junio 25, 2023

Apocalipsis 3.1-6 Commentary

Mantente vigilante y afirma todo aquello que está a punto de morir, pues he encontrado que tus obras no son perfectas ante mi Dios.                                                           Apocalipsis 3.2, RVC

Trasfondo bíblico-teológico

Sardis, la actual ciudad de Sart, Turquía, “‘fue una de las grandes ciudades de la historia primitiva: en opinión de los griegos, fue durante mucho tiempo la más grande de todas las ciudades’. […] Esta era una ciudad extrañamente dominada por su pasado ilustre y proverbial” (C.J. Hemer). Se puede decir que hay una gran simbiosis entre la historia de la ciudad y lo acontecido en la comunidad de fe, tal como explica Pablo Richard: “La ciudad refleja un poco lo que es la comunidad: de un gran esplendor en el pasado, ahora venida a menos; su economía era la producción de géneros de algodón y el arte de teñir, y dos veces la ciudad cayó tomada por sorpresa (por no estar vigilantes)” (P. Richard). Fue capital de la provincia de Lidia en la última etapa del Imperio Romano, por lo que fueron notables el templo dedicado a Artemisa y una sinagoga, cuyas ruinas se conservan parcialmente. En Abdías 1.20 se menciona un lugar probablemente asociado a Sardis: Sefarad, lo que plantea la posibilidad de una comunidad judía bien establecida y tolerada. Existe un proyecto arqueológico de investigación sobre ella desde 1958 patrocinado por las universidades de Harvard y Cornell (https://sardisexpedition.org).

En la comunidad es importante el tema del vestido. Aquí aparece tres veces. El vestido blanco, no manchado por la idolatría, es el de los mártires, los que vencen a la Bestia, su imagen y su marca. Jesús también es mártir y anda vestido como los mártires. Estos pueden ser los testigos todavía vivos o quienes han dado ya su vida por el testimonio. Todos llevan sus vestiduras blancas. La misma expresión se usa en 4.4 para los 24 ancianos vestidos de blanco en el cielo junto al trono de Dios. Con otra palabra (ropa = stolé) se habla de los vestidos blancos de los mártires en 6.11 y 7.9, 13, o vestidos lavados (blanqueados) en 7.14 y 22.14. También con otra palabra (lino = byssinos) en 19.8 y 19.14. El vestido es símbolo de la conducta o de la práctica de las personas (cf. 19, 8) (Ídem).

“Mantente vigilante y afirma todo aquello que está a punto de morir” (3.2a)

El Señor Jesús se presenta nuevamente como “el que tiene los siete espíritus de Dios [Zac 4.10], y las siete estrellas” (3.1a) y de inmediato reprocha severamente a la comunidad: “Yo sé todo lo que haces, y sé que estás muerto, aunque parezcas estar vivo” (1b). Él sabe que, aunque parece viva, la iglesia está espiritualmente muerta, pues al examinar su conducta moral o religiosa, juzgada según el criterio de Dios, se le ha encontrado un fuerte faltante. Posiblemente a los cristianos de Sardis les importaba más la apariencia exterior que la vida interior. También se le reprocha que muchos de sus miembros tienen los vestidos manchados (4), quizá por causa de los mismos extravíos vistos en Pérgamo y Tiatira. La exhortación consiste en mantenerse vigilante para recuperar “aquello que está por morir” (2a) a fin de no caer definitivamente en la muerte espiritual. “Jesús remece a la comunidad con cinco imperativos: “…hazte vigilante… consolida lo poco que tienes y que está a punto de morir… recuerda cómo recibiste y oíste mi Palabra… guárdala y arrepiéntete” [3a] (Ídem).

En esto les será útil el recuerdo de las excelentes disposiciones iniciales cuando con tanto entusiasmo escucharon la predicación y abrazaron la fe; la abundancia de bienes espirituales que entonces recibieron debe ahora conservarla y hacerla eficaz, para así volver al fervor con que en tiempos pasados practicaban la vida cristiana. Mas, si dejan caer en el vacío esta viva exhortación, Cristo vendrá sobre ellos de improviso, como ladrón en la noche, y los juzgará. Si a los impenitentes se les anuncia un riguroso castigo, también a los pocos fieles que se han mantenido incontaminados se les promete una espléndida recompensa (A. Wikenhauser).

