enero 23, 2022

2 Timoteo 4.1-7 Commentary

Tú anuncia el mensaje de Dios en todo momento. Anúncialo, aunque ese momento no parezca ser el mejor. Muéstrale a la gente sus errores, corrígela y anímala; instrúyela con mucha paciencia.

II Timoteo 4.2, TLA

Trasfondo bíblico

La existencia histórica de la iglesia demandó, desde sus inicios la necesidad de una ética comunitaria que respondiese al anuncio de la segunda venida del Señor Jesucristo, cuya posposición indefinida hizo que la escuela paulina desarrollase códigos muy visibles, especialmente, en las llamadas “cartas pastorales”. La segunda carta a Timoteo es una evidencia de esto, pues el lenguaje utilizado da fe de las tendencias que iban surgiendo y cómo los dirigentes buscaron adecuar el mensaje para que las comunidades no fuesen objeto de persecución por causa del desorden moral. Por ello, fueron “endureciendo” sus posturas para no entrar en conflicto con las normas impuestas por el imperio romano en los diversos espacios urbanos donde se establecieron. Al escudarse detrás de la autoridad paulina, las cartas últimas de esa tradición concentran en personajes clave, como Timoteo, la responsabilidad de conducir a las congregaciones a la luz del énfasis escatológico.

Las Pastorales están atravesadas por preocupaciones por los problemas prácticos que enfrentan las comunidades, así como por las herejías y la aceptación social. Las comunidades a las que se refieren las Pastorales están fragmentadas por corrientes teológicas y deslegitimadas por la sociedad y por los organismos representativos del Imperio Romano. Se percibe la necesidad de una acción de unificación, para evitar la desintegración de las comunidades frente a las animadversiones y contra-reacciones. En diversos pasajes aparece una propuesta o exhortación a las comunidades, en el sentido de hacer un esfuerzo para aparecer en forma positiva delante de las autoridades y de la sociedad (I Tim 2.1-2; 5.14; 6.1-2; Tito 2.1-10) (Marga J. Ströher, énfasis agregado).

¿“Comunidad de exhortación” o pastoral mutua en la iglesia?

La manera solemne en que abre el cap. 4 es completamente escatológica, pues pone por delante la segunda venida y el juicio de Dios como razón de ser de la obligación de la comunidad de organizarse, ordenarse y conducirse según los designios divinos (4.1). Ciertamente se ha leído de manera muy idealizada la transmisión de la estafeta de un líder experimentado (y preso, próximo a morir, 4.6) a otro más joven, aunque sin los contextos socioculturales correspondientes. La tarea pastoral de Timoteo es, en esta línea, un instrumento de dicha labor, por lo que debe realizarse como parte de una serie bien definida de acciones, en “una cascada de imperativos” (proclama-convence-reprende-exhorta-enseña):

a) mediante la proclamación constante del mensaje de Dios (4.2a), predicar sin desmayar, en el espíritu de la dedicación de los profetas antiguos, especialmente Ezequiel (2.7: “escuchen o dejen de escuchar”);

b) hacerlo “a tiempo (eukaíros) y a destiempo (akaíros)”, con las complicaciones propias de quien enfrenta circunstancias complejas, cuando es difícil hacerse escuchar (4.2c): cada predicador debe situarse ante el kairós, es decir, ante el tiempo de Dios, en busca de pertinencia);

c) exhortar (“mostrar a la gente sus errores”), corregirla y animarla (4.2c), un ejercicio ambiguo y exigente, pues la primera parte no resulta tan amable para las personas, pues deben sumarse la corrección práctica y doctrinal, además de animarlas; y

d) instruir con mucha paciencia (4.2d), enseñar la “sana doctrina (didaskalías)” de la mejor manera para superar las resistencias propias de una época saturada de ofertas espirituales (4.3).

El panorama es oscuro y no se ocultan los riesgos y peligros ideológicos (4.3b). La “verdadera enseñanza” perderá adeptos y se inclinará por ideas más digeribles y accesibles (4.4). El llamado es a que el nuevo dirigente mantenga la calma y no se deje vencer por el desaliento (4.5): debe cumplir con su trabajo responsablemente en medio de todos esos desafíos. “El autor de la epístola advierte a Timoteo de que hay una verdad y que únicamente ésta debe prevalecer. Todas las otras deben ser combatidas. Timoteo debe tener cuidado con algunos adversarios y, al mismo tiempo, instruir a cada grupo de su comunidad a permanecer fiel en su función en la comunidad y en la sociedad” (Clemildo Anacleto da Silva).

Exhortación, libertad cristiana y libertades humanas actuales

Es muy llamativo el hecho de que incluso a estas alturas las iglesias sigan siendo vistas como representaciones del tradicionalismo intolerante y “regañón”. Parecería que, incluso en el medio evangélico, no se ha aprendido la lección del catolicismo en sus complejas relaciones con la modernidad. En el siglo XXI, cuando las libertades y los derechos humanos se siguen plasmando en los documentos constitucionales, sorprende que las iglesias sigan asumiéndose como jueces absolutos de la conducta de las personas a causa de la interpretación unilateral de ciertos pasajes bíblicos. Afortunadamente, la iglesia cuenta con suficientes contrapesos en las Escrituras que pueden auxiliar sólidamente para superar esa actitud y afrontar las necesidades del presente sin incurrir en el estereotipo del juicio fácil y tajante sobre la existencia humana. En este caso, es el contenido de las propias cartas paulinas el que puede apoyar un mayor equilibrio al momento de revisar lo que debe ser la práctica de la “comunidad de exhortación”, si es que se insiste en esta manera de ver a la iglesia.

Dos son las grandes aportaciones paulinas para llevar a cabo esta tarea: la afirmación irrestricta de la libertad cristiana y de la primacía de la conciencia. La primera, en diversos lugares, especialmente en Corintios (I Co 8.9; 10.29; II Co 3.17) y la carta a los Gálatas (2.4; 5.1, 13) y la segunda también en Corintios (I Co 4, 8 y 10, y II Co 1, 4 y 5, particularmente). La pregunta pastoral encaminada a la exhortación de hoy debería ser: ¿cómo tratar con personas en pleno ejercicio de su libertad cristiana cuya conciencia es guiada por el Espíritu Santo? De modo que la exhortación deberá darse en otro plano de responsabilidad, edificación y madurez, a fin de contribuir al desarrollo de creyentes cada vez más conscientes de su papel en la vida de fe, dentro y fuera de la comunidad.

Conclusión

Exhortar no consiste únicamente en alzar la voz y subrayar quién tiene más “autoridad espiritual” o quién discierne mejor la voluntad de Dios, sino ejercitar el don y la capacidad de advertir en qué momentos la libertad y la conciencia cristianas de alguien está en riesgo de complicar el adecuado testimonio que debe darse acerca de la presencia del Reino de Dios en el mundo, que es el proyecto verdaderamente más importante. Toda conciencia cristiana debería subordinarse a él.

Sugerencias de lectura

  • Clemildo Anacleto da Silva, “Tolerancia e intolerancia entre los grupos sociales en Timoteo y en Tito”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana. RIBLA, núm. 55, 2006/3.
  • Marga J. Ströher, “Eclesiologías en conflictos en las déute

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