Pero, al llegar el momento cumbre de la historia [pléroma tou kronou], Dios envió a su Hijo, nacido [genómenon] de mujer, nacido [genómenon] bajo el régimen de la ley, para liberarnos del yugo de la ley y alcanzarnos la condición de hijos adoptivos de Dios.
Gálatas 4.4-5, La Palabra (Hispanoamérica)
Se trata de la solidaridad máxima de Dios en su Hijo, quien asume la historia en toda su dimensión humana: nacido de mujer y bajo la ley. La liberación acontece desde abajo: consiste en abolir la esclavitud de la ley y de todo otro sistema esclavizante, convirtiendo a los esclavos y esclavas en hijos e hijas llamados a vivir en libertad.
Elsa Tamez
Trasfondo bíblico-teológico
Estamos nuevamente en tiempo de Adviento, a punto de experimentar una vez más la alegría de la intervención directa de Dios mediante el nacimiento de su Hijo en el mundo. Esta gran acción divina se ha identificado con la imagen de la luz que viene al mundo a iluminar su oscuridad. Nada más exacto: la historia de la salvación es el proceso por medio del cual Dios ha manifestado históricamente su presencia en el mundo. La frase del filósofo griego, modificada por el teólogo Karl Barth, lo expresa maravillosamente: “Después de que Dios mismo se hiciera hombre, el ser humano es la medida de todas las cosas”. Y es que en la Navidad celebramos el esfuerzo divino para entrar en la historia y quedarse en ella. A partir de la primera Navidad, Dios se quedó irremediablemente ligado al mundo: Dios se introdujo a sí mismo en el mundo profano y se quedó en él voluntariamente. El Adviento significa anticipar, preparar, anunciar la venida de quien viene a hacer nuevas todas las cosas. Tal como se plantea desde el ámbito valdense italiano: “La anticipación de la Navidad fortalece cada año nuestra confianza en que se nos ha abierto una puerta a la gloria de Dios. ¿Conoces niños esperando algo? ¿La llegada de invitados a una fiesta? ¿Los abuelos que podrían tocar el timbre en cualquier momento? Los niños preguntan constantemente ¿cuánto falta? Si eres consciente de su impaciente felicidad, habrás captado la atmósfera del Adviento. Las semanas previas a Navidad son semanas de espera. Esperamos con impaciencia, pero al mismo tiempo llenos de alegría, la llegada de Nuestro Señor, celebrada simbólicamente en la celebración navideña” (G. Traversari). “El Adviento es hacer conciencia de que Dios está con nosotros” (Sarah Mae Gabuyo, reverenda filipina).
La Navidad según san Pablo
Dos de los cuatro evangelios narran los sucesos relacionados con el nacimiento de Jesús. Nadie incluiría a San Pablo entre los “promotores” de la fiesta navideña como tal, pero eso no significa que el apóstol de los gentiles no tuviera en alta estima el hecho mismo de la encarnación del Hijo de Dios en el mundo, aunque con una mirada sumamente crítica y aguda. Su percepción del nacimiento de Jesús se enmarcaba en el contexto mayor de la historia de la salvación y del esfuerzo divino por superar las limitaciones impuestas por una interpretación de la Ley religiosa antigua, la cual, en vez de acercar a la humanidad a las consecuencias de la salvación, la mantenía alejada debido a la primacía de las prácticas rituales externas. “El pasaje más antiguo del Nuevo Testamento sobre el nacimiento de Jesús se encuentra en la Epístola a los Gálatas [4.4] […] Este es probablemente el momento cumbre de la Epístola, en el que Pablo anuncia el cumplimiento de la salvación. Dios Padre interviene en el curso de la historia con un acontecimiento extraordinario, pues ha llegado la plenitud (en griego: ‘el llenado’) de los tiempos: el tiempo mesiánico. Las épocas que precedieron a este punto de inflexión no son sólo un período previo, sino un tiempo de preparación y expectación para el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento” (“Nacido de mujer, nacido bajo la Ley…”).
Pablo da el salto cósmico, histórico y existencial para situar el nacimiento de Jesús como parte del proceso de superación de la ley, como “cumplimiento del tiempo” (pléroma tou jronou: adentro del tiempo cronológico, histórico), de la plenitud de los designios divinos, de la madurez de la historia humana de salvación, pero sólo mediante la experiencia de vivir bajo ella, previo “nacimiento de una mujer”. Como escribe Benjamín Hernández: “Pablo no hace una narración anecdótica, sino una descripción teológica de las implicaciones de los eventos que se dieron en esa noche [“navideña”]”.
