no pretende ser tanto una teora sobre el
origen del mundo cuanto una interpretacin religiosa de lo mundano
en su ltima raz: el mundo es, es realmente, no aparentemente, pues
Dios le ha conferido el ser. Y justamente por eso, el mundo es como
criatura; no tiene en si mismo su razn de ser, no es una magnitud
absoluta. Si no fuese porque existe de hecho, no sera fcil sospechar
que pueda existir, dado que ya existe el infinito, que basta y se basta.
El ser del mundo, en cambio, en cuanto ser finito, implica esencial-
1 JUNGEL. E., Dios como misterio del mundo, Salamanca 1984. pp. 50 s.;
PEREZ DE LABORDA. A.. Leibniz y la innecesariedad mundanal de Dios, en
Cuad. Salm. de Filos. (1985). Vid. tambin EBELING. E., (Dogmatik des christli
chen Glaubens 1, Tbingen 1979, p. 291), quien nos recuerda que la pregunta leibni-
ziana ha sido reactivada ltimamente por Heidegger.
3 BENZ O. M., Hombre profano-hombre sagrado. Tratado de antropologa leo
lgica, Madrid 1978, p. 38: el pantesmo es una bella y cruel ilusin: nos salva a
cambio de que aceptemos que no existimos Cf. BARTH, K.. Dogmatik.., pp. 69-71.
' MARIAS. J., Antropologa metasica, Madrid 1970, pp. 33 ss. Cf. KERN.
W.. pp. 566 s.: BRUNNER. E pp. 11 ss.
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La reflexin teolgica 117
4 LADARIA. L. F., p. 45. TILLICH, P., (p. 324) dice lo mismo cuando escri
be que la doctrina de la creacin es la descripcin fundamental de la relacin exis
tente entre Dios y el mundo y responde al interrogante planteado por la fnitud de
lo mundano, patentizando que el significado de tal finitud es la creaturidad. Vid. re
flexiones anlogas en EBELING, E., p. 304.
i MONOD, J., El azar y la necesidad. Barcelona 197l \ p. 188.
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118 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 119
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120 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 121
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122 1.a Parte: La doctrina de la creacin
17 Vid. infra, cap. 9. All se discutirn detenidamente los diversos modelos on-
tolgicos hoy vigentes, desde el monismo fisicalista hasta el pluralismo emergentista,
pasando por el singular emergentismo de ciertos monistas materialistas.
18 Vid. THORPE, W. H., Naturaleza animal y naturaleza humana, Madrid
1980. p. 365: entre las religiones de todo el mundo, solamente el cristianismo mues
tra signos de ser capaz de satisfacer las demandas de una visin cientfica del mun
do. consciente de la biologa evolutiva. Thorpe cita un expresivo pasaje de Dobz-
hansky en el mismo sentido. Por ello no deja de resultar embarazoso ver cmo cien
tficos y filsofos acreditados dictaminan con toda tranquilidad que evolucionismo y
creacionismo son incompatibles. Sirva de ejemplo RUFFIE, J., De la biologa a la
cultura. Barcelona 1982, p. 192: el mito de la creacin muri con Darwin (cf.
ibid., pp. 35 ss.). Podran aadirse al de Ruffi los nombres de Bunge, Monod, Sa
gan. etc. Si la cultura cientfica de los telogos deja mucho que desear, qu decir de
la cultura teolgica de los cientficos?
19 SCHOONENBERG, P., p. 34.
10 Vid. infra, cap. 9, nota 40. con citas de Monod, Popper, Dobzhansky y
otros que comparten esta apreciacin. Ntese que establecer un orden cronolgico
para los fenmenos no significa, sin ms, asignarles una razn suficiente: la confu
sin entre el post hoc y el propter hoc no ha sido nunca de recibo en buena lgica. El
que B sea despus de A, y C despus de B, y D despus de C, etc., no significa que
A sea la causa de B, que B lo sea de C, C de D, etc.
21 RATZINGER, J.. Dogma und Verkndigung, Mnchen 1973. pp. 147-160.
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La reflexin teolgica 123
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124 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 125
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126 1.a Parte: La doctrina de la creacin
tencia. Dios, como dira Bonhoefifer, no est all arriba, sino tam
bin aqu abajo; est en lo alto, mas tambin en lo profundo.
Asi entendida es la conservacin del mundo una accin divina
realmente distinta de la creacin? Nos encontramos aqui ante una de
las contadisimas cuestiones disputadas en la actual teologa creacio-
nista. La opinin mayoritaria se inclina por identificar de hecho con
servacin y creacin. As pensaba ya Santo Toms,29 y en nuestros
dias sostienen lo mismo Semmelroth,30 Ladaria (las nociones tradi
cionales de concurso, providencia, etctera, han de verse como una
explicitacin de la idea de la creacin, no como algo distinto de
sta),31 Bonhoeffer (crear y conservar son las dos caras de una mis
ma accin divina),323Moltmann (la teologa tiene que hablar de la
creacin no slo al comienzo, sino tambin en la historia y al final...
La creacin no es entonces un factum, sino un fieri),n Tillich (quien
propone que, adems de la creacin originante, se hable de la crea
cin sustentante, o conservacin, y de la creacin dirigente, o pro
videncia),34 etctera.
A esta opinin mayoritaria se opone con inesperada vehemencia
Brunner: quien no admita una conservacin de lo creado distinta de
la creacin, no toma en serio el hecho de que la creacin ha sido (ya)
creada. La relacin de Dios con lo que ha creado no es la misma que
su relacin con lo que est an por crear. Brunner parece temer
sin que acierte a explicar muy bien por qu que la abrogacin de
la diferencia entre creacin y conservacin conlleve la abrogacin de
la diferencia entre creador y criatura y desemboque, consiguiente
mente, en el pantesmo.35
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La reflexin teolgica 127
36 El Vaticano II recoge esta dea con atinada sobriedad: creatura enim sine
creatore evanescit (GS 36).
31 SEMMELROTH, O., pp. 56 s.
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128 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 129
40 BRUNNER. E., (p. 13). quien por ello deplora que Barth haya dado a su
teologa de la creacin la forma de un comentario al primer capitulo del Gnesis
(ibid., p. 48). Sin embargo, Barth se cuida muy bien de advertir que toda la Biblia
habla de Jesucristo... cada vez que habla de la creacin, del creador y de la criatura
(Dogmatique. p. 24).
