marzo 24, 2024

Isaías 42.1-9 Commentary

¡Miren a mi elegido,

al que he llamado a mi servicio!

Él cuenta con mi apoyo;

yo mismo lo elegí,

y él me llena de alegría.

He puesto en él mi espíritu,

y hará justicia entre las naciones.

Isaías 42.1, Traducción en Lenguaje Actual

No se espera que un siervo libere a nadie. Un siervo no tiene poder para hacerlo, está sujeto a su amo y le debe obediencia. Pero el siervo presentado en el Segundo Isaías encuentra la fuerza para liberar a partir de su propia entrega y debilidad. El texto no justifica su fortaleza; es siervo de Yahveh y su fuerza reside en aquel que lo envía.

Pablo Andiñach

Trasfondo bíblico-teológico

Isaías es, quizá, y por mucho, el profeta del A.T. con el que la iglesia evangélica está más familiarizado. Si se preguntara acerca de pasajes específicos, inmediatamente llegan a la memoria los relacionados con el nacimiento del Mesías (7, 9, 11), con la eternidad de la Palabra divina (40) y, por supuesto el cap. 53, sobre el anuncio de la enigmática figura del Siervo sufriente de Yahvé (ebed Yahvé), que siempre se ha asociado a la de Jesús. El problema surge cuando se habla de las secciones del libro y del bloque de textos conocidos precisamente como “Cánticos del Siervo”, un conjunto de textos de la segunda parte (Déutero Isaías, caps. 40-55) en los que se despliega, mediante una gran imaginería poética y religiosa, el retrato de ese personaje, individual o colectivo, que concentra en sí la responsabilidad de traer la Luz a las Naciones, de cumplir la voluntad de Dios y, finalmente, de dar su vida por los demás. La interpretación tipológica nunca ha tenido problema en dar este salto para aplicar todas las palabras de Is 53 a Jesús, pero lo cierto es que el resto de los cánticos también pueden revisarse desde ese horizonte de fe, aun cuando no sea tan inmediata la asociación del personaje enunciado con la de Jesús, algo que practica el N.T. abundantemente (Hch 8.26-39 es el pasaje más directo). Los cuatro poemas (42.1-9; 49.1-7; 50.4-9; y 52.13-53.12) reflejan la situación vivida por el pueblo en el exilio, plantean un contrapeso a los textos que mencionan a Ciro como el “ungido de Yahveh” y plantean una fuerte exigencia de relectura e interpretación para hoy:

Con sola esa temática (“Siervo de Dios”), se nos dice, en primer lugar, que el servicio es —para un creyente— vocación de Dios. Se nos dice además que sólo quien intenta servir, ayuda a liberar de la esclavitud. Que la convivencia y la libertad que buscamos, se verifican sólo en el paso de la esclavitud al servicio. Y que de esa servicialidad es de donde pueden brotar la amabilidad y la convivialidad que queremos conseguir fracasadamente por otros caminos. […] …sólo que el primer canto parece tratar de la misión del Servidor. El segundo tematiza su vocación. En el tercero se insinúa ya el tema del sufrimiento y la paciencia. Y el cuarto lo subtitulan muchas biblias como pasión y gloria del Siervo (J.I. González Faus).

El debate interpretativo más fuerte consiste en determinar si la labor del Siervo define acciones individuales o colectivas, es decir, si el Siervo es una figura personal o abarca al resto del pueblo, como se insinúa varias veces (Is 41.8-13; 44. 1, 2, 21; 45.4) y se afirma en el segundo cántico (49.3; la Septuaginta agregó Jacob e Israel en 42.1). Ciro seguía en el centro pues recibió una investidura real y una misión de conquista y unificación mundial que llevó a cabo no al estilo de asirtios y babilonios, sino mediante el respeto a los pueblos y la preocupación por su restauración (C. Wiéner). La interpretación mesiánica, finalmente, basada en lo que hizo el N.T. al respecto, considera estos elementos y aplica los rasgos del Siervo a Jesús, especialmente en relación con su pasión y muerte, aunque agrega otros aspectos.

El Señor presenta a su siervo (vv. 1-5)

El oficio de siervo es elección divina, y Dios mismo presenta a su elegido. La institución en el oficio se realiza por el don del espíritu, que acompañará al siervo en su empresa: será un mediador carismático. La empresa es implantar el derecho y la ley de Dios, es decir, difundir la revelación de su voluntad, que es justicia y orden entre los hombres. El ámbito es universal. Realizará esta empresa no con las armas o por la fuerza, sino con un nuevo estilo del Espíritu suavidad y mansedumbre con lo débil y vacilante, pero firmeza en el sufrir y tenacidad en realizar la empresa, no quebrantará lo débil, pero tampoco él se quebrará. Esa revelación de la voluntad de Dios, que es el establecimiento de un reino universal de justicia, es lo que oscuramente esperan los pueblos desconocidos (L. Alonso Schökel y J. L. Sicre).

