agosto 25, 2024

Esdras 6.14-22 Commentary

Animados por los profetas Hageo y Zacarías, los jefes judíos siguieron con la reconstrucción. Terminaron el edificio de acuerdo con lo que el Dios de Israel había indicado y según las órdenes de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia. El templo de Dios quedó terminado el día tres del mes de Adar, en el año seis del gobierno del rey Darío.

Esdras 6.14-15, TLA

Trasfondo bíblico-teológico

El impulso profético desde diversas vertientes, primero en el pasado con el Déutero-Isaías, Jeremías y Ezequiel, y en el momento que correspondió a Hageo, Zacarías y Malaquías, fue definitivo para la consecución de la reconstrucción del templo de Jerusalén. Aquellos profetas antiguos trazaron un horizonte de reconstrucción mayormente espiritual y orientaron la fe del pueblo hacia el retorno del exilio. Solamente Ezequiel atisbó la posibilidad de la reconstrucción de un santuario que concentrase la vida litúrgica y de fe de todo el pueblo, tal como había sucedido con el templo de Salomón, aun cuando su percepción de ese nuevo espacio sagrado tenía marcadas diferencias con ese primer templo. Sobre todo, la práctica religiosa estaría marcada por los señalamientos de Jeremías en el sentido de la realización de un “nuevo pacto”, es decir, subrayar la responsabilidad de los individuos en su relación con Dios y con sus mandatos y prescripciones. En el nuevo templo, los judíos deberían venir con una actitud de purificación y de superación de la manera antigua en que se celebraba el culto.

La reconstrucción del templo: un acto de fe

Luego de que el rey Darío ordenó la búsqueda del decreto de Darío (Esd 6.1-5), su respuesta al sátrapa Tatnai fue clara y concisa: la obra de reconstrucción del Templo de Jerusalén no debía detenerse (6.6-12, toda una sección escrita en arameo). “Además, agregó nuevas órdenes en relación con el proyecto: los gastos del proyecto se debían pagar puntualmente; los becerros, carneros y corderos que eran necesarias para los sacrificios debían ser suplidos con diligencia; se debía entregar a los sacerdotes trigo, sal, vino y aceite, sin obstáculo alguno. También incluyó la pena de muerte para quienes desobedecieran la orden real” (S. Pagán). El resultado de la investigación de Tatnai favoreció enormemente las obras de reconstrucción, pues los oficiales persas cumplieron fielmente las órdenes del rey y contribuyeron con el apoyo económico necesario para la culminación del proyecto. Los ancianos judíos, inspirados en los mensajes y la crítica profética de Hageo y Zacarías, vieron cumplidas sus esperanzas largamente anheladas y sintieron que sus esfuerzos no habían sido en vano. Samuel Pagán resume todo esto muy bien.

El Templo se completó durante el reinado de Darío, en el 515 a.C., aproximadamente 50 años antes que llegara al poder Artajerjes. Este anacronismo histórico, que inclusive está presente en la LXX, posiblemente se debe a que el cronista quiso identificar a los reyes persas que fueron instrumentos de Dios para favorecer a los judíos. La reconstrucción del templo quedó terminada posiblemente durante los meses de febrero-marzo de 515 a.C. […] Los vv. 16-18 describen la inauguración del Templo. El acto de dedicación estuvo lleno de alegría y entusiasmo. Luego de 72 años sin ofrecer sacrificios, y de 21 años desde que se comenzó la reconstrucción, los exiliados celebraban el restablecimiento del culto, con su sistema de expiación de pecados en el Templo.

En la celebración se sacrificó un número reducido de animales, comparado con los realizados en el Primer Templo. El culto se organizó “conforme a lo escrito en el Libro de Moisés” (v. 18). Posiblemente la referencia “a la ley de Moisés” se relacionó con los señalamientos legales del Pentateuco (Ex. 29; Lv. 8; Nm. 33-39; 8.5-26; I Cr. 23-24). El sistema de sacrificios expiatorios se llevó a cabo según Lv. 3 y Nm. 7.