41 GUARDINI, R., p. 48; BARTH, K., Dogmatik... pp. 67, 87.
42 MERSCH. E., La thologie du Corps Mystique 1, Bruges 1954. p. 163.
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130 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 131
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132 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 133
2. El modo de la creacin
En el capitulo primero hemos notado repetidamente la inhibicin
de la Escritura sobre la forma concreta en que Dios crea: los textos
50 BLOCH, E., Atheismus im Christentum, Frankfurt a.M. 1968, pp. 148 ss.,
190 ss.; cf. en Id., Ei principio esperanza III Madrid 1980, pp. 341 ss., la exaspera
da contraposicin entre el Dios del Gnesis y el Dios del Exodo, entre el Deus crea
tor y el Deus spes. Sobre la leo logia de Bloch, vid. RUIZ DE LA PEA, J. L..
Ernst Bloch: un modelo de cristologia antiteista, en Rev. Cal. Intern. Communio
(julio-agosto 1979), pp. 66-77.
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134 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 135
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136 1 / Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 137
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138 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 139
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140 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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L a r e fle x i n t e o l g ic a 141
64 M OUROUX. J., El misterio de! tiempo, Barcelona 1965, pp. 85-183; RAH
NER, K., Theologische Bemerkungen zum ZeitbegrifF, en Schriften zur Theologie
IX, Einsiedeln 1971, pp. 303 ss.
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La reflexin teolgica 143
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144 1. P a r t e : L a d o c t r in a d e la c r e a c i n
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146 1.a Parte: La doctrina de la creacin
3. El fin de la creacin
En la pregunta acerca del fm de la creacin late una cierta ambi
gedad: por fin de la creacin, en efecto, puede entenderse bien el fin
de Dios creador (finis operantis), bien el del mundo creado (finis ope-
ris). La ambigedad es, en este caso, deliberada: habida cuenta de la
absoluta dependencia del mundo respecto de su creador, el finis ope-
ris no puede ser realmente distinto del finis operantis. La criatura no
existe por si misma, sino por el acto creador. Anlogamente, no exis
te para s misma: no teniendo en si la razn de su existencia, su ori
gen, tampoco tiene en s su fin. No hay teleologa autnoma de la
criatura;71 su destino pende, pues, de lo que su creador disponga.
La cuestin del fin de la creacin puede, por tanto, formularse en
estos trminos: por qu o para qu crea Dios?; por qu o para qu
existe el mundo? Ambos interrogantes han de tener una misma y ni
ca respuesta, porque el fin del mundo coincidir infaliblemente con el
motivo que impulsa a Dios a crear. En todo caso, la importancia de
estos interrogantes es evidente; estam os ante la eterna p regunta sobre
el sentido ltimo de la realidad.72
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L a r e fle x i n t e o l g ic a 147
74 En Contra Gentes (3, 18), Sto. Toms observa que Dios no es el fin de las co
sas en el sentido de que logre algo para s, sino en el sentido de que l mismo se logra
para las cosas. Y en De Potentia (5, 4) afirma: idem est dictu quod Deus omnia
propter seipsum fecerit et quod creaturas fecerit propter earum esse.
148 1.a Parte: La doctrina de la creacin
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La reflexin teolgica 149
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150 1.* Parte: La doctrina de la creacin
4. Cuestin complementaria:
Teilhard y la doctrina de la creacin
Probablemente nadie ha hecho ms que P. Teilhard de Chardin
por aclimatar el evolucionismo en el recinto de la fe cristiana. Aun
que slo fuese por ese titulo, la teologia catlica habra contrado con
el sabio jesuta francs una deuda impagable. A su clarividencia de
bemos un lcido ensayo de conciliacin entre la ciencia y la fe, exen
to de todo trivial concordismo, asi como la vigorosa reivindicacin
78 Vid. en R los indices teolgicos 194 (creacin para la gloria de Dios) y 193
(creacin como comunicacin de la bondad divina).
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I
L a r e fle x i n t e o l g ic a 151
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L a r e fle x i n t e o l g ic a 153
Cuestiones fronterizas
5
La fe en la creacin
y la experiencia del mal
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158 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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F e en la c r e a c i n y e x p e r ie n c ia d e l m a l 159
i. 1 mal i *WTrr>Pfl /
* de la escolaridad/
Aun a riesgo de simplificar, las reacciones del pensamiento secu
lar ante la cuestin del mal pueden clasificarse en .dos respuestas-ti-/
el mal como proteodicea. Veamorf
cmo se articulas b ife s/
3 Para la problemtica filosfica del mal, vid. WELTE, B., ber das Bse,
Freiburg i.B. 1959; JOURNET, Ch., L e mal, Bruges 1962; HAAG, H., E l proble
ma del mal, Bercelona 1981; FLICK, M.ALSZEGHY, Z .,11 mistero..., pp. 57-79;
Sobre las insuficiencias de las explicaciones exclusivamente metafsicas, cf. VETO,
M .,passim; BUSTO, J. R., pp. 616 s.; GEVAERT, J., Mal, en Diccionario Teol
gico Interdisciplinar III, Salamanca 1982, pp. 382-394. Decir que el mal es una li
mitacin inherente a la finitud de lo creado puede ser todo lo irreprochable que se
quiera desde el punto de vista metafisico, pero no resuelve nada desde el punto de
vista existencial.
160 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
4 Los hermanos Karamozov, en Obras Completas III. Madrid 1966, pp. 202 s.
Ser instructivo leer el comentario a esta pgina de BLOCH, E., Geist der Utopie
(vol. XVI de la Gesamtausgabe), Frankfurt a.M. 1970. pp. 440 s.
5 La peste, Paris 1947, p. 179.
6 Sobre hroes y tumbas, Barcelona 1978, pp. 299 s.
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F e e n la c r e a c i n y e x p e r ie n c ia d e l m a l
161
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164 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
1J Dialctica..., p. 401.
14 A la bsqueda del sentido, Salamanca 1976, pp. 65 ss.
15 Esperanza judia y esperanza secular, en (VV.AA.) El futuro como pre
sencia de una esperanza compartida, Santander 1969, p. 100.