La presentación “formal” del Siervo por parte del propio Yahvé marca claramente los propósitos bien definidos para su misión: se trataba de alinearse firmemente del lado de la justicia divina y establecerla en el mundo: “He puesto en él mi espíritu / para que traiga la justicia a todas las naciones (mishpath traerá a los goyim)”. La universalidad del proyecto divino se asoma firmemente en estas palabras que vinieron a romper los esquemas cerrados de la religiosidad judía nacionalista y, al mismo tiempo, esbozaron las líneas generales del designio divino: “Esa misión del Siervo, que constituye la complacencia del Señor, es implantar la justicia en la tierra. El texto hebreo no habla de ‘justicia’ sino de ‘derecho’, palabra que aparece en los vv. 1, 3 y 4, y que alude a la concreción o ‘positivización’ de la justicia (palabra distinta, que aparece en el v. 6). Con léxico moderno diríamos que no se trata sólo de la justicia ‘personal’, sino de la justicia ‘estructural’”” (J.I. González Faus).

El espacio geográfico y cultural adonde haría su labor serán los goyim, esto es: “Los pueblos bárbaros, los extranjeros […] a los cuales se dirige la acción del Siervo, la frontera dentro de la cual se ejerce su influencia […] En la mentalidad del pueblo judío significa: los infieles, razas inferiores, pecadores, excluidos de la Alianza. […] Son los pueblos que rodean a Israel, en su sentido despectivo; las naciones que no han celebrado la alianza con Yahveh, que están en las tinieblas de la idolatría. Cabe destacar, justamente, que en nuestros poemas las naciones serán purificadas de su negatividad” (E. Dussel). Este poema fue bien entendido por los autores de los evangelios, pues en Mt 12.15-21, por ejemplo, se cita como parte de la demostración de cómo Jesús cumplió cabalmente esa profecía al “sanar a todos los enfermos” (Mt 12.15b).

El Siervo es un libertador (vv. 6-9)

El v. 6 destaca cómo el Siervo sería un “instrumento de salvación”, además de “señal de la alianza” con el pueblo y, especialmente, “luz de las naciones”, nombre del proyecto de Yahvé para todas las naciones y pueblos: “el personaje ha recibido como tarea la justicia, lo cual abarca una dimensión interna y otra externa. En una traducción libre diríamos ‘para que seas un vínculo nacional y una figura internacional’, el pueblo escogido recobrará su unidad, su aglutinante o ‘alianza’ (véase 55.3), mientras que los paganos contemplarán el suceso como luz nueva en la historia” (L. Alonso Schökel y J.L. Sicre). El v. 7 describe un plan muy concreto de servicio: a) “dar vista a los ciegos” (abrir los ojos, literal y simbólicamente); “liberar a los presos de la cárcel” (superar los juicios injustos); y “del calabozo donde viven en la oscuridad” (acabar con la impunidad). Estas palabras anticipan las de 61.1ss, en las que otro personaje enumera la labor para la que ha sido designado por obra y gracia de Dios mediante su Espíritu en otro momento de la historia del pueblo. El horizonte de los vv. 8 y 9 es la transformación radical de todas las cosas como anuncio de esperanza en medio del exilio.

Conclusión

El objetivo ineludible de la gente de Dios es contribuir a que se establezcan los fundamentos necesarios para que la justicia no sea el ideal remoto, utópico e inalcanzable, sino que se manifieste como la realidad existencial para la humanidad, particularmente para que la gente más necesitada y marginada pueda disfrutar de la voluntad divina. La justicia no debe ser únicamente el tema recurrente de la homilética liberadora, sino que debe convertirse en un programa restaurador que afirme los valores y principios que se manifiestan en la misión del Siervo del Señor (S. Pagán).

El Señor Jesús llegó para presentarse con su pueblo para realizar la última etapa de su ministerio, la entrega voluntaria de todo su ser para conseguir la salvación humana. Fue recibido con fe y entusiasmo por una muchedumbre que días después solicitaría su muerte violenta. Pero él, confiado, aunque acechado por el temor más grande, caminaría los últimos pasos de su vida para mostrar las dimensiones del amor divino. Recibámoslo también en nuestra existencia completa.

Sugerencias de lectura

  • Pablo Andiñach, El Dios que está. Teología del Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2014.
  • Enrique Dussel, “Universalismo y misión en los poemas del Siervo de Iehvah”, en Ciencia y Fe, XX, 1964, p. 422.
  • José Ignacio González Faus, Servir para una espiritualidad de la lucha por la justicia en los “cantos del siervo” de Isaías. Barcelona, Cristianismo y Justicia (CJ, 96).
  • Samuel Pagán, “Experimentado en quebrantos”. Estudio en los cánticos del Siervo del Señor. Nashville, Abingdon Press, 2000.
  • Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre, Profetas. I. Madrid, Cristiandad, 1980.
  • Claude Wiéner, El segundo Isaías: el profeta del nuevo éxodo. 2ª ed. Estella, Verbo Divino, 1980.

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