Cuando los constructores colocaron los cimientos del templo de Dios, los sacerdotes se pusieron de pie y alabaron a Dios con trompetas. Esdras 3.10a, TLA
Trasfondo bíblico-teológico
La segunda parte de Esdras 3 presenta al doble liderazgo, político y religioso, de Zorobabel y Josué al frente de la reconstrucción del templo un año y dos meses después de su retorno a Jerusalén (v. 8a). En esa empresa estaban empeñados todos los sacerdotes con sus ayudantes y los demás judíos, especialmente los levitas mayores de edad (8b). Josué y su gente cercana, familia, dirigió la obra junto a otras familias (9). “La función de inspección de los trabajos que se atribuye a los levitas (vv. 8c; 9b) proviene de 1 Cr 23.4 y de 2 Cr 34.12-13, remitiendo así a la realidad del primer templo. Su edad de entrada en funciones ‘20 años para arriba’) corresponde al dato de 1 Cr 23,24, 27; 2 Cr 31,17” (P. Abadie). Los vv. 10 y 11 describen una liturgia propia del templo, “con la importancia del elemento musical y su reparto instrumental particular. Estos mismos rasgos se observan en 1 Cr 15-16 (traslado del arca a Jerusalén), 2 Cr 5 (entrada del arca en el templo), 2 Cr 7 (dedicación del templo) o cuando las reformas litúrgicas de Ezequías (2 Cr 29-30) y de Josías (2 Cr 34-35)” (Ídem): a) sacerdotes con trompetas, levitas descendientes de Asaf, con címbalos, siguiendo la tradición del rey David (10b), “alabando y dando gracias al Señor”, celebrando su misericordia eterna” sobre Israel
Ecos del retorno del exilio
Este cuadro muestra muy bien el doble modelo que sigue el texto: “la liturgia del traslado del arca y la dedicación del primer templo”, lo cual esconde “otra referencia arquetípica, la liturgia guerrera” que acompañó a la entrada en la tierra prometida en Josué 6. En ese caso, el relato insistió en el papel de los sacerdotes que llevaban “siete trompetas de cuernos de carnero” (Jos 6.6, 13, 16) y en la acción de la gente que lanzaba gritos ensordecedores (Jos 6.5, 20 = Esd 3.11c: “y todo el pueblo lanzaba grandes gritos”, igual que en Esd 3.13. Esta oportuna comparación permite vislumbrar cómo la aprovecha el texto: el regreso es un “nuevo éxodo”, y de ahí se sigue la posesión del país por parte de la asamblea de Israel (Esd 2) a través de un acto litúrgico de reanudación del culto (Esd 3) y el enfrentamiento con el “pueblo de los países” (Esd 4). En este nuevo comienzo, la Golah (diáspora) babilónica experimenta nuevamente las maravillas del primer Éxodo.
Los vv. 12 y 13 prestan especial atención a la forma en que: “…muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas” y especialmente los “ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría” (12). Para los demás desterrados quizá era un suceso excesivamente modesto, pero quienes conservaban la imagen del primer templo estaban sumamente emocionados. Este versículo recoge la temática y el vocabulario de Hageo 2.3, con todo y las interrogantes profundas y la comparación que hace con el templo de Salomón, ante el cual este nuevo santuario es casi una caricatura: “Todavía hay entre ustedes / algunos que conocieron mi templo anterior. / ¿Qué les parece el templo de ahora? / ¿Verdad que es muy poca cosa, / si lo comparamos con el primero?”. La teología de Hageo es todo, menos triunfalista, y destaca el hecho de que no son los elementos exteriores los que le importan a Dios sino establecer su presencia entre el pueblo en condiciones sencillas, sin tantas pretensiones.
Yahvé y el nuevo templo de Jerusalén
Quienes recordaban el esplendor de aquel templo tendrían que acostumbrarse a un lugar de culto más modesto, a fin de concentrarse en la realidad más importante que ese edificio representaría. Después de todo, como recuerda Walter Brueggemann: “Yahvé es un Dios nómada, errante y libre que no será constreñido ni domesticado en un templo, aun cuando las tradiciones del templo trataran de vez en cuando de encerrar a Yahvé”.
El mayor dilema teológico no siempre salta a la vista cuando se plantea la gran contradicción del culto en Israel: “Yahvé debe estar en el templo si Israel quiere hallar plenitud y seguridad en él. Yahvé no debe estar atado al templo si se quiere reconocer por completo su auténtica santidad” (Ídem). Ambas realidades son verdaderas y están atestiguadas por sólidos textos, por lo que deberían quedar salvaguardadas en una tensión que no siempre fue clara para todo el pueblo.
La variada gama de testimonios sobre este aspecto de la “presencia real” indica que en situaciones diversas Israel experimentó, practicó y articuló dicha presencia de muchas formas. Una presencia reclamada de una forma muy ligada al templo empequeñece el verdadero carácter de Yahvé, pero una presencia afirmada de un modo demasiado leve deja a Israel excesivamente expuesto. Por consiguiente, no bastará con una única y simple formulación de la presencia. El testimonio canónico de Israel proporciona suficientes pruebas tanto para el sacramentalismo “católico” como para la protesta “protestante” frente a un sacramentalismo controlado y controlador. […]
Por un lado, Yahvé puede ejercer su libertad y estar ausente del templo. Esta crisis se pone de manifiesto en los salmos de lamento, donde Israel experimenta la ausencia y el silencio de Yahvé. Por otro lado, la libertad soberana de Yahvé puede ser presa de la rutina del templo, de manera que se olvida el verdadero carácter de Yahvé en una serie de prácticas sacramentales que se dan por descontado (Ídem).
Conclusión
La impresión última sigue siendo la del gozo unánime subrayado por la manera en que el pueblo recibió esta gran muestra de la benevolencia de Yahvé: “Era imposible distinguir las manifestaciones de júbilo de las manifestaciones de llanto de la gente, porque los gritos estrepitosos del pueblo se oían a mucha distancia” (v. 13). Cuando el pueblo de Dios en diversas circunstancias se unifica con un solo propósito para comprender mejor la voluntad de Dios, el ánimo común produce un ambiente favorable para que Él se manifieste. A semejanza de la comunidad que regresó del destierro, al momento de encaminar sus objetivos en una sola dirección el Señor se puede hacer presente para conducir las acciones del pueblo-iglesia hacia un rumbo que le mostrará el designio divino con mayor claridad. Hoy es posible advertir que los propósitos hacia los cuales se encamina la iglesia deben coincidir con el deseo de Dios de hacer visible su Reino en todo lo que ella hace.
Sugerencias de lectura
- Philippe Abadie, El libro de Esdras y de Nehemías. Estella, Verbo Divino, 1998 (Cuadernos bíblicos, 95)
- Walter Brueggemann, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé. Testimonio. Disputa. Defensa. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2007 (Biblioteca de estudios bíblicos, 121).
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agosto 4, 2024
Esdras 3:8-13 Commentary