septiembre 15, 2024

Esdras 9.1-11 Commentary

Pero ahora, Dios nuestro, tú has sido bueno con nosotros y has permitido que algunos quedemos en libertad y vengamos a vivir seguros en este territorio que tú apartaste para nosotros. Nos has dado nueva esperanza y has hecho renacer la alegría en nosotros.                                       Esdras 9.8, TLA

Trasfondo bíblico-teológico

Siguiendo la línea del capítulo anterior, Esdras 9 va a mostrar al líder religioso del pueblo de Dios reaccionando de una manera eminentemente espiritual al momento de recibir la evaluación de los jefes acerca del comportamiento en relación con los demás pueblos y culturas. La queja de los vv. 1-2 va a dominar el resto del relato hasta el final de la sección que lleva el nombre de Esdras: a) no se había preservado la pureza racial del judaísmo; b) se imitaban las costumbres de esas naciones; c) se habían realizado matrimonios con mujeres extranjeras; y d) los líderes del pueblo habían sido los primeros en actuar así. De modo que la previsible reacción de Esdras no podía ser otra, en el más clásico estilo de la antigüedad, que externar visiblemente su molestia, enojo y decepción, un auténtico coctel de emociones: se rasgó el vestido y el manto, se arrancó los cabellos de la cabeza y la barba y, más tarde, a la hora del sacrificio, se dirigió a Dios en oración (v. 3).

En el umbral de la oración

Dicha acción puede relacionarse con las de otros profetas, quienes acompañaban sus mensajes con drama, gestos y símbolos (cf. Jer 27; Ez 3.22-27). Así permaneció durante varias horas, presa del temor por el castigo divino que todo ello ameritaba (v. 4). Esdras trató de llamar la atención del pueblo para que comprendiese la gravedad del asunto. Rasgarse los vestidos era una señal de luto y dolor (véase Gn. 37.34; 2 S. 1.11; Job 1.20), así como arrancarse los cabellos (véase Job 1.20; Is 22.12; Jer 16.6; 41.5; Ez. 7.18). El vestido y el manto eran las dos prendas de vestir principales para los judíos. Esdras estuvo angustiado y deprimido en presencia de todo el pueblo, la hora de los sacrificios de la tarde, a las 3:00 p.m. (véase Éx 29.38-41), cuando se “levantó de su aflicción” (v. 5) y comenzó su oración de humillación por el pueblo. “La oración de Esdras continúa el simbolismo y el drama: la hizo de rodillas y con las manos extendidas. La oración de Esdras, que se encuentra en los vs. 6-15, no solo es de petición e intercesión, sino que, además, hace un análisis de la historia del pueblo” (S. Pagán).

Según esta oración, toda la historia de Israel ha estado caracterizada por el pecado y las iniquidades (vs. 6-7a). Su inicio dramatiza enormemente la situación y el contexto de desobediencia y juicio recibido por parte de Dios:

¡Dios mío, qué vergüenza! ¡Estoy tan confundido que no sé cómo hablarte! Nuestros pecados son tantos que si los pusiéramos uno sobre otro llegarían hasta el cielo. Hemos estado pecando gravemente desde hace mucho tiempo. Por causa de nuestra maldad todos nosotros, incluyendo a nuestros reyes y sacerdotes, hemos sido entregados al poder de los reyes de otros países. Hasta hoy nuestros enemigos nos han herido, robado, humillado y sacado de nuestro país.

Fue precisamente la actitud persistente de infidelidad la que produjo la caída de Judá y el exilio en Babilonia (v. 7), pero en medio de todo ello Esdras atisba una posibilidad de perdón y esperanza para el pueblo si está dispuesto a arrepentirse de sus faltas y transgresiones, especialmente al momento de evaluar los acontecimientos políticos recientes (vv. 8-9): a) “Pero ahora, Dios nuestro, tú has sido bueno con nosotros y has permitido que algunos quedemos en libertad y vengamos a vivir seguros en este territorio que tú apartaste para nosotros”, la posibilidad del retorno (8a); b) “Nos has dado nueva esperanza y has hecho renacer la alegría en nosotros”, el aspecto anímico para levantar al pueblo (8b); “Aunque somos esclavos, no nos has abandonado. Tu amor por nosotros es tan grande que hiciste que los reyes de Persia nos permitieran volver para reconstruir tu templo, el cual estaba en ruinas. ¡Aquí en Judá y en Jerusalén tú nos proteges!”, la coyuntura política del imperio persa interpretada en clave teológica (9).

