enero 29, 2017

Deuteronomio 6.10-25 Commentary

“HE AQUÍ YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS”: NUEVOS TIEMPOS (Dt 6.10-25)

Obedezcan siempre los mandamientos que nuestro Dios les ha dado. Si hacen lo que es bueno y justo, agradarán a Dios. Así, él hará que les vaya bien cuando vivan en la buena tierra que prometió a sus antepasados.

Deuteronomio 6.17-18, Traducción en Lenguaje Actual

Trasfondo del texto

La fe siempre enfrenta desafíos en medio del tiempo: cada nueva época se presenta como un enigma que debe ir descifrándose a medida que avanza. El cristianismo de hoy no puede vivirse como hace 15, 20 o 30 años, eso sería casi un suicidio, pues la relevancia de la espiritualidad para nuestro tiempo sólo de mide en función del sentido que otorga a las personas para sobrevivir en medio de las crisis. Ahora mismo, cuando, por ejemplo, la economía mundial enfrenta serios problemas, se necesitan recursos espirituales frescos que ayuden a los individuos y comunidades no solamente a “medio vivir”, sino a vivir con esperanza suficiente para atisbar nuevos y mejores horizontes.

Las Escrituras son un testimonio fehaciente de que la actitud del pueblo de Dios ante nuevas circunstancias siempre fue creativa y expectante, pues cada vez que vivía contextos distintos, se preguntaba la forma en que debía ubicarse ante ellos. Es posible observar cómo su actitud estaba dominada por una observación crítica de las actitudes conformistas, pesimistas o acomodaticias; la perspectiva profética siempre llamó la atención a que la vida del pueblo oscilaba entre el amor y el juicio de Dios. De esa forma, cuando las cosas no parecían andar bien, se experimentaban las pruebas y conflictos como enormes desafíos para renovar la fe, el culto y la práctica.

Los cambios de época, desafíos para la fe

Durante el exilio en Babilonia, se consideró casi obsoleta la necesidad de grandes santuarios y surgió la sinagoga como un espacio de refugio, reflexión y cambio, todo ello centrado en la atención primordial a la Palabra divina. La mirada sacrificial cedió su lugar a la disposición por buscar comunitariamente la voluntad de Dios en los textos sagrados mediante un ejercicio interpretativo constante. Algo similar debemos hacer ahora ante los nuevos tiempos que corren y demandan respuestas concretas de fe y acción. Israel tuvo que luchar permanentemente contra el tiempo circular, “el eterno retorno”. Yahvé se le manifestó como una divinidad capaz de romper el círculo mediante nuevas manifestaciones de su voluntad y enseñó al pueblo que debía ir más allá de las tradiciones anquilosadas como forma de encuentro con él. Yahvé se relacionó con el futuro de tal forma que el esfuerzo de fe del pueblo a veces iba muy atrás de lo que Dios quería para ellos. En ese aspecto, los liderazgos cumplieron una función central.

En el Deuteronomio, por ejemplo, nuevas circunstancias hicieron que el pueblo tuviera que reescribir y reinterpretar la Ley. El viejo mandamiento del amor a Dios debía desdoblarse en acciones concretas que actualizaran su vigencia para las nuevas situaciones (Dt 6.5-9). Los cambios generacionales obligaban a situar la fe antigua en nuevos contextos y la reconstrucción de las grandes gestas debía tener la capacidad de comunicar la presencia y actuación del Dios liberador a quienes no habían sido testigos de esos hechos (Dt 6.20-25). Como escribe Shigeyuki Nakanose:

La liturgia era la fuente de abastecimiento de la memoria de la liberación (Dt. 16.1, 3, 6, 12) y del compromiso de la alianza. Así, en el corazón de la vida del pueblo las leyes son preservadas como expresión de su fe en el Dios de la vida y en sí mismo. Como memoria de la liberación de una situación de injusticia para una situación de fraternidad, la liturgia se vuelve un espacio de concientización y apertura a las cuestiones sociales: el compartir y la solidaridad son las consecuencias de la alianza con Dios. La gratitud al Dios vivo y liberador tiene que ser expresada no sólo con el culto, sino con el servicio a los hermanos más pobres y necesitados: el extranjero, el pobre, el huérfano y la viuda (Dt. 24.4s), para concretar una sociedad en la que no haya pobres (Dt. 15.4). La participación en el culto integra a la comunidad —siervos, siervas, esclavos, levitas—; todos son convocados a festejar y alegrarse delante del Dios de la vida (cf. Dt. 12.12).

