“HE AQUÍ YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS”: NUEVA HUMANIDAD (Ez 11.14-25; Ef 4.17-32)
Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser honestos y santos de verdad, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para ser como él.
Efesios 4.23-24, Traducción en Lenguaje Actual
Trasfondo del texto: La esperanza en una nueva humanidad
La década de los 60 del siglo pasado tuvo entre algunos de sus debates, precisamente el relacionado con la posibilidad de la nueva humanidad, especialmente desde algunas experiencias sucedidas en América Latina. Las revoluciones se plantearon en algún momento, con cierto triunfalismo, el acceso real a esa esperanza anunciada por el cristianismo, aunque no muy visible en los hechos. El debate alcanzó niveles complicados, pues se especulaba acerca de cómo esos gobiernos, que alcanzaron el poder mediante la violencia, podrían establecer las bases para algo que solamente podría partir del interior de los hombres y mujeres convencidos de verdad de que es posible renovar la existencia y las mentalidades. Desde algunos espacios religiosos, la reacción fue agresiva contra los alardes de que en esas sociedades estaba surgiendo la nueva humanidad o, como se decía entonces, “el hombre nuevo”, frase que incluso apareció en libros de teoría política y en algunos textos literarios. Con todo, esas afirmaciones llamaron la atención hacia el hecho de que la nueva humanidad seguía (y sigue siendo) una utopía o un sueño dorado, que busca realizarse de muchas maneras en la historia.
Separados por el tiempo y el espacio, el profeta-sacerdote Ezequiel y el apóstol Pablo soñaban también con una nueva humanidad. El primero, en su situación de exiliado, expuso la necesidad de que el pueblo de Dios esté compuesto por personas con “corazón de carne”, es decir, sensibles a las nuevas intervenciones de Dios en la historia para recomponer la vida del pueblo. La proyección futura de esa realización es intuida en medio de una crisis social, religiosa y política que obligó al pueblo a enfrentar una nueva situación, pero que por sí sola no le haría cambiar el rumbo de su fe. La nostalgia (o añoranza) divina que deja ver las palabras de Ezequiel se transformó en un anuncio de restauración plena en el que la nueva humanidad es una condición para el reinicio de la vida en medio de una situación crítica. Es notable, además, la forma en que la gloria de Dios abandonó Jerusalén y el templo para acompañar al pueblo en fidelidad a su pacto (Ez 10.18-19), pero como signo de que las condiciones del pacto se habían transformado profundamente.
La afirmación paulina de la nueva humanidad en Cristo
En el marco de su reflexión acerca de la unidad de la Iglesia, el apóstol Pablo, preso por el testimonio de Jesucristo, delineó en trazos enérgicos los rasgos de la nueva humanidad, una de las consecuencias más inquietantes dela obra de Dios por medio de su Hijo en el mundo. Cristo, como primogénito y representante de la Nueva Humanidad, posibilita que quienes han aprendido de él (Ef 4.20-21) sean capaces de desprenderse, como de una vieja piel, de la antigua humanidad, ligada a los criterios y valores ajenos y contrarios al Reino de Dios, en vistas de los “malos deseos” que “dirigían su manera de vivir” (4.22).
Despojarse de la vieja humanidad o hacerla a un lado significa asumir la novedad de vida prometida por Jesús y vestirse de la nueva humanidad, creada por Dios en la justicia y santidad de la verdad (4.24). La renovación de la mente (en griego, nous) alude a la conversión (metanoia, “cambio de mente”), es decir, reencauzar la vida completa y entrar en el camino marcado por Jesús. Llama poderosamente la atención que Pablo no exhortó a sus lectores a cumplir preceptos o leyes religiosas moralizantes, sino a invadir la vida cotidiana con los valores y prácticas propios del Reino de Dios.