Que una iglesia reconozca sus errores delante de la más grande instancia que la preside, sobre todo ante la dureza de la frase: “…pues he encontrado que tus obras no son perfectas” (2b), debería ser la norma que presida su comportamiento básico. Habría que confrontar esta afirmación con el lema que tanto se repite, pero que no tiene cauces viables, visibles o institucionales para llevarse a cabo: “La iglesia reformada, siempre reformándose según la Palabra de Dios”. Nadie sabe, hasta hoy, cómo se puede implementar un proceso semejante al interior de las iglesias establecidas. Acaso por ello Alfonso Ropero ha escrito acerca de la “irreformabilidad” de las iglesias protestantes.

“El que salga vencedor será vestido de blanco, y jamás borraré su nombre del libro de la vida” (3.5a)

La palabra nombre (ónoma) aparece cuatro veces en este mensaje a la comunidad de Sardes, lo que expresa una identificación precisa de las personas. Identificación de la comunidad como tal (nombre, con el sentido de fama, de estar viva); hay en la comunidad pocos nombres de los que no son idólatras; el nombre del vencedor no será borrado del libro de la vida, y Jesús confesará su nombre delante del Padre. Llama la atención la existencia de muchas resonancias de los evangelios sinópticos en este mensaje a Sardes (P. Richard).

Las palabras dirigidas a quien resulte vencedor/a encierran tres promesas muy claras, todas relacionadas con el mismo bien escatológicos: a) llevarán vestiduras blancas, símbolo de pureza y obediencia; b) su nombre estará escrito en el libro de la vida (Salmo 69; Daniel 12.1), de gran importancia en todo Apocalipsis (13.8; 17.8; 20.12, 15; 21.27; 22.19); y c) será reconocido por el Señor en el juicio final (5), tal como lo anunció el propio Jesús en sus discursos de Mateo 7.23 y 25.12 (A. Wikenhauser). “El que venza, tendrá una nueva personalidad celestial (se vestirá de blanco: v. 5) y su validez moral, por obra de Cristo, quedará en pie delante de Dios (ante mi Padre y sus ángeles reconoceré su nombre: v. 5). La última imagen es potente y duradera: en el juicio definitivo el propio Señor afirmará reconocer por nombre a la persona (Mateo 10.32; Lucas 12.8).

La intensidad de estas promesas escatológicas es definitiva para reforzar la exhortación hecha a la comunidad. El desafío es tomar muy en serio semejante anuncio y confirmar que, gracias a él, es posible retomar el camino y reencontrar el rumbo de la estricta obediencia a la voluntad del Señor. Individual y colectivamente queda un sabor profundo emanado de las palabras fieles y verdaderas del Hijo de Dios.

Conclusión

El “vencedor” no puede distinguirse rígidamente de los “pocos” del verso anterior. El “libro de la vida” recuerda los registros ciudadanos común a los mundos judío y helenístico, una imagen apta en un antiguo centro de los archivos reales. Se sugiere que aquí una mayoría en la iglesia había ganado aceptación en la sinagoga en el costo de la negación implícita del “nombre” de Cristo. Los pocos fieles tal vez se habían enfrentado a la eliminación del registro de la sinagoga, un asunto de gran importancia bajo Domiciano, pero se les aseguró que sus nombres nunca serían borrados del libro celestial. Según este punto de vista, estaban resistiendo una tentación como la que la ‘sinagoga de Satanás’ había impuesto a las iglesias de Esmirna y Filadelfia. (C.J. Hemer).

Permanecer como vencedor y, por ende, en el libro de la vida, era la máxima aspiración para esta comunidad de fe que debía afrontar enormes desafíos para su sobrevivencia social y espiritual. Había que mantener, igual que hoy, aquellas cosas que caracterizan como viva a una comunidad eclesial para que, así, pudiera afirmarse sin temor a equivocarse, que allí había una presencia cristiana efectiva. En nuestro tiempo las exigencias para la fidelidad siguen siendo enormes y, con ello, la búsqueda de la fidelidad al Señor Jesús es una de las máximas prioridades para cualquier iglesia.

Sugerencias de lectura

  • Colin J. Hemer, The Letters to the Seven Churches of Asia in their Local Setting. Sheffield, 1986.
  • Pablo Richard, Apocalipsis: reconstrucción de la esperanza. San José, DEI, 1990
  • Alfonso Ropero, “La irreformabilidad del protestantismo”, en pensamientoprotestante.com/2020/10/la-irreformabilidad-del-protestantismo.html.
  • Alfred Wikenhauser, El Apocalipsis de san Juan. Barcelona, Herder, 1981 (Biblioteca Herder, Sagrada Escritura, 100).

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