Honren a Cristo como Señor, y estén siempre dispuestos a explicarle a la gente por qué ustedes confían en Cristo y en sus promesas.
I Pedro 3.15, TLA
Trasfondo bíblico
El testimonio cristiano, tal como lo expone el apóstol Pedro en su primera carta, respondió a la situación imperante en su tiempo para mostrar las acciones de Dios en su Hijo Jesucristo. Dirigida a “los extranjeros de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1.1), amplias regiones del imperio romano. Se trataba de un conjunto de expatriados, no necesariamente judíos, pero que por alguna razón se habían establecido en esos territorios. La palabra usada, parepidemos, tiene una connotación más amplia: “Se refiere a alguien que está ajeno al demos, al pueblo legalmente reconocido y organizado. La expresión conexa paroikos (lo que está fuera del oikos, la casa), que figura en 1.17 y 2.11, tiene connotaciones de tipo social y político, con consecuencias en la vida cultural” (Néstor Míguez). Eran personas sin derechos ciudadanos completos, que se encontraban al margen y con fuertes desventajas sociales. La designación también incluía a los pobres de zonas rurales que dependían de un enclave urbano, razón por la cual nunca podrían llegar a tener prestigio sociocultural.
Exhortación para la esperanza
Con ese auditorio en mente, el apóstol presenta las características del mensaje cristiano a partir del plan divino basado en la elección (1.2). La exhortación consiste en experimentar una vida nueva mediante la obediencia y el buen testimonio ante los demás. En el cap. 2, la carta se refiere a la formación del “nuevo pueblo de Dios” en lo que se ha visto doblemente como una reconstrucción de la antigua fe de Israel como pueblo originario (2.4-5) y como germen de un nuevo sacerdocio amplio, practicado por todos los creyentes (2.9-10). Luego de referirse al respeto por las autoridades y a las responsabilidades de los esclavos ante el poder, en el cap. 3 introduce recomendaciones para la vida conyugal y cotidiana (3.1-12) enfatizando el excelente testimonio que se esperaba de todos ellos como seguidores de Cristo.
A continuación, el texto “vuelve a su tema favorito: el sufrimiento en razón de la fe que profesan (3.13-14). […] Es posible que la extrañeza ante el proceder de los cristianos fuera acompañada, a veces, de hostilidad y agresividad, sobre todo por ser los creyentes de clase humilde” (Biblia de Nuestro Pueblo). La situación imperante podría favorecer el testimonio de su “esperanza”. “Es interesante que fuera la esperanza el aspecto llamativo de los cristianos y lo que causara extrañeza a los paganos, a quienes Pablo se refiere en Efesios 2.12 como gente “sin esperanza y sin Dios en el mundo”. La recomendación de llevar a cabo la tarea evangelizadora con conocimiento de causa” es una lección práctica en un contexto de pluralismo religioso, tal como lo vivimos ahora: “estén dispuestos a defender —su esperanza— ‘con modestia y respeto, con buena conciencia’ (16), pero firmes en la fe”. Si el testimonio evangélico acarrea persecución y sufrimiento, ello los hará parecidos a Jesucristo (18).
El Señor Jesucristo, modelo de sufrimiento esperanzador
Para dar ánimo y esperanza en la victoria final, se propone el ejemplo del sufrimiento inocente del Señor, cuya resurrección por el Espíritu trajo la oferta de salvación universal a todos. El ímpetu “misionero” del Hijo de Dios se manifestó incluso escatológicamente, es decir, que el apóstol interpreta la estancia de Jesús “en los infiernos” (las partes bajas de la tierra, 19-20a) como una ocasión adicional para proclamar su mensaje. Podría decirse que su presencia, incluso en esos lugares terroríficos, no podía ser más que de bendición. Pedro había aprendido bien las lecciones recibidas directamente del Señor (Oscar Cullmann). El trabajo redentor del Señor Jesucristo no desmayó nunca y ésa es una prueba extraordinaria de la manera en que anunció la salvación del Dios de la Vida.
Las comunidades ligadas al testimonio del apóstol Pedro debían aprender esa gran lección a fin de compartir visiblemente las grandezas y maravillas de Dios precisamente a aquellas personas cuyo ánimo decae cuando acontecen situaciones tan difíciles como la que se vive ahora. En medio del dolor y del sufrimiento es necesario alzar la voz y llevar a cabo acciones que muestren hasta dónde puede llegar la solidaridad divina con quienes se debaten entre la vida y la muerte. Las palabras de fe en Jesucristo que se comparten para que su salvación sea una realidad, junto con el testimonio de servicio y acompañamiento forman un todo indisoluble que manifiesta la cercanía del Reino de Dios en el mundo.
Conclusión
Anunciar la esperanza cristiana en el mundo es una gran labor de apoyo y reforzamiento de la fe y el sentido de la presencia del amor de Dios en contextos de dolor y angustia. Los seguidores/as de Jesús que recibieron originalmente estas palabras fueron estimulados por el apóstol Pedro, a fin de no desmayar no perder el ánimo en medio de situaciones muy cambiantes. De manera similar, la situación que se vive hoy plantea a las comunidades cristianas el desafío de hacer más visible aún la esperanza de la que son portadoras. Esa realidad de fe puede, incluso, definir lo que ellas son llamadas a ser: espacios humanos en donde la esperanza sea una realidad permanente para afrontar las pruebas y los riesgos de un mundo tan complejo, lleno de exigencias. Hoy, más que nunca, debe proclamarse la esperanza en que Dios sigue actuando para mantener la vida humana en la mejor dignidad posible como fruto real y auténtico de su Reino de paz, amor, justicia y bienestar.
Sugerencias de lectura
- Edouard Cothenet, Las cartas de Pedro. Estella, Verbo Divino, 1984 (Cuadernos bíblicos, 47).
- Oscar Cullmann, Peter: disciple, apostle, martyr. A historical and theological study. Londres, SCM, 1962.
- Néstor Míguez, “Cristianismos originarios: Galacia, el Ponto y Bitinia”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 29, 1997, pp. 84-105, centrobiblicoquito.org/images/ribla/29.pdf.
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enero 24, 2021
I Pedro 3.14-22 Commentary