El sentido del nuevo templo

El notable teólogo alemán Gerhard von Rad se preguntó sobre el sentido religioso y cultual de este nuevo templo:

Ahora bien ¿qué significado tenía el templo de Zorobabel? La Judea no era ya un estado, ni siquiera era una provincia autónoma, pues estaba sometida al gobernador de Samaria; es pues natural que éste se interesara por todo cuanto ocurría en Jerusalén. Es más, los profetas Hageo y Zacarías habían designado de hecho a Zorobabel como “el ungido de Yahvéh” (Hg 2.20s; Zac 4.14); esto significa que ellos pensaban realmente en una restauración del reino de David. Su grito se apagó por lo visto sin consecuencias políticas, pero quedaba sin respuesta el problema relativo a la función del nuevo templo en el cuadro de la constitución.

Porque la realidad de un nuevo templo planteaba una serie de dudas en el futuro inmediato: si no existía una nación formalmente reconocida, la sumisión a Persia implicaba que cualquier cosa que hicieran los judíos estaría supervisada por ese imperio, incluso el culto regular ya restablecido. Las condiciones políticas, radicalmente distintas al periodo monárquico, ponían en entredicho la legitimidad de todos los actores del momento, desde el emperador persa, hasta los sacerdotes, pasando por los intermediarios ante el mismo imperio y dirigentes del proceso de reconstrucción. Como parte de la ceremonia de dedicación del templo, se organizaron “a los sacerdotes y a sus ayudantes según las instrucciones que Moisés había dado para la adoración a Dios en Jerusalén” (v. 18).

La celebración solemne de la Pascua (vv. 19-22, sección escrita en hebreo) muestra la intención de que el culto volviese a la normalidad en medio de la problemática presente. “El aspecto expiatorio de esta Pascua está en consonancia con la liturgia de la época; de igual modo, los sacrificios por el pecado de Israel (v. 17; Lv 4-5). Esta Pascua muestra también los signos de una cierta evolución con respecto a 2.36-40: sitúa en la escena codo con codo a sacerdotes y levitas (v. 20), y abre los caminos de una purificación comunitaria ya que, en ella, participan todos los que, regresando del exilio, rompieron con la impureza de las naciones (v. 21)” (P. Abadie y P. de M. de Viviès). El templo, como espacio efectivo de la presencia de Dios, planteaba un inmenso dilema teológico.

Conclusión

Los templos siempre han sido signos de contradicción para el pueblo de Dios, pues cuando éste se determina a comprender y experimentar la presencia de Dios de una manera que va más allá del espacio sagrado, es posible relacionarse con Él en todo el contexto comunitario. Tratar de “encerrar” a Dios en esos lugares dedicados a su nombre siempre resulta en una espiritualidad restringida y tradicionalista, atada a mentalidades e ideologías que no proyectan el presente y el futuro tal como el Señor los propone. El templo, sugiere Brueggemann, plantea implícitamente la presencia y la ausencia soberanas de Dios, y eso la comunidad de fe siempre debe respetarlo:

La reivindicación a favor de Yahvé como presencia real en el templo fue infinitamente problemática para Israel. Por un lado, Yahvé puede ejercer su libertad y estar ausente del templo. Esta crisis se pone de manifiesto en los salmos de lamento, donde Israel experimenta la ausencia y el silencio de Yahvé. Por otro lado, la libertad soberana de Yahvé puede ser presa de la rutina del templo, de manera que se olvida el verdadero carácter de Yahvé en una serie de prácticas sacramentales que se dan por descontado. Se trata de un serio problema para Israel, pues éste no quería negar que el templo fuese el lugar de la intensa presencia de Yahvé, de la cual Israel podía justamente esperar socorro. Al mismo tiempo, no obstante, la explotación y la domesticación de Yahvé provocaba en Israel protestas y reformas que pretendían reordenar el culto de una manera que fuera coherente con la intención de Yahvé, tal como se ofrece en el testimonio de Israel (W. Brueggemann).

Sugerencias de lectura

  • Philippe Abadie y P. de M. de Viviès, Los cuatro libros de Esdras. Estella, Navarra, 2014 (Cuadernos bíblicos, 180).
  • Samuel Pagán, Esdras, Nehemías y Ester. Miami, Caribe, 1992 (Comentario bíblico hispanoamericano).
  • Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento. I. Teología de las tradiciones históricas de Israel. 5ª ed. Salamanca, Sígueme, 1982 (Biblioteca de estudios bíblicos, 11).
  • Walter Brueggemann, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé. Testimonio. Disputa. Defensa. Salamanca, Sígueme, 2007 (Biblioteca de estudios bíblicos, 121).

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