octubre 1, 2023

2 Crónicas 34.1-7 Commentary

A los ocho años de su reinado, cuando aún era un jovencito, Josías comenzó a buscar al Dios de David su padre.

II Crónicas 34.3, Reina Valera Contemporánea

Trasfondo bíblico-teológico

Cuando se entra a la historia del reino de Judá y especialmente desde II Crónicas, es necesario hacer algunas puntualizaciones introductorias. Primeramente, advertir que hay grandes similitudes, pero también diferencias con los libros de Reyes: Crónicas (que da nombre a toda una tradición teológica e histórica dentro del AT: el Cronista, que abarca también Esdras-Nehemías) no es una repetición de Samuel y Reyes, pues corresponde a un proyecto narrativo diferente y muy preciso. Estos libros expresan “directamente las convicciones de los levitas del templo, en una época que nos es muy poco conocida: el siglo IV a.C. Este Libro de los Reyes, centrado en el templo, reinterpreta toda la historia de Israel en función de la situación presente. Y todo ello ilumina espléndidamente las esperanzas y la teología del judaísmo en estos siglos” (Philippe Gruson). La pertenencia del llamado Cronista a este ambiente explica la relectura que hace de los libros de Samuel y Reyes mediante cierto número de figuras reales, unas positivas (como David, Salomón, Ezequías o Josías) y otras negativas (como Saúl, Ajaz); asimismo, describe las reivindicaciones de los cantores y músicos frente a los sacerdotes descendientes de Aarón. El primer libro abre con las genealogías desde Adán hasta David (I Cr 1-10), de quien se ocupa después hasta el final (I Cr 11-29). El segundo libro inicia con Salomón, cuya historia gira alrededor de la construcción del templo (II Cr 1-9) para después narrar la rebelión de Jeroboam y la división del reino (II Cr 10-12), y dar comienzo a los relatos sobre los reyes de turno en Judá, contrastándolos con el reino del Norte e incluyendo la intervención de los profetas (II Cr 13-31). Asá intentó unas reformas que no prosperaron (cap. 15), Josafat hizo una reforma colocando a la ley como el centro de la vida de las personas (19.8), Ezequías restableció el culto del templo (cap. 29-31), aunque sufrió la invasión asiria, y Manasés quitó los dioses del templo. Sus sucesores, Manasés y Amón, hicieron “lo malo a los ojos del Señor” (33.2a; 22). Tres profetas entraron en juego en esta historia: Hulda (mostró su simpatía hacia las reformas), Jeremías (después de una duda inicial, apoyó a Josías) y Sofonías (anunció el fin del reino de Judá) (Henri Cazelles).

La conciencia reformadora de Josías (vv. 1-3)

“El Cronista organiza de otra forma sus criterios y su libro es una reflexión sobre la fidelidad y la infidelidad. […] El criterio de juicio es ante todo teologal: se trata de la relación con el Dios de Israel vivida en el culto” (Philippe Abadie). II Cr 33 concluye con la muerte de Amón y el acceso al trono de su hijo Josías, de tan sólo 8 años, quien desde muy temprana edad mostró el deseo de renovar la vida religiosa del pueblo. “Los eruditos piensan cada vez más que la narrativa de Josías, como muchas otras cosas en los libros de Reyes, no es un reportaje histórico, sino que de hecho es una ‘construcción modelo’ de lo que debería ser el caso: no un reportaje, sino una defensa. Tal ‘construcción de modelos’ puede, por supuesto, apelar a datos históricos reales, pero va mucho más allá de tales datos en la presentación del ‘buen rey’” (Walter Brueggemann). Aquí nos interesa, sobre todo, observar y tratar de interpretar las motivaciones más profundas de Josías para intentar su reforma personal, especialmente con base en los antecedentes de monarcas anteriores, particularmente de Joás, aunque lo realizado por Ezequías también es relevante.

No es fácil penetrar en la conciencia de un monarca de la antigüedad, pero el texto ofrece algunas claves para lograrlo: en primer lugar, la mención de su madre Yedidá hija de Adaías, originaria de Boscat (II Re 22.1b), de la que seguramente recibió instrucciones acerca de la fe que debía practicar. A los 16 años, según especifica el texto, “comenzó a buscar al Dios de David su padre” (II Cr 34.3a). II Re 22.2 dice que “Josías hizo lo recto a los ojos del Señor y se condujo en todo como su antepasado David, sin apartarse un ápice”. Esta temprana disposición religiosa lo llevó a “limpiar a Judá y a Jerusalén, quitando los lugares altos y las imágenes de Asera, y las esculturas e imágenes fundidas”. En segundo lugar, la edad de los gobernantes al tomar el reino; Manasés de 12 y Amón de 22, que fueron, sin duda, visibles en su manera de actuar, auténticos contra-modelos que seguramente él no quiso seguir. Todo lo que hizo Josías en esta primera parte del relato ¡lo llevó a cabo antes del descubrimiento del Libro de la Ley!