La celebración de la Pascua debía ser un memorial profundo, arraigado en lo más hondo de la conciencia del pueblo, y no solamente un ritual repetitivo y monótono. La liturgia, el culto, cumple hoy también esa función:

La memoria de la situación de esclavitud y del acto liberador de Dios es expresado en leyes o mandamientos que ayudan al pueblo a vivir la alianza (Dt. 15,15). Con el paso del tiempo, esas leyes son releídas y reciben añadidos en dos dimensiones: en la línea profética de la defensa del pobre y oprimido, y en la línea del Estado que se apropia de ellas y las manipula según sus intereses.

Al inicio, la transmisión de esas leyes y principios tribales era hecha oralmente en las familias (Ex. 12.25-27), en las celebraciones (Dt. 26.5-10), y tenía como base de sustentación la memoria de la liberación de Egipto. Textos posteriores presentan señales de esa memoria: “Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: “¿Qué son estos dictámenes, estos preceptos y estas normas que Yahvéh nuestro Dios os ha prescrito?”, dirás a tu hijo: “Éramos esclavos de Faraón en Egipto, y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte” (Ex. 6.20s).

Nuevos tiempos, nueva existencia, nuevo pensamiento

No siempre cada paso que se da en el desarrollo histórico representa un auténtico avance en la comprensión de la voluntad de Dios. Cuando se celebra la fiesta la Epifanía, en los inicios del año, hay que ver en lo que se ha convertido, una celebración cuyo sentido es captado mayormente por los niños. Los “reyes magos”, con todo y que estaban ligados a la sospechosa práctica de la astrología, se pusieron lado a lado con los fieles seguidores del Mesías:

Esta manifestación a estos magos pone en tela de juicio que la salvación no exista más allá de las hipotéticas fronteras que hemos establecido para limitar la acción de Dios a los grupos que consideramos políticamente correctos. Esta realidad puede tener una fuerza sumamente importante para fundamentar nuestra acción pastoral, nuestra reflexión bíblica y la construcción de nuevos paradigmas teológicos. La acción de Dios va más allá de todo lo que podemos comprender y lo peor, más allá de los que podemos tolerar. […]

Ni astros ni flores nos pueden revelar a este Dios que para revelarse escoge el esconderse en aquello que nos cuesta aceptar. Si bien la estrella no los dirige hacia el centro del poder político, ellos igualmente y por una concepción teológica tradicional, es decir, desde una teología de la gloria, van al palacio porque piensan que allí conocen todo. Es siempre esa tentación de buscar ser validados y reconocidos por los centros de poder. Ese poder busca el asesoramiento de teólogos y estudiosos funcionales al sistema, que siempre los hay en gran cantidad. Conocen las Escrituras pero no las entienden ni las aplican. Su conocimiento de las Escrituras es un obstáculo para la comprensión de los signos de los tiempos.

Con todo, en la nueva época, Dios los recibe como “paganos” para incorporarlos a la fe mesiánica. San Pablo también advertía sobre el advenimiento de los nuevos tiempos en Colosenses 2.1-15, con una preocupación típicamente pastoral acerca de los retos para los creyentes en relación con el conflicto entre creencias que podían minar su visión de la divinidad de Jesucristo. Porque periódicamente hay embates ideológicos y culturales (modas, creencias, costumbres) que ponen en riesgo los cimientos de la fe. Ante estos retos, el apóstol propone que hay que situarse consecuentemente para salir airosos de los diversos debates, pues los nuevos tiempos traen también oleadas de nuevas ideas que deben ser evaluadas con criterios sólidos a fin de superarlos.

Conclusión

Hemos de desmenuzar las nuevas ideas y las creencias que se presentan como muy novedosas, para saber hasta qué punto nos desafían y así, por un lado, abriremos nuevos horizontes de comprensión y de exigencia de lectura de los signos de los tiempos. Por otro lado, sabremos en qué medida son una exigencia para superar y así lograr que la fe se sostenga firme en medio de lo desconocido. Dios nos espera siempre más allá de nosotros mismos, de nuestras falsas esperanzas, de nuestros falsos ideales, de nuevos gobiernos que llegan con una especie de “varita mágica” para mejorar la situación. La fe cristiana debe ser capaz de enfrentar los cambios con la mirada puesta en el Señor y Salvador Jesucristo, quien nos guiará en medio de las peores circunstancias, porque ya lo ha hecho en el pasado. Sus promesas van más allá de los escasos tiempos que alcanzamos a vislumbrar: ésa es nuestra mayor certeza y confianza.

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