16 Dialctica..., p. 401.
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Fe en la creacin y experiencia del mal 165
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166 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
2. El mal en el horizonte
de Jess de Nazaret
Antes de contestar a estas preguntas o, mejor dicho, para poder
contestarlas, hemos de detenernos en una historia muy singular. La
fe cristiana sostiene que Dios ha proferido su palabra ltima, definiti
va y supremamente reveladora en Jess. Para decirlo con ms juste-
za: la fe cree que ese Jess es, l mismo, la palabra de Dios en perso
na. La respuesta divina al misterio del mal y del dolor no va a ser,
pues, un discurso, como pareca esperar Job, sino toda una vida; la
vida de su palabra hecha carne. Por consiguiente, la cuestin que nos
ocupa, formulada cristianamente, podra enunciarse asi: cmo ha
vivido Jess la experiencia del mal?
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Fe en la creacin y experiencia del mal 167
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168 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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F e e n la c r e a c i n y e x p e r ie n c ia d e l m a l 169
3. El Dios cristiano
y la experiencia del mal
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Fe en la creacin y experiencia del mal 171
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172 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Fe en la creacin y experiencia del mal 173
29 JUAN PABLO II, Salvtfici Doloris, 14-18. RAHNER, K.t (Warum lsst
uns Gott leiden?, en Schriften zur Theologie XIV, Einsiedeln 1980) nos ha dejado
bellsimas pginas sobre la incomprensibilidad del dolor humano como fragmento
de la inconprensibilidad de la esencia divina.
30 Salrtfici Doloris, 20: la elocuencia de la cruz y de la muerte es completa
da... por la elocuencia de la resurreccin.
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174 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
11 Ibid., 28: la parbola del buen samaritano pertenece al evangelio del sufri
miento; ibid., 30: la parbola del buen samaritano ... testimonia que la revelacin
por parte de Cristo del sentido salvifico del sufrimiento no se identifica de ningn
modo con una actitud de pasividad.
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6
La fe en la creacin
y la crisis ecolgica
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176 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
con las cosas. Ser sta tambin la linea de respuesta idnea a los
interrogantes planteados hoy por el debate ecolgico?
1. La intervencin de la teologia en el
dilogo sobre la ecologia
En todo caso, la teologa se interesa por dicho debate y lo afronta
como un dilogo, necesario y urgente, entre las ciencias de la fe y las
ciencias de la naturaleza. No puede ser de otro modo, porque lo que
en l se cuestiona es la realidad del mundo y el futuro del hombre,
cosas ambas que importan a la razn teolgica tanto al menos
como puedan importarle a la biologa, la sociologia, la economa o la
ecologia.
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Fe en la creacin y crisis ecolgica 177
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178 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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F e en la c r e a c i n y c ris is e c o l g i c a 179
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Fe en la creacin y crisis ecolgica 181
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182
2 .a P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
2.1. La contaminacin
La civilizacin industrial est convirtiendo nuestro planeta en un
vertedero de desperdicios.10*Si es verdad que la naturaleza tiene la
capacidad de encajar y digerir los subproductos de la actividad hu
mana, no lo es menos que tal capacidad es limitada y que, a partir de
cierta tasa, emergen sntomas inequvocos de saturacin y de recha
zo. Las cosas se agravan notablemente cuando no slo se incrementa
la cantidad de los desechos, sino que se modifica su calidad (el ca
rcter txico de los residuos radiactivos, por ejemplo). Todos los in
dicadores ecolgicos coinciden en sealar que estamos en el umbral
de la saturacin; ms an, que tal umbral se ha franqueado ya a nive
les locales. Dicho de otro modo, se registran ya situaciones de dete
rioro irreversible, si bien localmente circunscritas, del medio ambien
te.
Este factor de la contaminacin ambiental es quiz el que ms di
rectamente impacta a la opinin pblica, entre otras razones porque
incide en los dos elementos ms indispensables para la vida: el aire y
el agua. Las cifras al respecto son realmente impresionantes; se ha
escrito que el dossier de la polucin es un autntico museo de horro
res.11 Veamos algunos ejemplos ya tpicos. Cada suplemento domi
nical del New York Times consume un bosque de 74 has., con lo que
esto representa de prdida de oxgeno. Las fbricas de Miln arrojan
anualmente a la atmsfera 100.000 toneladas de cido sulfrico. En
Nueva York la atmsfera contiene 40 toneladas de elementos qumi
cos en suspensin por km2. En cuanto a las aguas, Pars vierte diaria-
2.2. La superpoblacin
En los ltimos quince aos, la poblacin de la tierra se ha incre
mentado en mil millones de personas, una proporcin increble, la
ms vertiginosa de la historia de nuestro planeta.14 Se ha hecho ya
de uso comn hablar de la explosin demogrfica. Desde sus orge
nes hasta el siglo XV la poblacin humana tard 50.000 aos en du
plicarse; se duplica de nuevo de 1600 a 1800; dos nuevas duplicacio
nes se producen de 1800 a 1900 y de 1900 a 1965. A partir de esta
fecha, se calcula que bastarn 35 aos para doblar una vez ms la
poblacin mundial.
El factor 2 aparece, pues, en perodos cada vez ms cortos. Un
dato inesperado, que agrava notablemente el cuadro: las previsiones
hechas por las estadsticas de poblacin estn sufriendo constantes
correcciones al alza, incluso en pases como Estados Unidos, Gran
Bretaa y Francia, en los que pareca que los clculos podran resul
tar ms fiables.15
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184 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Fe en la creacin y crisis ecolgica 185
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186 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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188 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Fe en la creacin y crisis ecolgica 189
Puesto que ellos saben cmo producir conciencia, sern ellos los que
decidan qu clase de conciencia producir. Asi, y slo asi, habr sido
a la postre conquistada la naturaleza, toda la naturaleza, incluida la
humana. La conquista final del hombre es la abolicin del hombre,
concluye Lewis.
Despachar esta lgubre prediccin con el fcil trmite de decla
rarla fruto de la histeria anticientifica seria una necedad. Ante todo,
porque no es Lewis el nico en ver las cosas de este modo. A los cua
renta aos de la aparicin de su ensayo, est logrando rcords de
venta el ltimo libro de Konrad Lorenz, cuyo ttulo reproduce casi li
teralmente el del pensador britnico.3435Un divulgador solvente como
Asimov constata que no existen civilizaciones avanzadas, porque to
das acaban suicidndose.33 Delibes se muestra escpticamente resig
nado a ser testigo de un desastre inevitable.36 Garca Bacca se pre
gunta qu esclavitud ser comparable con la que nos caer en suerte
o en desgracia frente a un Seor y Dueo de la energa atmica.37 Se
excusan, por consabidas, las citas de los inevitables Huxley (Un mun
do feliz) y Orwell (1984), la incontable legin de los glosadores de
este ltimo en este ao emblemtico38 y, en fin, la pseudoutopa de
Skinner (Walden Dos).
