mayo 2, 2021

Filemón 1 Commentary

Tal vez Onésimo se alejó de ti por algún tiempo, para que ahora sea tuyo para siempre. Sólo que ahora ya no lo tendrás como a un esclavo, sino como a un hermano muy querido, lo cual es mucho mejor.

Filemón 1.15b-16, TLA

Trasfondo bíblico

Históricamente, todos los imperios identifican muy bien las ideologías y creencias que pueden ser peligrosas para sus fines y propósitos. En el libro de Daniel se relatan muy bien las diversas ocasiones en que el imperio babilónico intentó suprimir la fe yahvista, pues advertía que en ella se encontraba la semilla de la resistencia espiritual al endiosamiento de los monarcas y del imperio mismo. El propio Daniel fue objeto de conjuras para acabar con él como parte del proceso de “depuración” de las personas que no fueran leales de manera absoluta a los dictados del emperador. La fe en un Dios único, invisible y universal era un fuerte peligro potencial para el sistema ideológico impuesto por la fuerza de las armas en esa época. La disidencia religiosa, la crítica cultural y hasta el anarquismo al que conducía eventualmente la fe en Yahvé hacían que Nabucodonosor y todo su aparato político se cimbrase y estuvieran muy atentos a las prácticas derivadas de ella. Las visiones de Daniel y la tortura a la que fue sometido junto con otros compañeros judíos integrados burocráticamente al gobierno dan fe de una serie de intentos por eliminar cualquier rastro de religiosidad alternativa a las imposiciones ideológicas del imperio.

Los imperios, castigo para las naciones perversas

Un análisis del profesor chino Philip Chia muestra las tácticas elementales del imperialismo babilónico: conquistar la tierra, desalojar a sus habitantes originales, llevarlos a otra tierra, darles un trabajo a los más aptos, cambiar sus nombres, imponerles la cultura del imperio (mediante la comida) y transculturarlos (Dn 1.1‐2, Dn 1.3-7). Pero también muestra la resistencia de los colonizados (Dn 1.8‐16, “La resistencia y resolución”; Dn 1.17‐21, “El éxito de los subyugados”). En el caso del personaje bíblico, su resistencia a la asimilación colonial (“hacerse al modo de pensar de los conquistadores”) es la raíz de todo lo que sucede a su favor, a fin de superar los abusos del colonialismo babilónico.

El resumen del teólogo cingalés R.S. Sugirtharajah, profesor de la Universidad de Birmingham, acerca de la perspectiva del Antiguo Testamento es amplio, contundente y profético:

Los imperios se condenan por su carácter predatorio y por su arrogancia. Los imperios son armas de doble filo. A veces se considera que juegan un papel providencial como agentes liberadores, pero con mayor frecuencia sufren severos castigos. Los imperios surgen como un azote contra las naciones perversas y a su vez son castigados por las medidas opresoras que imponen a las naciones sometidas. Los sirios son condenados por maltratar violentamente al pueblo vencido de Gilgal, los filisteos por el acto inhumano de comerciar con esclavos, los fenicios por romper un tratado y practicar la esclavitud, los edomitas por su violencia, los amonitas por las masacres de las mujeres inocentes, y los moabitas por profanar los cadáveres de sus enemigos. […]

Y agrega: “Las escrituras hebreas sugieren que los imperios, debido a su fuerza militar y al poder derivado de ella, tienden a comportarse con arrogancia. La discriminación, la opresión, la inhumanidad, la crueldad y todas las manifestaciones de barbarie no son menos censurables porque las ejecuten naciones elegidas como instrumento de Dios”. Cuando el seguimiento de Jesús de Nazaret fue más allá de las fronteras de Palestina, el choque con la ideología del Imperio Romano se hizo muy visible en determinadas prácticas que el judeocristianismo comenzó a hacer realidad en las comunidades. Una de ellas, la del discipulado de iguales, consiguió superar las barreras raciales, socioeconómicas y culturales, al integrar personas de diversos orígenes en espacios geográficos controlados por el imperio, lo cual representaba un atentado a su dominación ideológica. El caso del esclavismo era muy notorio, debido a que se trataba de la base misma del sistema económico.