De este modo, el apóstol situaba la aparición de Jesús en la historia como parte del inicio de un nuevo eón, es decir, de la nueva etapa de relación de Dios con la humanidad y con la formación de un nuevo pueblo que dejara atrás la amarga… enriquecedora, experiencia de Israel. Para él, la Navidad vendría a ser algo así como la punta del iceberg del trabajo de Dios por traer a la luz una etapa de libertad y dignificación de la vida en medio de tantos signos de muerte. El nacimiento de Jesús no fue un hecho aislado sino que se colocó en el centro y la raíz de la consumación de la salvación.
El tiempo maduro para Dios: “el momento cumbre de la historia” (4.4a)
Cuando Dios tuvo a bien asumir la forma humana en la persona de Jesús de Nazaret, un hombre histórico sujeto a todas las situaciones del mundo, la centralidad del cuerpo en el plan divino alcanzó una dimensión extraordinaria, pues semejante acontecimiento abrió las puertas para plantear lo que en la Revelación era un sueño remoto. Hablamos de la humanidad de Dios, pues estrictamente hablando, el Creador de todas las cosas, asumía, por fin, radicalmente, como nunca antes, la existencia histórica adentro del mundo. Dios se situó en el mundo de una manera que podía redimirlo radicalmente para convertirse en el espacio donde su Reino podría manifestarse plenamente. No sería necesario, con ello, practicar una ruptura o un choque con las realidades visibles para relacionarse con Él. Su voluntad redentora atravesaría airosamente la aduana corporal para hacer visible su gloria mediante la persona de alguien que revelaría su amor y justicia por igual.
Los peros de Pablo son sumamente aleccionadores: en Gál 3.23 a 4.7 hay cuatro de ellos, todos iluminadores y directos. “Pero antes de que viniese la fe” (3.23), referido a las condiciones de sometimiento a la ley; “pero venida la fe ya no estamos bajo ayo (paidagogos, 3.25), todavía en el plano de la época antigua, cuando el maestro todavía cree que puede enseñarnos mucho y no renuncia todavía a ser nuestro preceptor: es la etapa de la oscuridad. “Pero también digo: entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo”: la posposición de derechos hasta poder alcanzar la mayoría de edad. Finalmente, “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo (4.4)”, cuando la historia estaba madura, por fin, para recibir al Hijo de Dios, no antes ni después, cuando la historia se había embarazado lo suficiente. Se cumplieron los tiempos, no el alineamiento de estrellas o planetas, en una coyuntura determinada, como si Dios se impacientara ante la arrogancia de los imperios, para que Dios mismo hiciera su aparición en la historia en la figura de un niño. “La plenitud del tiempo no depende de los hombres, sino exclusivamente de la decisión libre e inexplicable de Dios” (C.H. Lenkensdorf). “No se ha cumplido el plazo para que Dios intervenga, ni cuando lo pedía ‘el desarrollo de la humanidad logrado hasta un cierto punto’ (de Wette), ni cuando la autoconciencia de la humanidad había llegado a la madurez (F. Chr. Baur), ni cuando la necesidad de redención se había hecho más acuciante (Sieffert), sino cuando plugo a Dios” (H.Schlier).
Nacido de mujer, nacido bajo la ley
“Dios envió a su Hijo, nacido de mujer”, como cualquier persona común y corriente, sin ningún aspaviento. Pablo desnuda de tal forma el evento de la encarnación de Dios, para que los gálatas entendieran la manera en que Dios mismo se enfrentó al predominio de la ley, el verdadero enemigo del plan de Dios. “Cuando se colmó la medida, que él había estabalecido, cuando llegó ‘la plenitud del tiempo’, el Hijo eterno de Dios se hizo hombre según la voluntad del Padre; tomó carne de una mujer como cualquier hombre, y como cualquier hombre se sometió a la ley. El Hijo preexistente de Dios, que existía desde la eternidad, entró en la historia de una forma sencilla, inadvertida por el gran mundo. La acción salvadora de Dios no es una experiencia del alma a solas con Dios, sino que fue una historia ‘en el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea (Lc 3.1)’” (O. Kuss).