Pero adems, y esto es lo realmente importante, la figura de los
Controladores, tan magistralmente anticipada en el plano literario
por estos autores, ha tomado cuerpo al conjuro de la crisis ecolgica.
As, se sugiere con mayor o menor explicitud (eso va en gustos) que
el remedio ha de consistir en una brbara operacin quirrgica: los
cibernticos del Club de Roma no excluyen la conveniencia de cats
trofes locales para evitar la catstrofe planetaria:39 una especie de vo
ladura controlada del edificio en ruinas para salvar el resto de la
manzana. An con ms brutal franqueza, se sostiene que la ayuda a
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190 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
los pases en desarrollo debe limitarse, para que resulte eficaz, a slo
aquellos que tienen todava posibilidades de remontar el colapso de
mogrfico. Lo que significa, dicho lisa y llanamente, que hay nacio
nes ya irrecuperables, a las que debe darse por perdidas y en las que
cualquier inversin seria un derroche reprobable.
El libro de los Paddock es, a este respecto, de un impudor modli
co; pases como la India tendran que ser desheredados por la co
munidad internacional, al ser reos confesos del pecado de prodigali
dad demogrfica; en ellos slo cabe dejar que la naturaleza siga su
curso. 40
De ahi a ponderar las virtudes teraputicas de una conflagracin
atmica (eso si, cuidadosamente circunscrita a determinadas regiones
del globo) no hay ms que un paso. Que adems para colmo de sar
casmo se presenta como un gesto misericordioso: las minoras
afortunadas deben actuar como si fueran depositaras de una civiliza
cin que est bajo la amenaza de las buenas pero desinformadas in
tenciones. Cmo podemos ayudar a un pais extranjero para que no
llegue a la superpoblacin? Sin duda, lo peor que podemos hacer es
enviarle alimentos. El nio salvado ahora se convertir maana en un
reproductor. Movidos por nuestra compasin les enviamos alimen
tos, pero no es verdad que es sta la mejor manera de aumentar la
miseria de una nacin superpoblada? Las bombas atmicas seran
ms benevolentes.*'
Si el despiadado cinismo de estas tomas de postura subleva la
conciencia de cualquier biennacido, no se olvide cmo se puede llegar
hasta ah; el proceso mental seguido es el que anticipaba Lewis:
cuando a la degradacin ecolgica se suma la desertizacin tica, los
resultados no pueden ser sino stos: la conquista del hombre por el
hombre, el acabemos con el hombre antes de que el hombre acabe
con la naturaleza, la abolicin de lo humano como anticipacin
del final slvese quien pueda.
4,1 W. y P. PADDOCK, op. eil.; EHRLICH. P.. The Population..., (pp. 160 s.)
se muestra de acuerdo: en mi opinin no hay eleccin racional que no sea la de
adoptar alguna forma parecida a la estrategia de los Paddock en cuanto concierne a
la distribucin de alimentos*.
41 HARDIN, G., citado por FEENBERG. A., p. 75 (el subrayado es mi).
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Fe en la creacin y crisis ecolgica 191
42 HARDIN, G., The Tragedy..., pp. 133 s. Este texto fue publicado en 1973;
desde entonces, los hechos han confirmado el pronstico.
En (Daly, H. E., ed.) Toward..., pp. 283, 299-301.
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192
2 .a P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
del presente y la del futuro. El criterio tico que sugieren los autores
es: ni los hombres ni las instituciones de nuestra sociedad pueden
ejercer acciones que recorten las opciones econmicas y sociales de
aquellos que vivirn en nuestro planeta ms all de los prximos cien
aos. Y aaden: quiz slo la religin organizada tiene fuerza mo
ral suficiente para conseguir la aceptacin de esta norma, pero quiz
ello pueda lograrse tambin con un ilustrado y unnime programa de
educacin pblica.
La posicin de Birch es igualmente inequvoca:44 el mundo es un
Titanic en trance de colisin; resulta estpido pretender seguir via
jando y pagar ms adelante, porque el tiempo de pagar ha llegado...
El desastre slo puede evitarse cambiando de rumbo. Para efectuar
este viraje no basta la tcnica: hay problemas que la ciencia y la tec
nologa no pueden resolver. Entre otras cosas, porque estn al servi
cio del mundo opulento. Adems, porque las salidas que proponen
pueden paliar de momento el desastre, mas al precio de arrojamos a
un paraso de locos, del que ya no habra escapatoria. De esta for
ma, el arreglo tecnolgico deviene la trampa tecnolgica. Actuar
como si la solucin de todos los males de la tecnologa consistiera en
aadir ms tecnologa es seguir a sus flautistas hasta el precipicio...
Es un modo de pensar lastrado de mitos pseudorreligiosos En reali
dad, la tecnologa tiende a crear ms problemas de los que puede re
solver. La nica va de salida es, en suma, la edificacin de una so
ciedad viable, basada en criterios de igualdad y justicia. Y como la
ciencia no prescribe por si misma lo que es bueno ni es competente
para sealar los fines, los objetivos de valor, ha de intervenir la de
cisin tica que regule las posibilidades cientficas y gue su utiliza
cin para el bien de la entera humanidad.
A decir verdad, ya la propuesta en favor del crecimiento-cero im
plicaba unos postulados ticos. Birch glosa esa propuesta concretn
dola en los siguientes puntos: a) crecimiento-cero de la poblacin; b)
crecimiento-cero del consumo de bienes; c) crecimiento-cero de la
contaminacin; d) interdependencia y solidaridad entre todos los
pueblos; la supervivencia de la humanidad es inseparable de la justi
cia distributiva. Puesto que todos estamos embarcados en la misma
(y nica) nave, si se hunde un costado terminar por hundirse el bar
co entero.
44
A rt. cit., pp. 67, 7-74, 76.
