enero 7, 2024

Génesis 32.1-11 Commentary

Jacob envió delante de sí mensajeros a Esaú, su hermano, que estaba en la tierra de Seir, en el campo de Edom, y les dio las siguientes instrucciones: “Díganle a mi señor Esaú de parte de su siervo Jacob: ‘Hasta ahora he estado viviendo con Labán. Tengo vacas, asnos y ovejas, y también siervos y siervas. Envío a decir esto a mi señor, para pedirle que me trate con bondad’”.

Génesis 32.3-5, Reina-Valera Contemporánea

Trasfondo bíblico-teológico

No cabe duda de que la reconciliación es uno de los temas bíblicos mayores y que debe ser considerado muy seriamente al momento de abordarlo. Un indicio de su importancia, si se presta atención a las traducciones, es que en las revisiones Reina-Valera de 1960 y 1995 aparece únicamente cinco veces; en Dios Habla Hoy se encuentra 48 veces en 12 libros. Quizá sería más fácil tratar el tema desde el punto de vista doctrinal (especialmente para hablar de la reconciliación de Dios con su pueblo), para lo cual es ideal acercarse al Nuevo Testamento, pero en esta ocasión se analizará el caso de Esaú y Jacob como modelo paradigmático de reconciliación personal y familiar en el Antiguo Testamento, con la referencia al desarrollo de la masculinidad de Jacob como elemento agregado y que la historia permite estudiar con cierto detenimiento. A la reconciliación preceden la culpa y el perdón y se ha vuelto ya un asunto de especialización en todos los niveles de la existencia humana y social, al grado de que, cuando se crean comisiones de la verdad o de reconciliación para abordar problemáticas muy concretas (guerras, genocidios, abusos), tienen que considerarse todos los aspectos implicados: morales, espirituales, psicológicos, políticos y existenciales, por lo menos. Hay un gran trasfondo psico-espiritual en ese reencuentro y reconciliación que hoy podría ayudarnos a experimentar reencuentros y reconciliaciones con hermanos/as con los que juraríamos que eso sería imposible a la luz del amor común experimentado por parte de Dios y del Señor Jesucristo.

A eso nos avocaremos en este análisis y reflexión bíblicos porque es posible trabajar el tema en múltiples niveles: pareja-matrimonio, familias, naciones, sectores sociales y un largo etcétera. Aunque bien podríamos preguntarnos por otros casos bíblicos de reconciliación o no-reconciliación: Sara-Agar, Moisés-Miriam-Aarón, David-Absalón, Egipto-Israel, Evodia-Síntique, Jesús-Judas, Pedro-Pablo y otros más, sin dejar de pensar en la reconciliación mujer-mujer u hombre-mujer.

Un personaje urgido de reconciliación con su hermano ofendido (vv. 1-6)

Estamos dentro de la gran saga de Jacob, un amplio proyecto narrativo (que abarca los caps. 25-35 y 42-50 de Gn), auténtica novela de enredos plagada de elementos legendarios y contradictorios que le dan cuerpo a una historia ligada profundamente al desarrollo del pacto de Yahvé con su pueblo. Todo comenzó desde el vientre mismo de Rebeca cuando nació la rivalidad que se fue desplegando con el paso del tiempo, sus aficiones e inclinaciones (25.23). El episodio que propició su distanciamiento sucedió cuando Jacob “compró” la primogenitura a su hermano (25.27-34). Jacob tuvo que huir de la ira y de la amenaza de Esaú (27.41), con lo que inició un distanciamiento que se prolongó durante mucho tiempo (unos 20 años), durante el cual se fue gestando la figura y el carácter de Jacob como escogido de Yahvé mediante varios acontecimientos importantes (Betel, 28.10-22; su relación con Labán y sus hijas, 30-31). Parecería que siempre estaría huyendo, pero después de todo ello, vino el momento en que, como narra el comienzo del cap. 32, “le salieron al encuentro ángeles de Dios”, con lo que se prepara el escenario para el eventual reencuentro con su hermano. Esto sería un anticipo de su posterior “lucha con el ángel”, preludio obligado de la reconciliación con Esaú. “Después de la tensión creciente con su suegro y la separación de negocios en la que ninguno actuó honorablemente, Jacob dejó a Labán. Ya que obtuvo su posición por medio del truco sucio de Labán años atrás, Jacob vio la oportunidad de legitimarla haciendo un acuerdo con su hermano Esaú. Sin embargo, él esperaba que las negociaciones fueran tensas” (“La transformación de Jacob…”).

