febrero 5, 2023

Colosenses 1.24-29 Commentary

…a quienes quiso Dios dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria del misterio este entre los gentiles, el cual es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria…

Colosenses 1.27, El Nuevo Testamento interlineal palabra por palabra

Trasfondo bíblico-teológico

Ahora que se acerca la llamada Cuaresma es posible preguntarse si se trata de una temporada típicamente protestante o no. Con esta pregunta queremos iniciar la reflexión a escasas semanas del inicio de la celebración de esta temporada. Aún resuena la protesta radical de Ulrich Zwinglio cuando en 1522 defendió a un grupo de cristianos de Zúrich por comer ostentosamente salchichas durante la Cuaresma. Su argumento central es que la Cuaresma no aparece en la Biblia. El único punto de contacto con ella es la idea de preparación, esto es, que tal como lo hacía la iglesia inicial, pues “durante algunas semanas catequizaban a quienes serían bautizados/as en la mañana de resurrección, instruyéndolos en la totalidad de la fe. Otros que se habían alejado de la comunidad eran llamados al arrepentimiento para ser recibidos plenamente también” (Shirley Heeg). De modo que, sin guardar necesariamente esos 40 días, es posible hacer planes o proyectos de preparación para llegar a esos días tan significativos con una reflexión bíblica y espiritual previa.

Cristo, la esperanza de gloria

En el caso del pasaje que nos ocupa, la perspectiva cristológica paulina que apunta a colocar en el centro la figura de Cristo como “esperanza de gloria” para los destinatarios de su carta es un excelente motivo de preparación para los días que se aproximan. Luego de continuar su recuento de las acciones espirituales que ha llevado a cabo por causa de los colosenses cristianos (“me alegro de sufrir por ustedes, pues así voy completando en mi propio cuerpo los sufrimientos del cuerpo de Cristo, que es la iglesia”, v. 24), el apóstol Pablo subraya su carácter de servidor de la iglesia enviado por Dios para anunciar su mensaje (25). Éste, un mensaje planeado desde muy antiguamente, y que Él había mantenido en secreto, pero que ahora se ha revelado (26). El plan maravilloso es que “Dios envió a Cristo, para que habite en ustedes y les dé la seguridad de que van a compartir el poder y la gloria de Dios” (27b). “El texto proclama una vez más la divulgación del conocimiento y al mismo tiempo la libertad de la voluntad divina” (Eduard Schweizer). El estilo de la redacción paulina “señala la plenitud del misterio revelado, que transciende todas las posibilidades del lenguaje humano: la presencia de la gloria de Dios”.

“La expresión [“entre los pueblos”] es asumida de nuevo en la definición del contenido del misterio revelado: ‘Cristo entre vosotros’. Esto significa que el Cristo presente ahora entre los pueblos pasa a ser el auténtico tema. La expresión ‘entre vosotros’ no es, pues, incidental, sino que presenta a Cristo como objeto de la revelación que atrae a todo el mundo dentro de su órbita y también como objeto de la respuesta de fe que se sigue de ahí” (Ídem). “Cristo entre ustedes” es una fórmula que subraya la presencia del Señor en medio de la comunidad cristiana gentil para cumplir con el plan original de Dios de hacerse presente en todos los pueblos.

Un plan para establecer la esperanza en el mundo

Cristo es aquel por cuyo medio Dios se hizo presente a los gentiles y los ganó para sí (1 Tim 3.16). Por eso no se habla ya de misterios, de revelaciones sobre el curso de los acontecimientos finales o de descripciones del cielo, como ocurre a menudo en la apocalíptica, sino de un solo misterio que todo lo abarca en sí: Cristo mismo. El hecho de que se vuelva a hacer mención, precisamente aquí, de la “esperanza de la gloria” o (según lo dicho en 1.5) del “anticipo de gloria”, caracteriza este paso de Cristo por las naciones por una parte como acontecimiento escatológico, como anticipo del reino de Dios y, por otra parte, como acontecimiento que no está concluido y que persigue una meta que todavía está pendiente. El misterio revelado no está, por tanto, a la simple disposición del hombre. Cristo, que recorre el mundo pagano por medio de sus mensajeros, mientras éstos sufren las “tribulaciones de Cristo” aún sin completar (v. 24), ocupa aquí, en cierto modo, el lugar que ocupa en Pablo el Espíritu como “arras” y “primicia” de la plenitud futura (Rom 8.23; 2 Cor 1.22; 5.5) (Ídem).

San Pablo anunciaba ese mensaje con la certeza de que el plan divino estaba cumpliéndose a través de su anuncio fiel, a fin de que todos alcanzasen la perfección de Cristo (28): “El peso del mensaje apostólico que da lugar a la fundación de la Iglesia se desplaza hacia el consejo y la asistencia, ligada con aquél, pero necesaria sólo en un segundo momento y que en Pablo suele ser competencia de los miembros de la comunidad” (Énfasis agregado) (Ídem). A eso consagró todo su esfuerzo sostenido por el poder de Cristo (29). La esperanza se realizaba ya en el hecho de que Cristo mismo estaba ya entre los colosenses haciendo presente su efecto salvífico. Y no hubo nada mejor para los colosenses que verse a sí mismos como objeto de la acción divina para participar de la salvación que se ofrecía en Cristo a toda la humanidad.

Conclusión

La “esperanza de gloria” paulina debe ser recuperada una y otra vez por la iglesia, dondequiera que ésta se encuentre y en medio de los retos que enfrente permanentemente. Su afán cristocéntrico nunca debe disminuir y, por el contrario, debe reaparecer continuamente para que se fortalezca el impulso por dar un sólido testimonio de la fe en Jesucristo. Sin incurrir en visiones triunfalistas ni mucho menos, este énfasis doctrinal y teológico debe ser la base de todo empeño por consolidar la misión cristiana en el mundo. Los diversos contextos deben ser comprendidos como espacios en los que las nuevas exigencias para la fe, siendo en algunas ocasiones obstáculos complejos, no deberán apreciarse como barreras insalvables para la afirmación de la esperanza cristiana. Ésa es una de las grandes tareas de la iglesia, hoy y siempre.

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