agosto 26, 2018

Génesis 38 Commentary

LA DEFENSA DE LA DIGNIDAD HUMANA EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

Entonces Judá… dijo: “Más justa es ella que yo…”.

Génesis 38.26, RVR 1960

Trasfondo bíblico

Un componente fundamental del proyecto divino de salvación siempre lo ha sido la afirmación y defensa de la dignidad de las personas. La idea misma de salvación, promovida como superación de los valores humanos distorsionados, contiene dentro de sí la posibilidad de recuperar elementos originarios de la existencia. En ese sentido, afirmar la dignidad humana implica que cualquier ser humano, más allá de su condición social, racial, económica o de género, es visto por Dios como sujeto de su propia vida. Esto quiere decir que nada puede separar a las personas de sus propias decisiones o la búsqueda de significado: ni el Estado, ni la religión, ni las tradiciones o hábitos establecidos. En contra de este proceso oculto a los ojos de muchos, algunos modelos culturales, leyes o instituciones funcionan para someter la dignidad y calificarla o administrarla para servir a ciertos intereses de grupos o espacios de poder. De esta manera, algo tan noble como las leyes religiosas del antiguo Israel que buscaban producir un tipo diferente de sociedad, sometió la vida individual y colectiva mediante procedimientos que complicaron la práctica de la igualdad de los derechos.

La dignidad humana en el proyecto redentor de Dios

Por lo anteriormente dicho, tuvieron que surgir diversas voces que, mediante relatos provocadores (como el de las hijas de Lot, Gén 19.30-38; la viña de Nabot, I Re 21; o de Rut y Noemí, Rut 1) mostraran las posibilidades de redención de personas. Eso se logró mediante la superación de los abusos o de la aplicación arbitraria de la ley. Estas prácticas, interesadas en no informar mínimamente a las personas acerca de sus derechos, podían perjudicar especialmente a los grupos más vulnerables como mujeres, viudas y familias pobres. Ellos no contaban necesariamente con mecanismos de defensa establecidos que reivindicaran su dignidad, puesto que las instituciones determinaron los comportamientos sociales. Ellas aplicaron los reglamentos específicos, aun cuando no se consideraban algunas “situaciones especiales”.

Las historias marginales tratan de llamar la atención de los lectores, pero no solamente porque narran episodios fuera de lo común o circunstancias en donde las personas actúan de manera extraordinaria e incluso atrevida. De ahí que estas situaciones diferentes en los textos bíblicos deben ser vistas como lo que son: irrupciones de sectores populares que buscaban ser escuchados en sus necesidades concretas. Ante ellas, los administradores de las leyes y costumbres no siempre estaban dispuestos a aplicarlas como un bálsamo que respondiera a las urgencias de las personas. Hay que agradecer a los redactores de los textos que dieron cabida a estas vidas que, de otro modo, hubieran quedado en el anonimato. Eso no nos permitiría conocer desde adentro la angustia de los personajes, hombres y mujeres, enfrentados a la dureza de la aplicación insensible de las leyes, escritas o no.

La historia de Tamar, un proceso reivindicador de amplio alcance

La historia de Tamar es, sin lugar a dudas, impresionante. Primeramente, es una historia olvidada que pasa aparentemente inadvertida por encontrarse insertada en la historia de José, entre relatos de hombres. Allí, donde son los hombres los que piensan y actúan, se nos presenta una mujer que es capaz de obrar con sabiduría y mostrar su espíritu de resistencia ante una situación de sobrevivencia.

Estas palabras de Cristina García-Alfonso introducen muy bien el episodio de la vida de Tamar que aparece como entrometido dentro de la más amplia historia de José, que importaba más por tratarse de alguien que escalaría los puestos más altos en Egipto. Es un relato de fe y poder que se consideraba de mayor relevancia para fomentar la conciencia del pueblo de Israel en términos de la intervención de Dios en los procesos históricos. Al lado de este “proyecto mayor”, podría decirse, ¿qué importaba la situación de una mujer doblemente viuda que cargaba con el estigma de la muerte ignominiosa de su primer esposo, castigado por Dios? (Gén 38.7). Además, fue repudiada por su nuevo esposo, en la práctica del levirato (Gén 38.8-10), quien también murió por su actitud ante esa ley que velaba por la herencia de los varones como supremo valor familiar. Tamar, subraya el texto, debía esperar que creciera su cuñado más joven para, como decimos con tanta frecuencia, “rehacer su vida”. Es decir, sin un varón de por medio, estaba condenada a la marginación y el olvido…