Pero he aquí que el relato empieza a mostrar una versión modificada de Jacob, es decir, alguien que muestra haber aprendido de sus errores y artimañas y que se prepara para reencontrarse con Esaú. Allí aparecen los dos niveles del relato: el superficial, relacionado con la estrategia para el reencuentro, y el profundo, esto es, cómo el posible nuevo Jacob ahora fue capaz de pensar antes en su familia que en él mismo:

Por temor de su hermano Esaú, planea hábilmente el encuentro con él por medio de emisarios con regalos. Sin embargo, la reconciliación con su hermano no tendrá lugar hasta que experimente más profundamente a Dios. Una noticia ambigua: “Tu hermano viene con cuatrocientos hombres” lo atemoriza, divide a su gente en dos grupos para salvar al menos parte del clan y ora con palabras conmovedoras: “Sálvame, por favor, de la mano de mi hermano…pues le temo, no sea que venga a mí y hiera a la madre con los hijos…”. Convertido en un jefe de tribu, Jacob ora por la supervivencia de la estirpe, rol por excelencia del varón (Ídem, énfasis agregado).

Jacob reflexiona sobre su vida y la de su familia ante el eventual reencuentro (vv.7-12)

“Pero Jacob sigue siendo Jacob en cuanto a tener siempre a punto soluciones, y se dice con gran sentido práctico que la pérdida de la mitad de sus bienes, por muy amarga que sea, siempre podría librarle de perderlo todo” (G. von Rad). La oración de los vv. 9-12 (“laica y libre”, subraya Von Rad) demuestra que, en efecto, había comenzado a reflexionar sobre su vida pasada y a asimilar la tradición familiar de trato con Yahvé como parte de un proceso en marcha para la consecución del designio divino, lo cual no era poca cosa. Jacob debía prepararse espiritualmente para ese reencuentro y lo hace magníficamente por medio de esta plegaria. Sus elementos son claramente reconocibles y pertinentes para lo que está a punto de suceder: a) se sitúa en línea directa con su abuelo y su padre (9a); b) da testimonio de que es Dios quien le ha ordenado marchar de regreso con sus parientes para tratarlo bien (9b); c) subraya su pequeñez ante las misericordias y bondades divinas que le han permitido prosperar (10); d) solicita ser librado del enojo de su hermano, justificándolo plenamente (11); y e) recuerda la promesa divina sobre su descendencia (12). “No andaremos muy desencaminados si pensamos que esta oración expresa también una purificación acontecida en Jacob” (Ídem).

Jacob atraviesa tres etapas en su desarrollo como hombre creyente: a) se beneficia de la dominación masculina (“adquirir, lograr, superar, aventajar y morir peleando por mantener lo arrebatado a otros machos igualmente deseosos de ascender en la empresa, la política o la iglesia”); b) el descubrimiento de la solidaridad (familiar, humana; “la búsqueda amplia de la justicia y la equidad”); y c) “la vía negativa, donde hay que desaprender el camino del poder, potenciar a otros , hacerse hermano de la creación, derribar barreras para ser parte de una nueva humanidad” (H. Cáceres). Seguir siempre en la primera es nocivo, avanzar hacia la segunda es bueno, pero sólo en la tercera es posible avanzar hacia la reconciliación plena y la fecunda hermandad espiritual.

Conclusión

Acompañemos a Jacob en este camino de autodescubrimiento, reencuentro y reconciliación con su hermano para que así aprendamos, en la experiencia personal, qué rutas debemos seguir para reconciliarnos con todos aquellos/as con los que podríamos restablecer una relación de respeto, dignidad y fraternidad, especialmente si fuimos los causantes del distanciamiento e incluso si no lo fuimos.

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