F e e n la c r e a c i n y c ris is e c o l g ic a 193
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196 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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F e e n la c r e a c i n y c r is is e c o l g i c a 197
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202 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
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208 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
11 HBNER, K., passim (las citas estn tomadas de las pp. 7, 11, 126, 37-44,
57 y 147; los subrayados son mos); BROWN, H., p. 102; PEACOCKE, A. R n a
19-22.
12 MONOD, J., E l azar y la necesidad, Barcelona 19713, p. 190.
1 KUHN, T. S., L a estructura de las revoluciones cientficas, Mxico 1975,
p. 244.
SKOLIMOWSKI, H., Problemas..., pp. 278-283; Id., Racionalidad...,
p. 12.
Relaciones fe-ciencia: Consideraciones generales 209
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212 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Relaciones fe-ciencia: Consideraciones generales 213
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214 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
3. Fe-ciencia: de la beligerancia
a la coexistencia pacfica
La refutacin del dogmatismo positivista, la postulacin de una
nueva alianza entre ciencia y filosofa, el reconocimiento del carcter
velado, enigmtico, de la realidad y, consiguientemente, de la perti
nencia de lecturas no exclusivamente cientficas de la misma, despeja
el camino para la convalidacin del discurso religioso como capaz de
verdad e inteligibilidad, como posible fuente de esclarecimiento del
misterio del mundo, como logos razonable y significativo en orden a
la confeccin de un universo de sentido.
Hay, en efecto, una dimensin de lo real que es la profundidad (o
la transcendencia, si se prefiere); hay todava, y habr siempre, una
trra incgnita en la que el discurso cientfico no puede penetrar, por
que su utillaje no est hecho para explorarla, y de la que proceden los
interrogantes que planean crnicamente sobre el hombre, tambin so
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Relaciones fe-ciencia: Consideraciones generales 215
3.1. La razn de la fe
De ese gnero es la razn de la fe cristiana. La fe tiene la preten
sin, por cierto bien audaz, de contar con una palabra que no disuel
ve el misterio del mundo, pero lo ilumina; de anunciar un mensaje
significativo, portador y comunicador de sentido. Cualquiera puede
pensar, si le apetece, que su plazo de validez ha caducado y que los
creyentes son una especie en trance de extincin. Pero slo podr
pensar asi honestamente a condicin de tomar a su cargo la respon
sabilidad de las ltimas preguntas. Acaso por esto Bloch afirma que
es necesaria, hoy ms que nunca, una meta-religin que recoja y pro
longue la herencia de la religin: Garaudy asume nociones tan ine
quvocamente cristianas como transcendencia y resurreccin; Ma-
chovec piensa que hay que afrontar el estudio de la realidad con un
sentimiento de piedad csmica; Horkheimer sostiene que el dilema
justicia-injusticia slo teolgicamente puede despejarse y que la nos
talgia del Absoluto es irreprimible; Kolakowski concluye uno de sus
libros desvelando el fondo teolgico de las cuestiones hoy ms apa
sionadamente debatidas.29
En todo caso, y aunque los prrafos precedentes parezcan suge
rirlo, no creo que la relacin fe-ciencia pueda ser pensada segn el
modelo de la compartimentacin de saberes y el reparto de compe
tencias, como si la fe entrase en juego all donde acaba la ciencia, o se
interesase slo por lo que no le interesa a la ciencia. Esta ptica nos
llevara a una concepcin residual de la fe, que es precisamente lo que
hay que evitar a todo trance. A la fe le atae lo central, no lo subur-
bial; hay que implantarla en el meollo, no en el margen, de la reali
dad. Aunque, como es obvio, hay cuestiones especicamente cientfi
cas y cuestiones especficamente religiosas, a la fe le importa lo mis
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216 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Relaciones fe-ciencia: Consideraciones generales 217
* * *
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8
Relaciones fe-ciencia:
Cuestiones puntuales
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222 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
macin fiable les parece a muchos, entre ellos a Einstein, una espe
ranza ilusoria7: la distribucin de masas en el conjunto del universo
observable es tan irregular que invalida cualquier extrapolacin del
clculo del sector visible al resto del cosmos; e incluso en el sector vi
sible no es fcil ponerse de acuerdo sobre el carcter de materia de
ciertos fenmenos.
Otro procedimiento para optar entre los modelos 1 y 2 consiste
en calcular a qu ritmo se est desacelerando el universo. Como la
fuerza expansiva es mayor cuanto ms cerca se est del momento de
la explosin, la velocidad de alejamiento ha de ser mayor en las gala
xias ms lejanas que en las ms prximas, puesto que la visin que
tenemos de aqullas es centenares de aos-luz ms antigua que la que
tenemos de stas. Parece que la velocidad de separacin es sustan
cialmente mayor en las galaxias lejanas que en las cercanas, lo que
depondra en favor del modelo 1. Con todo, tampoco aqu cabe afi
nar la prueba, porque la exactitud de las observaciones de las gala
xias ms distantes es escasa y arroja un ancho margen de incertidum
bre.
2. El dilema determinismo-indeterminismo
En uno de sus trabajos ms sugestivos,17 Popper se pregunta cul
es la parbola ms apropiada de nuestro mundo, si el reloj o la nube.
Vivimos en un mundo de relojes (estructuras fsicas inflexibles que
funcionan de modo tan inexorable como predecible), de suerte que,
conocida exhaustivamente la situacin inicial (t = O), puede preverse
con exactitud matemtica cualquier situacin posterior (t = O + n)?
O ms bien habitamos un mundo de nubes (entidades fluidas, cam
biantes, imprevisibles), dotado de una inagotable reserva de sorpresas
emocionantes?
29 UA, pp. 65, 70-78. Podra acaso argiiirse que con este argumento que
Popper estima el argumento filosficamente ms fundamental en contra del deter
minismo cientfico (UA, p. 78) se refuta la predictibilidad, pero no el determinis
mo propiamente dicho, supuesta la distincin entre ambos establecida por algunos
(vid. nota anterior). Advirtase, con todo, que Popper est hablando de la incapaci
dad connatural de la ciencia para dar razn de todo lo real, y no de una limitacin
transitoria y superable de nuestros conocimientos. Vid., sobre todo ello, supra, cap
tulo 7.