Misericordia acumulada

“Esa evaluación teológica de la historia produjo la perspectiva necesaria para interpretar la realidad del pueblo en los tiempos de Esdras. Luego del dolor del cautiverio se manifestó la misericordia de Dios en la vida de un remanente del pueblo en Jerusalén y en las decisiones del imperio persa que favorecían a ese remanente del pueblo de Israel” (Ídem). El resultado de la misericordia de Dios fue la reconstrucción del templo de Jerusalén (v. 9). La oración de Esdras continúa con una nota de preocupación (vv. 10-11), pues la experiencia de la bondad de Dios que hizo posible la restauración del templo estaba en riesgo por el nuevo caso de infidelidad del pueblo, el cual ponía en peligro todo lo ganado hasta entonces y la proyección futura de los repatriados. Según la oración, al reincidir en la desobediencia, la comunidad judía infringió los mandamientos divinos por causa de los matrimonios con mujeres extranjeras (12). Debido a ello, Dios podía indignarse y consumir al pueblo, acabando incluso con el remanente (v. 14). La oración finaliza con una doxología que celebra la justicia de Dios (15).

Esta oración es parte de las llamadas Memorias de Esdras, pues luego del exilio, la confesión de pecados tomaría un modelo similar al de la oración del escriba, dado que se repitió varias veces (Neh 1.5-11; 9.6-38; Dn 9.4-19). “En la oración, Esdras no sólo se dirige a Dios, sino al pueblo. Un tono homilético se manifiesta en la misma. Era una oración que el pueblo debía escuchar” (Ídem). Su vocabulario remite a frases e ideas de diversos libros que se atribuyen a los profetas (cf. Dt 7.13; 11.8; 23.6; 2 R 21.16; Is. 1.19), y el v. 14 presenta dos preguntas retóricas que promueven el arrepentimiento del pueblo: “¿Hemos de volver a infringir tus mandamientos, y a emparentar con pueblos que cometen estas abominaciones? ¿No te indignarías contra nosotros hasta consumirnos, sin que quedara remanente ni quien escape?”.

Conclusión

La oración de Esdras queda, pues, como un testimonio estremecedor de un líder espiritual que asumió la culpa y el dolor por ella desde dentro del pueblo, no como un espectador que podría distanciarse de la responsabilidad histórica de sus antepasados cercanos, pues esas barreras cronológicas han sido borradas, es decir, se percibe que el pueblo ha pecado como un solo bloque:

Una de las características principales de esta oración es que no reduce a Esdras a la posición del intercesor por los culpables, sino que se hace solidario del pecado colectivo hasta identificarse con la comunidad misma. Así pues, toda la historia es percibida desde sus orígenes bajo la perspectiva de una infidelidad total. El efecto de esta globalización es que no se distingue ya entre el pecado de los padres, que pertenece al pasado, y la inocencia de la generación presente —lo que contradice a Jr 31.29 y, más aún, a Ez 18.1-20—. Deja de existir un pasado inocente o una generación víctima de un peso inmerecido; la culpa lo abarca todo, como en tiempos del diluvio, “hasta sobrepasar nuestra cabeza” y crece hasta el cielo (v. 6) (P. Abadie y P. de M. de Viviès).

Orar a nombre de un pueblo entero es una gran responsabilidad histórica. Esdras la asumió en medio de tiempos muy exigentes y salió airoso en condiciones sumamente complicadas pues lo que estaba en juego era la continuidad de la fe de ese pueblo que tenía problemas para valorar las acciones divinas. No era malo que dudara esa comunidad sino que debía remontarse de toda la oposición interna y externa para avanzar como parte de la historia de salvación que incluso continúa en nuestros días. La oración bien situada es una responsabilidad permanente para todo el pueblo.

Sugerencias de lectura

  • Abadie y P. de M. de Viviès, Los cuatro libros de Esdras. Estella, Verbo Divino, 2018 (Cuadernos bíblicos, 180).
  • Samuel Pagán, Esdras, Nehemías y Ester. San José, Caribe, 1990 (Comentario bíblico hispanoamericano).

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