Por ello, Pablo observa esta propuesta divina como propia del horizonte de las acciones del Espíritu Santo en el mundo. La renovación del lenguaje, de las acciones encaminadas al beneficio común y, sobre todo, la supremacía de la verdad en todas las relaciones, constituye el centro de la enseñanza del apóstol. La exhortación específica, en ese sentido, es a hacer presente en la vida de todos los días la nueva humanidad como signo efectivo de la aurora del nuevo mundo prometido por Jesús. La fuerza del perdón otorgado por Dios, agrega Pablo (Ef 4.32), debería ir más allá del ambiente solamente religioso a fin de propiciar nuevas condiciones de entendimiento entre las personas. El contexto de los creyentes de Éfeso era particularmente exigente para quienes, habiéndose agregado a la comunidad cristiana, debían afrontar, desde su cultura, el reto de hacer visible el Evangelio en sus vidas.
Los desafíos para hoy
La nueva humanidad sigue siendo un enorme desafío, especialmente cuando hoy se promueve y practica una manera de ser humanos que no necesariamente coincide con el anuncio bíblico que, en rigor, plantea la necesidad de recuperar permanentemente la solidaridad colectiva para que sobreviva la especie. Hoy se ve a los seres humanos como si fueran números y como consumidores pasivos de productos de alta tecnología que, supuestamente, han venido a resolver la vida para siempre. La ambición excesiva por los bienes materiales ha cambiado nuestra manera de vivir y amenaza seriamente la comprensión de la fe como forma de vida y como don de Dios. El apóstol Pablo y su comprensión de la fe con un rostro humano ofrece una pauta que puede ayudar a recuperar el respeto por los valores sagrados de la vida y la coexistencia pacífica.
Hace falta que, como miembros de la Iglesia de hoy, adaptemos los principios esperanzadores de las Escrituras para transformarlos en acciones concretas que manifiesten firmemente la forma en que el Evangelio puede hacernos más humanos. Si nuestras vidas han sido transformadas por el poder del Espíritu divino, la imagen de Dios se restablece en nosotros.
Conclusión
La nueva humanidad será posible en la medida en que los portadores del mensaje cristiano se dejen modelar por la figura de Jesucristo, quien introdujo al mundo los rasgos de una forma coherente de ser humanos, esto es creadores conscientes, maduros y críticos de una civilización que no se sienta cristiana únicamente por haber nacido en la era que lleva ese nombre. Quienes conducen el destino de la humanidad deberán recordar que el modelo de humanidad deseado por Dios está todavía muy lejos de cumplirse y que es parte de su responsabilidad que millones de personas no abandonen ese ideal y continúen en su esfuerzo de fe por conseguirlo.
Como lo ha expresado el profesor Mariano Ávila: “Después de enunciar los principios que rigen la vida cristiana, [San Pablo] se avoca a lo que ellos significan en la práctica. La sociedad alternativa se construye en la vida cotidiana y allí es donde los cristianos deben actuar como nuevas cristianos”. O en palabras poéticas:
Vestirnos con tu Hijo
es el único camino seguro
hacia la nueva humanidad:
nuestro destino es acunarla
que fluya desde nuestra piel
que se dispare en ondas de vida
que invada a otros seres
que ilumine a la crónica oscuridad del mundo
Esta realidad que nos visita
cuando nos aferramos a la roca
de tu promesa
es accesible sendero de fe
inconcebible para el soberbio
posible para el que reconoce
su infrahumanidad
(LC-O)
Sugerencia de lecturas
- Mariano Ávila Arteaga, Carta a los efesios. Miami, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008.
- Eladio Chávarri, Perfiles de nueva humanidad. Salamanca, San Esteban, 1993.
- Luigi Schiavo, “En la plaza de la ciudad: la negociación cultural (Efesios 4.1-32)”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 68, 2011, 1, pp. 69-81, claiweb.org/images/riblas/pdf/68.pdf. (enlace ya no vivo)
- John W. Stott, La nueva humanidad: el mensaje de Efesios. Buenos Aires, Ediciones Certeza, 1987.
- Leif Vaage, “Construyendo una nueva humanidad: lectura utópica de Efesios 5.1-21”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 68, 2011, 1, pp. 82-90, claiweb.org/images/riblas/pdf/68.pdf. (enlace ya no vivo)
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enero 22, 2017
Ezequiel 11.14-25; Efesios 4.17-32 Commentary