30 El determinismo de Einstein era ms metafisico que cientfico; recurdese su
clebre Dios no juega a los dados, con el que se distanciaba del punto de vista de
Born (cf. POPPER, K. R., Conocimiento objetivo, Madrid 1974, p. 173, nota 32).
La frase completa reza as: Usted (Born) cree en un Dios que juega a los dados, y
yo en la absoluta regulacin que introduce la ley en un mundo compuesto por una
realidad objetiva. La idea de una ley de la naturaleza, de la racionalidad o inteli
gibilidad del mundo, era en Einstein casi obsesiva, y nacia no tanto de razones cien
tficas cuanto de un sentimiento religioso csmico, cuasi pantesta; vid. EINS
TEIN, A., M is ideas.... pp. 33, 234; HBNER, K pp. 92, 102, 164-167; WEIZ-
SCKER, C. F. von, pp. 206-211; PEREZ DE LABORDA, A., Salvar lo real?.
pp. 422 ss.; PEACOCKE, A. R., p. 95.
31 1X4, pp. 78 s., 112 s.
230
2 .a P a r t e : C u e s tio n e s f r o n t e r iz a s
Mozart, los lugares del papel en que Mozart iba a poner su pluma.
An ms..., deberan ser capaces de anticiparse a la accin de Mo
zart y escribir su sinfona antes incluso de que Mozart la concibiera
conscientemente. Tanto la tica como la creatividad esttica o cien
tfica demandaban como premisa ineludible la no constriccin de su
sujeto, la no predictibilidad de las acciones en que se plasma; supone,
en suma el indeterminismo.
34 U A , pp. 60 s.
POPPER, K. R., C o n o c im ie n to ..., p. 207.
38 U A . p. 152.
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232 2 . P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
3. Azar o finalidad?
Con el dilema determinismo-indeterminismo tiene cierto aire de
familia el dilema azar-finalidad, vivamente controvertido en la biolo
ga actual. Ya antes de que Monod publicase su best-seller sobre el
asunto,4J era notable la cantidad y calidadde cientficos alrgicos
a la idea de finalidad. Pero el libro del gran bilogo francs popula
riz tal alergia e impuso en el vasto crculo de sus lectores el llamado
postulado de la objetividad, segn el cual la naturaleza es objetiva,
y no proyectiva; habra, pues, que repudiar toda interpretacin de
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Relaciones fe-ciencia: Cuestiones puntuales 235
51 Materialismo..., pp. 84 s.
52 Ibid., p. 88.
53 PRIGOGINE. I.STENGERS, I., La nueva alianza. Metamorfosis de la
ciencia, Madrid 1983, pp. 166-187, 188-204; cf. PEACOCKE. A. R., pp. 69-72,
86 - 111.
M EFB, pp. 452 s.
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236 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
55 lbid., p. 313.
-b Robots, Men and Minds, New York 1967, pp. 82 ss.
57 EFB, p. 200.
58 lbid., p. 271; cf. PEREZ DE LABOR DA, A., Salvar lo real?, pp. 437 ss.
59 JACOB, F., La lgica de lo viviente, Barcelona 19772, p. 334: el tiempo y
la aritmtica niegan que la evolucin se deba a una sucesin de microacontecimien-
tos y mutaciones sobrevenidas al azar.
60 RUFFIE, J., De la biologa a la cultura, Barcelona 1982, pp. 123 ss.; 155
ss.: desgraciadamente, todo el razonamiento de J. Monod est construido sobre el
esquema mutacionista clsico, ...cuyas insuficiencias ya conocemos.
61 El universo inteligente, pp. 11-18, 218 ss., 242 ss. La validez de los clculos
de Hoyle no ha sido impugnada, lo que hace presumir que son sustancialmente co
rrectos.
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Relaciones fe-ciencia: Cuestiones puntuales 237
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238 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s f r o n t e r iz a s
75 E l azar..., pp. 158-160. Hoyle matizara que el fenmeno es hasta tal punto
improbable que seguramente no se habr dado por azar ni una sola vez.
76 THORPE, W. H., en EFB, p. 161.
77 DOBZHANSKY, T., en EFB, pp. 262, 394.
78 PRIGOGINE, I.STENGERS, I., p. 23.
79 E l cosmos..., p. 156.
80 VA, pp. 169-171, 174. En EFB, p. 346, Popper emplea, a propsito del ori
gen de la vida, la expresin enigma turbador.
R e la c io n e s fe - c ie n c ia : C u e s tio n e s p u n tu a le s 241
4. Cosmocentrismo o antropocentrismo?
Cuando contemplo el cielo, hechura de tus dedos, la luna y las
estrellas que has creado, qu es el hombre para que te acuerdes de
l, el hijo de Adn para que de l te cuides? (Sal 8,4-5). El estupor
que acometa al salmista cuando cotejaba la inmensidad del universo
con su propia pequeez es una de las invariantes de la experiencia
mundanal del hombre. El mismo estupor cobra forma actualmente en
el debate sobre el llamado principio antrpico, que viene a prolon
gar cuanto acaba de decirse sobre la dialctica azar-finalidad: es la
realidad cosmocntrica o antropocntrica? El fenmeno humano es
un simple epifenmeno, la espuma de la marea csmica? O es el ob
jetivo perseguido por la colosal deriva genesaca? Aut ksmos aut l
gos: la vieja divisa contina siendo el blanco de apasionadas indaga
ciones.
81
WEIZSCKER, C. F. von, p. 166.
242 2. Parte: Cuestiones fronterizas
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R e la c io n e s fe - c ie n c ia : C u e s tio n e s p u n tu a le s 243
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Relaciones fe-ciencia: Cuestiones puntuales 245
99 CLOUD, P.. pp. 276 s.; TAYLOR, J., en Cosmologia..., pp. 239-241.
100 PEACOCKE; A. R., pp. 67 ss.; MORREN, L., De la loi dentropie au
principe anthropique, en RThL (1984), pp. 160-183; GALE, G., El principio
antrpico, en Investigacin y Ciencia (febrero 1982), pp. 94-103; DAVIS, P., Oros
mundos, Barcelona 1983, pp. 137-158; BARROW, J.-TIPLER, F., The Anthropic
Cosmological Principle, Oxford 1986.
,0 HOYLE, F., pp. 223 ss., 235-239, 244.
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246 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Relaciones fe-ciencia: Cuestiones puntuales 247
5. Reflexiones conclusivas
Universo infinito o universo finito? Determinismo o indetermi
nismo? Azar o finalidad? Cosmocentrismo o antropocentrismo?
