junio 16, 2024

Apocalipsis 11.7-19 Commentary

El séptimo ángel dio un toque de trompeta: voces potentes resonaron en el cielo: Ha llegado el reinado en el mundo de nuestro Señor y de su Mesías y reinará por los siglos de los siglos.

Apocalipsis 11.15

Trasfondo bíblico-teológico

El Nuevo Testamento concluye con una visión profundamente esperanzadora sobre la presencia del Reino de Dios en el mundo, pues lo coloca no como consumación de los reinos humanos sino en profunda ruptura con ellos. La mirada apocalíptica con que se aborda la fe insiste en la fuerza del testimonio de los testigos de la obra de Dios en el mundo; de hecho, la acción profética de los dos testigos (11.1-14) es lo que precede al toque de trompeta del séptimo ángel. Y aunque la lucha espiritual continúa, esta especie de alto en el camino sirve para afirmar la fe profunda de unas comunidades comprometidas con el testimonio de Jesucristo en medio de circunstancias complejas (X. Pikaza).

Los reinos del mundo y el Reino de Dios

Afirmar la sustitución de los reinos del mundo por el Reino de Dios es un acto espiritual y político al mismo tiempo. Es continuar en la tradición bíblica del reconocimiento del gobierno de Dios en el cosmos, en el mundo y en la sociedad. Progresivamente, el Apocalipsis afirma que el Reino de Dios viene a recompensar a los que sufren, a los perseguidos y a quienes luchan por la justicia. Esta recompensa es un signo de que Dios no dejará impune nunca el pecado y la injusticia en todos sus niveles.

Los reinos del mundo no pueden atribuirse características absolutas ni reclamar fidelidad total a los seres humanos sin violentar la libertad y los propósitos divinos, no sólo en términos de salvación sino también en la práctica de la paz y la justicia. La vertiente cósmica reúne las perspectivas espiritual, teológica y ecológica en su sentido más amplio. Dios reina y está siempre al pendiente de los gobernantes de este mundo y de la manera en que se relacionan con la creación. Cada espacio es susceptible de la atención divina y la proclamación del Evangelio de Jesucristo implica que todos los terrenos serán el escenario de la presencia de Dios.

La venida histórica del Reino de Dios, superación de todos los reinos

Sobre un mundo dominado por diversos reyes de la tierra proclama Juan profeta el reino de Dios (Kyrios) y su Cristo, superando la lectura espiritualizante que a veces se ha hecho de Jn 18.36 (“Mi reino no es de este mundo”). Según el Apocalipsis, el reino del Kyrios-Dios y de su Cristo proviene de (o se proclama en) el cielo, pero se realiza en este mundo. Lógicamente, sus seguidores no pueden aceptar la pretensión regia y sacral de Roma. Esta palabra celeste de proclamación del reino de Dios-Cristo es, por lo tanto, una voz de insumisión y rebeldía contra la pretensión total de Roma.

Esta afirmación de Pikaza explica muy bien el tono y el sentido de Apocalipsis 11 y de su proyección histórica y futura sobre la venida del Reino de Dios. El texto da a entender que todas las aproximaciones políticas y de gobierno que ha habido previamente a la venida del reino no son más que intentos humanos por acercarse a la posibilidad de experimentar una vida plena de justicia y de paz. El mesianismo universalista de Jesucristo como Hijo triunfante de Dios fue anunciado por la iglesia en medio de las pretensiones totalizantes y totalitarias del Imperio Romano, lo que se deja ver en los símbolos y en las afirmaciones de las distintas visiones de todo el Apocalipsis. Las exigencias teológicas del imperio y su intento por imponer completamente la fe en el poder del César fueron confrontadas por el testimonio de los dos personajes que aparecen al principio del cap. 11 (vv.1-12). El recuerdo de Moisés y Elías que llega a la memoria tendría el efecto de dar fortaleza profética a la acción de la iglesia del primer siglo. La intensidad con que aquellos personajes transmitieron la voluntad de Dios al pueblo y a su época fue un estímulo histórico y de fe para que la comunidad cristiana asumiera un firme papel en la resistencia espiritual en su momento.

La herencia judía que trasluce en esas afirmaciones se fundamentaba en la “creciente tendencia a distinguir entre la soberanía de Yahvé (reino de Dios) y el reino del mesías… /. Reino de Dios. La tendencia más conservadora… sostenía con firmeza que el verdadero agente de las postrimerías era Dios mismo: el Día (final) era el día del Señor y el reino la soberanía de Dios o del cielo; la resurrección es obra del creador del nuevo cielo y de la nueva tierra. Dios mismo es quien vuelve a traer el paraíso y vive en el seno de su pueblo” (Ídem). El reino del Mesías, con el antecedente davídico de por medio, se refería a un reino terrenal. La relación entre ambos produjo un fuerte compromiso con el mesianismo cristiano que avizoraba la superación de todas las formas de opresión. Tenían que superarse la idealización y la espiritualización del reino de Dios para lograr con ello que la iglesia se uniera a todos los procesos en los que Dios pone en marcha su justicia para hacer visibles los signos de su Reino en el mundo.

Conclusión

La gran afirmación de Apocalipsis 11.15, además de formar parte de un marco litúrgico evidente, enlaza muy bien con el cántico de los 24 ancianos (vv.17-18, 12 + 12 igual a la reunión del pueblo de Dios de todas las épocas), quienes tenían plena conciencia de que el Reino de Dios lo abarcaría todo. Al sustituir a los reinos imperfectos de la antigüedad, el Reino de Dios vendrá con una fuerza capaz de trastocar todo lo que se ha conocido en la historia, pues sus elementos, todos ellos dominados por el amor y la justicia del Señor, vendrán a mostrar el cumplimiento de las promesas divinas a fin de que la creación completa y la humanidad alcancen la plena liberación. Promover y experimentar el Reino de Dios en medio de las complicaciones mundanas es la tarea de la iglesia de todos los tiempos. El texto cierra diciendo que se abre el templo y que allí está el arca del pacto: “En el Templo se halla el Arca de la alianza, signo de encuentro entre Dios y los humanos. Por eso resuenan relámpagos, truenos, rayos y terremotos, mezclados con granizo (11.19). Este Dios de la teofanía israelita y de otros pueblos aparecerá al final como Trono del que brota el agua de vida, ciudad abierta y amor completo para todos los humanos (Ap 21.1-22.5)” (Ídem).

Sugerencias de lectura

  • Equipo “Cahiers Evangile”, El Apocalipsis. Estella, Verbo Divino, 1982 (Cuadernos bíblicos, 9).
  • Xabier Pikaza, Estella, Verbo Divino, 1999.
  • Elisabeth Schüssler Fiorenza, Apocalipsis: visión de un mundo justo. Estella, Verbo Divino, 2003.

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