enero 8, 2023

Efesios 1.3-14 Commentary

…y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, para que cuando llegara el tiempo señalado reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.                        Efesios 1.9-10, RVC

Trasfondo bíblico-teológico

Los linderos insondables del tiempo transcurrido constituyen un inmenso misterio para todos los seres humanos. En momentos como éste, al término de un año más, asomarse a la confluencia de los tiempos puede producir una sensación de extrañeza propia de quienes nos sabemos tan pequeños ante la inmensidad de lo eterno, tal como lo escribió Jorge Luis Borges. “Siento un poco de vértigo. / No estoy acostumbrado a la eternidad” (“The Cloisters”, La cifra, 1981). Ni refutar el paso del tiempo, ni dejarse consumir por él: ninguna de estas posturas es favorecida por los textos bíblicos, acaso únicamente aceptar la forma en que Dios se revela a través del tiempo y cómo conduce los destinos humanos. El biblista francés Oscar Cullmann (1902-1999) explica la relación entre tiempo y salvación: “Por el hecho de ser concebido como una línea recta, el tiempo pudo proporcionar al cristianismo primitivo el marco de la historia de la revelación y de la salvación, el marco de estos kairoi [tiempos] que Dios establece en su omnipotencia, y de estos aiones [eones] entre los cuales reparte la historia en su conjunto”. Aquí aparece la “otra expresión, extremadamente corriente en el lenguaje del Nuevo Testamento, la de aiôn, sirve para expresar la noción de extensión del tiempo, de duración” (Ídem).

“Antes de la fundación del mundo” (1.4a)

Precisamente en esa línea de interpretación se sitúa san Pablo al momento de hacer referencia en Efesios al plan supremo de manifestación de la obra de Dios en el mundo y en el tiempo. En su himno de apertura de la carta (un auténtico elogio) denso y de argumentación compleja, expresa, en primer lugar, una alabanza majestuosa de Dios el Padre y de su Hijo (3a), quien “nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo” (3b). “La alabanza a Dios surge en respuesta a dos acciones (verbos principales) que el Padre ha realizado en el pasado: nos escogió (v.4) y nos concedió [su gracia] en el Amado (v.6b). Estas acciones son motivo poderoso para bendecir y alabar a Dios” (M. Ávila). Pablo “celebra las acciones redentoras del Padre [3-6], del Hijo [7-12] y del Espíritu Santo [13-14] en la historia de su pueblo como lo hicieron los salmos del pasado […], y responde así al fin último de estas acciones: glorificar al Dios trino por la gracia que nos ha mostrado” (Ídem).

El acto de elección de Dios en Cristo aconteció en un momento anterior al tiempo, “antes de la fundación del mundo”. La frase en sí “acentúa el hecho de que la acción de Dios de elegirnos obedecía a una decisión previa, anterior a la fundación del mundo. Éste es un pensamiento que nos abruma y nos permite a la vez atisbar la eternidad, cuando Dios tomaba decisiones con respecto a nuestra misión en el mundo. El objetivo de la elección se expresa por medio de las palabras para que y descubre el profundo sentido ético y misionológico de la elección. El propósito de la elección fue para hacerlos “santos y sin mancha delante de él” (4b). Esta elección intemporal coloca el transcurrir de la obra redentora en un marco más allá de las incidencias contradictorias y complejas de la historia.

“Reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (1.10b)

Al continuar su acción de gracias, aparece el tema de la “adopción”, algo que se había contemplado en el plan divino desde el principio (v. 5), pues al actuar así, Dios buscaba la alabanza humana gracias a la intermediación de su Hijo, enviado por amor al mundo (v. 6). La muerte suya en la cruz, acontecimiento atroz que consiguió el perdón absoluto por los pecados y produjo la liberación completa (8a). La gran razón de esa actuación divina es, indudablemente, el amor manifestado en la vida y pasión de su Hijo. Con todo ello se abre la puerta para introducir el tema del gran misterio oculto durante generaciones: “Por su gran sabiduría y conocimiento, Dios nos mostró el plan que había mantenido en secreto, y que había decidido realizar por medio de Cristo” (9). “En este punto nuestras cartas [Ef y Col] se inscriben en la línea de Daniel y de los apocalípticos, tensos hacia el descubrimiento del plan de Dios y hacia la determinación del término fijado para la salvación” (E. Cothenet). El v. 10 es clave, pues en él se concentran los seis términos que el autor utiliza para exponer el gran proyecto divino. La traducción de Pablo Richard es ejemplar: “Para la organización (eis oikonomían) de la plenitud (tou plerómatos) de los tiempos (ton kairon) y recapitular (anakefalaiosasthai) todo en Cristo, lo que está en los cielos (ouranois) y lo que está en la tierra (ges)” (P. Richard).

San Pablo visualiza de manera completa la plenitud de la acción redentora de Dios. ¡Los seguidores de Jesús son capaces de comprender el kairós (el tiempo pleno) de Dios!, ¡el misterio de los siglos!, es decir, la manera en que éste se comporta en términos salvíficos. Mariano Ávila comenta que el texto habla de cómo Dios “administra su economía salvífica” en la plenitud [madurez] de los tiempos y ahora ha querido compartir esa inmensa realidad con quienes siguen a su Hijo en el mundo. Esta idea crucial, “la plenitud de los tiempos” es fundamental para la forma en que podemos asomarnos hoy al designio divino, pues en todos los niveles aplica la madurez de los tiempos de Dios para cumplir su voluntad en nosotros, ni antes, ni después, en el momento preciso, ya determinado en la presciencia suya.

Conclusión

Acceder al misterio de los siglos de la mano eterna de Dios es uno de los procesos más emocionantes y desafiantes asociados al conocimiento de la historia de salvación. Ser llevados/as por la mano del propio Dios por los linderos del tiempo representa la experiencia máxima a la que podemos aspirar como creyentes. El desconocimiento natural de lo que nos depara el futuro inmediato es suplido por el impacto profundo de las promesas que, más allá de los vaivenes del tiempo, sostienen nuestra esperanza en medio de todas las circunstancias. Es por ello que, en días tan relevantes como éste, podemos seguir confiando plenamente en lo que Dios ha hecho, hace y seguirá haciendo a fin de conducirnos por los laberintos temporales para encontrar su presencia y su gracia a cada paso.

Sugerencias de lectura

  • Mariano Ávila, Efesios. Introducción y comentario. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018.
  • Edouard Cothenet, Las cartas a los Colosenses y a los Efesios. Estella, Verbo Divino, 1994 (Cuadernos bíblicos, 82).
  • Oscar Cullmann, Cristo y el tiempo. Barcelona, Estela, 1968 (Theologia, 13).
  • Pablo Richard, “Poder cósmico de Cristo Resucitado (Ef 1.1-23)”, en RIBLA, núm. 65, pp. 26-35, centrobiblicoquito.org/images/ribla/68.pdf.

Tags

Dive Deeper

Spark Inspiration:

Sign Up for Our Newsletter!

Insights on preaching and sermon ideas, straight to your inbox. Delivered Weekly!

Newsletter Signup
First
Last