Las exposiciones precedentes han mostrado que estas preguntas, tan
importantes para los cientficos como para los telogos, no pueden
ser respondidas slo en base a los conocimientos dispensados por las
ciencias de la naturaleza. Lo que significa que la fe en la creacin no
est expuesta, en estas cuestiones, a ningn voto de censura suscribi
le por la racionalidad cientfica.
Se confirma asi, en estos cuatro casos crticos, cuanto se haba
avanzado en el captulo anterior acerca de la compatibilidad de los
discursos cientfico y teolgico sobre la realidad. Ms concretamente,
ninguna de las tesis en que se articula la doctrina cristiana de la crea
cin entra en conflicto con las convicciones comnmente admitidas
hoy por los cultivadores de las ciencias de la naturaleza.
Podra an aadirse que, sea cual fuere la evolucin de las ideas y
de los conocimientos en la comunidad cientfica, resulta harto difcil
imaginar que sta convenga algn dia en un enunciado que pugne
con la fe creacionista. Este pronstico se funda en la persuasin ve
rificada a lo largo de estas pginasde que las cuestiones fronterizas
entre ciencia y fe ni son ni pueden ser, por su propia naturaleza, es
trictamente cientficas, exclusivamente solubles por la via del saber
emprico; todas ellas hunden sus races en el subsuelo filosfico,
103 Sobre las posibilidades de vida, y de vida inteligente, en otros puntos del
universo, vid, de nuevo HOYLE, F., pp. 140 ss.
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248 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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9
Relaciones fe-ciencia:
Materialismo y creacionismo
1.1. Qu es ma teria ?
Cul es la urdimbre de la realidad? De qu est hecha? De ma
teria, se responder en primera instancia, al menos por lo que toca a
la realidad objetiva (prescindiendo, por tanto, de lo que atae a la rea-
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250 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s f r o n t e r iz a s
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252 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Materialismo y creacionismo 253
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254 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Materialismo y creacionismo 255
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256 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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M a t e r ia lis m o y c r e a c io n is m o 257
23 Materialismo..., p. 45.
24 POPPER, K. R., La reduccin cientfica y la incompletitud de toda cien
cia, en (VV.AA.) EFB, pp. 334 ss. Una versin revisada del mismo estudio aparece
en VA, pp. 153-183; cf. ibid., Ms observaciones sobre la reduccin (1981), pp.
184-195.
25 AYALA, F. J., en EFB, pp. 13 s.
26 EFB, p. 22.
27 Ibid., p. 31.
28 Ibid., p. 115.
29 Ibid., pp. 154 ss., 237 ss.
30 Ibid., p. 274.
31 Ibid., pp. 274 s.; RUSE M., La filosofa de la biologa, Madrid 1979, pp.
251 ss.
258 2.a Parte: Cuestiones fronterizas
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Materialismo y creacionismo 259
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260 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
37 En Actas... (p. 40) dice Bunge: Dijo usted si para m los fenmenos menta
les son fenmenos fsicos. No! No me parecen fsicos... El materialismo que defiendo
no es un fisicismo, sino un emergentismo. Reconoce la existencia de propiedades
nuevas que no sonjlstcas ni qumicas ni biolgicas comunes (el subrayado es mo).
31 Para el anlisis crtico de la antropologa emergentista, vid. RU1Z DE LA
PEA, J. L., Las nuevas antropologas..., pp. 156 ss., 211 ss.'
39 Actas..., pp. 154 ss. Este juicio haba sido ya emitido por su autor hace
aos: BUENO, G., Ensayos materialistas, Madrid 1972, p. 335.
Materialismo y creacionismo 261
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262 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s fr o n t e r iz a s
3.1. El dualismo
El concepto de dualismo es tan ambiguo y equvoco como he
mos visto que era su antlogo el monismo. A fuerza de valer lo mismo
para un roto que para un descosido, acaba vacindose de contenido.
Se han rotulado como dualistas doctrinas tan diversas como el plato
nismo, el gnosticismo, el tomismo, el cartesianismo... El comn deno
minador de todas ellas sera la asercin de dos gneros de realidad:
materia y espritu (o cuerpo y alma). Pero, amn de las diferentes ma
neras de concebir los dos polos de este binomio, los dualismos discre
pan adems en el distinto modo de entender la relacin entre ambos.
Y as, del (presunto) dualismo de Toms de Aquino46 al dualismo
cartesiano de la res cogitans y la res extensa media un abismo meta
fisico. Todava ms; entre el dualismo interaccionista de Eccles y el
de Popper se interponen disensiones en puntos tan neurlgicos como
el origen, la naturaleza y el destino de la realidad inmaterial llamada
mente (lo otrora designado por el trmino alma), lo que no es bi
ce para que ambos autores el neurlogo y el filsofohayan escri
to un libro en comn sobre la mente.47
Originariamente, el dualismo ha nacido de una preocupacin no
ontolgica, sino tica. La pregunta que lo ha generado versa no sobre
el origen del mundo, sino sobre el origen del mal. El mal, y no el ser,
es la preocupacin nativa de la tesis dualista. Ante todo, porque es
demasiado distinto del bien para que pueda subsumirse junto con l
en una realidad nica y omnicomprensiva. Adems, porque hay tal
cantidad y calidad de mal en el mundo, el mal posee un tal espesor,
que por fuerza tiene que ser producto de un supremo principio, tan
supremo como el que origin el bien. A partir de aqu, el problema
tico accede al nivel ontolgico: hay dos rdenes y dos principios de
ser, irreductibles y mutuamente hostiles.
He ah el fianco vulnerable del dualismo: el desgarramiento que
opera en la contextura de lo real. La realidad dualista es esquizofrni
ca; en los antpodas de monismo y su continuismo de niveles, el dua
lismo nos presenta una realidad no slo escindida sino irreconcilia-
3.2. El pluralismo
El embarazo ante el monismo y el consiguiente deslizamiento ha
cia el pluralismo est muy bien representado por J. Ferrater Mora.