 

Las acciones reformadoras de Josías de gran calado (vv. 4-7)

“El relato del Cronista sobre la reforma de Josías lleva la impronta de la fraseología y la estructura narrativa de Reyes. […] Al reubicar algunos de los paralelos emparejados de iniciativa/respuesta e incluso eliminar secciones de sus materiales fuente, el Cronista transforma la naturaleza y el significado de la respuesta de Josías” (Lyle Eslinger). Este rey asumió una postura rotundamente iconoclasta y acometió la labor de eliminar “los altares de los baales”, de “hacer pedazos las imágenes del sol”, lo mismo que “las imágenes de Asera y las esculturas y estatuas fundidas, hasta hacerlas polvo”, y esparcir “el polvo sobre los sepulcros de aquellos que les habían ofrecido sacrificios” (v. 4). Se trató de una tarea titánica, abrumadora y consecuente con sus propósitos de obedecer al Dios de David, pues tal como señala Pablo Andiñach, se necesitaba mucho coraje teológico para derribar un altar como el de Bet-El, instaurado por el patriarca Abraham: “…la reforma ayudó a afianzar el camino hacia el monoteísmo. Josías percibió que la idolatría cundía en Israel e instruyó clausurar los altares de origen cananeo dispersos por el país y dedicados a la diosa Asherá y al dios Baal, así como los objetos litúrgicos dedicados a ellos que estaban en el templo de Jerusalén”.

La indicación geográfica del v. 6 (“las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta Neftalí, y en los lugares vecinos”) habla de un esfuerzo continuo y de gran calado por restablecer las instancias monoteístas del pueblo hasta la raíz, lo que está corroborado por las palabras contundentes del v. 7: “Una vez que terminó de derribar los altares y las imágenes de Asera, y de romper y desmenuzar las esculturas, y de hacer pedazos todos los ídolos en todo Israel, volvió a Jerusalén”. Y todo ello fue realizado, lo subrayamos, siguiendo la orientación del Cronista, que ubica estas acciones iconoclastas ¡antes de descubrir los fragmentos del Deuteronomio! Jeremías reconocería la importancia de Josías en 22.15-16.

Conclusión

Los grandes objetivos de las reformas de Josías procedieron de una mentalidad sólida en relación con la historia del pueblo y de las necesidades urgentes de un pueblo en crisis que estaba a las puertas de ser sometido por la hegemonía extranjera. Porque, tal como lo expresa Walter Brueggemann, el contexto de las reformas fue siempre más grande que la perspectiva meramente coyuntural:

La reforma bajo estos dos últimos reyes puede haber tenido una fuerte motivación política como afirmación de independencia frente al control asirio, pero no es así como aparece la cuestión en los testimonios narrativos. En el caso de los dos principales reformadores reales, la preocupación en un sentido negativo es eliminar del templo aquellos signos y símbolos que violan la lealtad exclusiva a Yahvé (cf. 2 Re 18, 4-5). La tarea positiva de la reforma consiste en instituir o reintroducir prácticas que articulan y manifiestan una singular lealtad a Yahvé, con particular referencia a la Pascua. No queda claro, dada nuestra lejanía, por qué determinados símbolos y acciones eran considerados favorables o contrarios al verdadero yahvismo, pero no hay duda de que la lógica interna de la reforma carecía de toda ambigüedad.

Sugerencias de lectura

  • Philippe Abadie, El libro de las Crónicas. Estella, Verbo Divino, 1995 (Cuadernos bíblicos, 87).
  • Pablo R. Andiñach, El Dios que está. Teología del Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2014.
  • Walter Brueggemann, 1 & 2 Kings. Macon, Smyth & Helwys, 2000.
  • Walter Brueggemann, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé. Testimonio. Disputa. Defensa. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2007.
  • Henri Cazelles, Historia política de Israel. Desde los orígenes a Alejandro Magno. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1984.
  • Lyle Eslinger, “Josiah and the Torah Book: comparison of 2 Kgs 22:1-23:28 and 2 Chr 34:1-35:19”, en Hebrew Annual Review, 10 (1986).

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