La decisión de Tamar, optar por una medida de presión erótico-sexual para romper las barreras que le impedían recuperar su dignidad de persona, hoy sería muy mal vista. Como afirma el comentario de la Biblia Isha: “El desafío de las normas patriarcales la llevó a transformarse en otra mujer para hacer cumplir la ley y, de ese modo, asegurar su propia existencia”. En otras palabras, asumió un acto de prostitución como forma de redención o, lo que es lo mismo, descubrió que, tomando posesión de su propio cuerpo —aun cuando infringió la ley— podría recuperar su lugar social como persona. Esta forma de reapropiarse de su dignidad como mujer, muy poco “normal”, entró en continuidad con otras historias parecidas de mujeres, como las ya mencionadas de las hijas de Lot y Rut. Se trataba de evidenciar las “lagunas” de leyes que no las favorecían, pues estaban hechas únicamente para beneficio de los hombres.

Conclusión

Judá (quien a su vez también enviudaría, v. 12) es un hombre que actúa con una enorme despreocupación y, para decirlo en términos actuales, no consideraba prioritario devolverle su dignidad a Tamar. Ella debería cargar toda su vida con la mancha de ser viuda de dos hombres malvados. No era ésa la voluntad que ella esperaba de Dios, sobre todo porque estaba mediada por la ideología y la acción de varones ocupados en asuntos verdaderamente importantes. Las mujeres eran vistas únicamente como objetos sexuales y para la reproducción, encargadas a toda costa de dar a luz varones, de preferencia. Nuestra tarea, dice García-Alfonso, consiste en “desempolvar” la lucha que fue capaz de sostener Tamar en medio de condiciones completamente adversas, cuando “costumbre y ley se unían y esa alianza era mucho más fuerte de lo que Tamar, en su época, hubiera podido imaginar” (C. García-Alfonso). Tamar, subraya el texto, “se quitó sus ropas de viuda” y fue a colocarse en el lugar de las prostitutas, en el camino (v. 14).

Usando los medios a su alcance dentro de la sociedad en la que vivía y siguiendo las leyes de esa sociedad, Tamar arriesga su vida, pero logra expandir suficientemente los límites de su sociedad y alcanzar su propósito. Tamar se prostituye para obtener los símbolos que le harán posible reclamar que el hijo que concibe pertenece a la familia de Judá. Tamar se apropia de las vestimentas que identifican a Judá como jefe de familia y patriarca y, lo que es aún más importante, se apropia también del cuerpo de él a través de las relaciones sexuales […]

Además de la economía y el estatus social, también la ley pasa por el cuerpo de Tamar y eso lleva, si no a un cambio de ley, por lo menos a una situación en la cual la ley es suspendida, no la matan, aunque ha tenido relaciones con un hombre que no es su marido. Judá, como representante de la ley por ser la cabeza de la familia, trata de usar la ley, para conquistar el cuerpo de Tamar: lo desecha cuando no le conviene, lo deja y usa cuando quiere y después lo rechaza (C. García-Alfonso).

La revelación escrita de Dios oficialmente se puso del lado de Tamar al incluirla, con todo derecho y dignidad, en la genealogía del Mesías Jesús de Nazaret (Mt 1.3). Con ello, el proceso de reivindicación alcanza su consumación siglos después, es decir, que estamos ante la mayor recompensa imaginable. No tuvieron la misma suerte otras mujeres, pero la proporción de mujeres que aparece en esa genealogía es altísima, si se considera el grado de dominio de la cultura patriarcal. Dios dignifica mediante luchas duraderas y constantes, pero no permite que la injusticia prevalezca.

Sugerencias de lectura

  • Cristina García-Alfonso, “El silencio del cuerpo: la historia de Tamar”, en Ada María Isasi-Díaz, Timoteo Matovina y Nina M. Torres Vidal, eds., Camino a Emaús: compartiendo el ministerio de Jesús. Minneapolis, The Liturgical Press, 2002.
  • “Tamar: resistencia y subversión”, en Biblia La mujer según la Biblia. Sociedades Bíblicas Unidas, 2008, p. 59.
  • Alicia Winters, “La mujer en el Israel premonárquico”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 15, 1993, pp. 19-33.

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