Tras advertir que su punto de vista no es en ningn caso dualista
(faltara ms), Ferrater concede que parece ms razonable el pluralis
mo que el monismo, para apostillar acto seguido que, no siendo de
recibo un pluralismo radical (pues las realidades plurales son inter
dependientes), es legtimo preguntar si, al fin y al cabo, no se desem
boca en alguna forma de monismo. Ferrater reabsorbe finalmente
sus perplejidades proponiendo un monismo sui generis y recono
ciendo al tiempo que la expresin es poco afortunada. Poco hace,
en verdad, nuestro pensador para sacar a sus lectores del atolladero
en que les ha sumido esta trayectoria en zig-zag. Dos pginas ms
adelante, en efecto, y cuando se esperara que definiese con menos
vacilaciones su posicin, se nos propina el prrafo siguiente: el mo
nismo sui generis de que habl anteriormente es, pues, una especie de
continuismo* de niveles, y es incompatible con el dualismo o con
cualquier pluralismo radical. El prrafo no puede ser ms expresivo;
en l se refleja tanto la escasa viabilidad del monismo estricto como
el terror que acomete a ciertos ensayistas ante la eventualidad de ser
tildados de dualistas. Lo que finalmente termina deparndonos Fe
rrater es algo muy afin si no idntico al emergentismo bungeano,
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Materialismo y creacionismo 265
49 FERRATER MORA, J., De la materia..., pp. 21-27, 31 ss., 83 ss., 204 ss.
El par de pginas que Moulines dedica a Ferrater (ESQU1VEL, J. [ed.], pp. 95 s.)
no tiene desperdicio: lo que me desconcierta en la posicin de Ferrater Mora es
que, a pesar de reconocer las graves dificultades de cualquier doctrina monista,... a
rengln seguido nos comunica que persistir en el empeo' de adscribirse a una es
pecie de monismo paramaterialista.
50 Vid supra, nota 48. Adase todava una ltima autodefinicin: yo no soy
un monista, sino un pluralista ( (JA. p. 138)
51 Conocimiento..., pp. 106 ss., 150 ss.; El yo..., pp. 44 54; VA, pp. 136 ss.,
175 ss.
J2 Materialismo..., p. 212; The Mind-Bodv..., pp. 169-173.
VA, pp. 152, 167.
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266 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s f r o n t e r iz a s
54
Exploraciones..., p. 364.
55
Ayala, Dobzhansky, Thorpe, Montalenti, etc., cf. supra, notas 25 a 32.
M a t e r ia lis m o y c r e a c io n is m o 267
59 Vid. la explicacin que del axioma hace RAHNER, K., Das Problem der
Hominisation, Freiburg, i.B. 19632, pp. 62 ss.
60 Materialismo..., p. 11.
61 PUTNAM, H., Mind, Language, Reality, New York 1975, pp. 295-302.
62 ESQUIVEL, J., (ed.), p. 152.
63 JACOB, F., Le jeu des possibles, Paris 1981, p. 83; SKOLIMOWSKI, H.,
en EFB, pp. 276 s.
64 De la recurrencia de los dualismos bajo diversas formas hablan BUENO, G.
y DOU, A., en Actas..., pp. 47 s., 98.
272 2 .a P a r t e : C u e s tio n e s f r o n t e r iz a s
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276 Indice onomstico
C amus, A., 160, 239. F eenberg . A., 175, 182, 184, 188,
C haisson . E., 220. 221. 223, 24.2. 190.
C lark . W., 185. F eigl . H., 258.
C loud . P., 222, 240, 242, 245. F errater M ora . J., 251, 252, 255,
C obb. J. B., 179. 197. 264. 265.
C oenen , L., 62* F euillet . A., 79, 80, 81, 82. 83.
C ommoner . B., 187. F euerbach . L., 106, 130, 131, 132,
C o ngar . Y.-M., 89. 91. 137.
C onzelmann .R ., IL F ichte . J. G ., 107.
C onstantinopla II (Concilio de), F iln de A lejandra . 73.
92* F lick . M., 89, 1_1_1_, LLL 121, 135,
C ook . E., 184, 185. 146, 157, 159, LZ2*
C opernico . 104, 210, 245. F oerster . N ., 64*
Cox. H.. 48. F orrester . J. N ., 177, 178.
C respy.C ., 82. F raile . G ., 99, 104.
C ullmann .O ., 70, 144.
G adamer . H , G ., 144.
D aly, H. E., 184, 186, 188, 191, G ale . G ., 245.
197. G alilei. G ., 1 0 4 ,2 1 7 ,2 7 2 .
D anilou , J., 97. G anoczy . A ., 189.
D arwin. C. R-, 122, 239. G araudy . R ., 215.
D avis, P., 245. G arca B acca . J. D., 189.
D elibes. M., 189. G esch , A ., 268.
D emocrito , 141. G evaert . J., 159.
D 'E spagnat . 212, 213, 217, 272. G iono . J., 167.
D iaz .C ., 169, 186, 202. G iordano B runo . 104, 106.
D obzhansky , T., 122, 237, 238, G isel. P., 89, 90,97, 101, 103, 105,
240, 257. 26L 266. 148.
D ostoiewski. F., 160. G ismondi. G ., 201.
Dou. A., 271. G nosticismo . 95-99.
D uhem . P., LL8. G odel . 224.
D umas. A., 183, 185. G onzlez de C ardedal . O ., 149,
D umont . R., 193. 163.
G onzlez F aus. J. I., 167.
E beling . G., 115. 116, 117, 126, G rillmeier . A ., 73.
128. G uardini. R.. 115, 124, 125, 129,
E ccles . J., 212, 256, 263, 264. 130.
E hrlich . P., 183, 187, 190. G uerra . R., 189.
E instein , A., 209, 210, 212, 213, G nkel , H IL
217, 223, 224, 229, 230, 232, G nther . A., 107, 109, 147.
237, 246.
E liade . M., 23, 25, 59. 60. 144. H aag . H., 159.
E ngels . F., 105, 132. H aardt . R., 95*
E scoto E riugena .9 9 , 102. 106. H aes, P. de, 21, 22, 24, 26, 28, 34,
E squilo , 144. 38, 42, 48, 53, 56, 58, 63, 64,
E squivel . J., 249, 252, 262. 265, 65, 66, 75, 79, 82.
271. H aldane . J. S., 229.
E sser . EL H., 63, 64* H ardin . G., 186, 190, 191.
H awley . A. H ., 183.
F ackre . G., LZ9* H egel . G. W F., 1I*
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Indice onomstico 277
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