“Nacido bajo la ley”: porque la ley es la matriz de las armas de la muerte, las armas de la oscuridad que intentan someter al mundo bajo sus argucias. Sólo que no se cuenta lo suficiente con que el espíritu paternal/maternal de Dios recurre a la sensibilidad y a la ternura para hacerse presente en el mundo y en la vida de cada persona para transmitir su sentido de familiaridad y apego. Nacer bajo la ley es estar bajo el signo de Caín, del pecado, de la injusticia. A Dios, en su Hijo, le hacía falta caminar bajo esa sombra, bajo esa carga que ahora se sigue experimentando en medio de las crisis. Pero también está presente el enigma y la paradoja de la Ley, esa mirada omnipresente que todo lo juzga y que a él mismo no dejó de señalarlo como un proscrito por haberla obedecido íntegramente, porque finalmente el sueño divino se cumplió: hubo alguien que, históricamente, fue capaz de obedecerla a cabalidad, de principio a fin. Y fue ella quien lo mató luego de conseguirlo, luego de derrotarla y sustituirla como garantía de la acción de Dios en los sucesos de todos los días…
La segunda expresión que acentúa la humillación es haber “nacido bajo una Ley” (en griego no hay artículo). Jesús no es sólo un hombre entre los hombres, sino también un judío: está sometido a la ley mosaica. Por eso vino en condición de esclavo: la situación del hombre antes de la venida mesiánica, debida precisamente a la Ley (cf. Gál 4,5), es decir, a una norma externa, a la que hay que someterse, obedecer, y que conlleva incluso la pena de muerte. El Señor, perfectamente libre ante la Ley, se sometió a ella, para ser en todo, excepto en el pecado, igual a nosotros (“Nacido de mujer, nacido bajo la Ley…”).
Conclusión
El propósito del nacimiento de Jesús, dice Pablo en otras palabras, es “redimir a los que estaban bajo la ley” (v. 5) y a través de un nuevo inicio (otro nacimiento, otra creación: II Co 5.17) sumarse a la nueva humanidad iniciada por Jesús como “segundo Adán” (Romanos). En el esquema salvífico paulino en Gálatas, esto sucede gracias a la adopción como hijos verdaderos, una figura jurídica que se impone sobre los lazos de sangre, pero que tiene el mismo valor, en lo que acaso sea uno de los más grandes logros de la ley humana y ahora divina:
Pablo creía y afirmaba que el envío del Hijo de Dios sucedió en el nudo de la Historia de la salvación. Por ello, el pueblo de Cristo son esos “para los que ha llegado el fin de los tiempos” (I Co 10.11, cf. Mr 1.15). […] Pero enfatiza que el nudo de la Historia de la salvación, señalado con la venida de Cristo (cf. 3.24: eis Xriston) o la llegada de la “fe” (cf. 3.23, 25), constituye la época establecida por Dios para que el pueblo de Dios reciba la herencia como hijos e hijas maduros y responsables. La venida de Cristo convierte esta época concreta en pléroma tou xronou (Ídem, énfasis agregado).
Es decir, Pablo concluye diciendo que esta madurez y responsabilidad de los hijos e hijas de Dios los conducirá a la verdadera humanidad, a la verdadera libertad, propósito supremo de la salvación en Cristo Jesús. De esta manera es posible que se cumpla la máxima aspiración humana en el marco de la voluntad divina. Así es como la “Navidad” alcanza sus objetivos específicos. “Ésta es la Navidad según Pablo. El Apóstol no habla de cueva, ni de pesebre, ni de ángeles, ni de pastores; no menciona a María, ni a José. No hay Belén, no se menciona la posada donde no había sitio; faltan Herodes, los doctores de la Ley y los Magos. Sin embargo, existe lo esencial: el nacimiento del Salvador en la carne para nuestra salvación” (Ídem).
Sugerencias de lectura
- Karl Barth, “Culto político”, en Instantes. Textos para la reflexión. Maliaño, Sal Terrae, 2005.
- F. Bruce, Un comentario de la epístola a los Gálatas. Terrassa, CLIE, 2004 (Colección teológica contemporánea, 7).
- Otto Kuss, Carta a los Romanos. Cartas a los Corintios. Carta a los Gálatas. Barcelona, Herder, 1976.
- Carlos H. Lenkensdorf, Comentario sobre la epístola a los Gálatas. México, El Escudo, 1960.
- “‘Nacido de mujer, nacido bajo la Ley’: La Navidad según San Pablo”, en La Civiltá Cattolica, 23 de diciembre de 2022, https://www.laciviltacattolica.es/2022/12/23/nacido-de-mujer-nacido-bajo-la-ley-la-navidad-segun-san-pablo/
- Heinrich Schlier, La carta a los Gálatas. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1975.
- Elsa Tamez, “Gálatas”, en A. Levoratti, dir, Comentario bíblico latinoamericano. Nuevo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2007.
- Gesine Traversari, “Adviento: el tiempo en que se abren las puertas”, en Chiesa Valdese, 27 de noviembre de 2024, https://chiesavaldese.org/avvento-il-tempo-in-cui-le-porte-si-aprono/.
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diciembre 7, 2025
Gálatas 4.1-5 Commentary