Pablo, Filemón y Onésimo: la esclavitud como dilema cristiano

En la carta que dirigió el apóstol Pablo a Filemón, lo que estaba en entredicho era la posibilidad de que la fe en Jesucristo pudiera hermanar a personas de diferentes niveles sociales, económicos y culturales, por encima de las imposiciones del imperio. Tal como lo explica la biblista brasileña Ivoni Richter en un estudio muy minucioso del tema:

Pablo continúa moviéndose dentro del sistema esclavista y de sus leyes. No toca la autoridad y el poder que Filemón tiene para disponer sobre su propiedad (res = cosa) llamada esclavo Onésimo. Pablo necesita de su consentimiento para cualquiera que sea su intención en relación con Onésimo. Sin eso, Onésimo continúa sin oportunidad ni voz. Continúa siendo res [objeto, mercancía], no persona que opta por su camino. Por eso, Pablo centra su pedido en “tanto en la carne como en el Señor” [v. 16: “Sólo que ahora ya no lo tendrás como a un esclavo, sino como a un hermano muy querido, lo cual es mucho mejor. Yo lo quiero mucho, pero tú debes quererlo aún más. Quiérelo como a un miembro de la familia del Señor, y no como a cualquier persona”, TLA].

La actuación de Dios en medio de la comunidad es vista como la razón de ser de la nueva comunidad: “La gracia de Dios en Cristo Jesús sustenta la comunión de las personas y de la comunidad y permite que se viva en una estructura de relaciones cualitativamente nuevas, las cuales hacen visible la paz de Cristo”. La superación del esclavismo se presentó como un enorme desafío para la comunidad de fe, en medio de un mundo desigual que reclamaba la aceptación total de todos los súbditos del imperio.

Pablo articula un texto a partir de la prisión, hacia la realidad del sistema esclavista romano. El texto es penoso como lo es la propia situación, pero consigue formularlo con tal claridad que supera y derrumba todos los obstáculos, pues al final Pablo puede exteriorizar aquello que retuerce sus entrañas (vv. 15-17). […] Ése es el deseo de Pablo, expresado en esa escatología presente. Está declarada la superación del sistema esclavista a través del amor y de la fe en Jesucristo. La acogida de Onésimo debe suceder en la integralidad de la koinonia, tanto a nivel socio-material, cuanto espiritual. Filemón debe recibir a Onésimo como hermano amado, y no como a esclavo. Siendo hermano, no es posible continuar como esclavo. Las categorías esclavo-hermano son incompatibles (énfasis agregado).

Conclusión

Ante las imposiciones ideológicas y prácticas de los imperios para normar la convivencia humana manteniendo diferencias entre las personas, la fe cristiana se presenta como un factor de resistencia espiritual capaz de afrontar y debatir con esas imposiciones. Cada generación de creyentes, confrontada también por las obligaciones sociopolíticas de los poderes, debe reaccionar con un sólido compromiso de fe basado en la firme convicción de la realidad de la nueva humanidad que Jesucristo ha establecido en el mundo. En palabras de Richter: “Eso continúa siendo un llamado, un desafío y una exigencia evangélica para nosotros. En la carta, el pedido se refiere a un hombre respecto de otro hombre. Ese pedido, sin embargo, puede y se debe ampliar para todas las personas, niños, mujeres y hombres que viven bajo cualquier presión y sistemas que los transforman en res, ‘cosa’, robándoles la dignidad de criaturas, imagen y semejanza de Dios”.

 Sugerencias de lectura

  • Philip Chia, “On naming the subject: Postcolonial reading of Daniel 1”, en R.S. Sugirtharajah, ed., The Postcolonial Biblical Reader. Victoria, Blackwell Publishing, 2006, 171-185.
  • Ivoni Richter Reimer, “La eficacia de la fe en la superación de desigualdades. Estudio exegético sobre la carta de Pablo a Filemón, Apia y Arquipo”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 28, 1997, pp. 66-80, centrobiblicoquito.org/images/ribla/28.pdf.
  • S. Sugirtharajah, La Biblia y el imperio. Exploraciones poscoloniales. Madrid, Akal, 2009.

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