“Ciertamente Dios está en medio de ti, y fuera de Dios no hay otro”.
Isaías 45.14b, Reina-Valera Contemporánea
Trasfondo bíblico-teológico
La relación entre liberación (como proceso repetido varias veces en la historia del pueblo de Dios) y creación obliga a releer con otros ojos buena parte de los episodios fundamentales de dicha historia. La innegable realidad de que ese pueblo conoció a Yahvé primero como libertador y después como creador brota de los textos dedicados a procesar las diversas experiencias históricas que vivió y que se plasmaron como un producto notable de esa dinámica de fe. A ello dedicó páginas luminosas Juan Stam en Las buenas nuevas de la creación, en donde explica con gran claridad:
Basta con abrir la primera página de la Biblia y luego compararla con la última página, para darnos cuenta de la importancia del tema de la creación como eje decisivo de todo el pensamiento bíblico. Todo el mensaje de la Biblia se desenvuelve entre dos relatos de creación, desde Génesis 1.1, pasando por Isaías 65.17, hasta Apocalipsis 21.1. los primeros relatos revelan el propósito de Dios para su creación. La coincidencia exacta de la terminología (con una sola diferencia básica: el adjetivo “nuevo”) no puede ser casualidad. Indica claramente que la Biblia narra la marcha desde la creación original hasta la creación final que culminará la acción redentora de Dios.
Más adelante, acercó magníficamente los dos temas y profundizó en cómo la segunda parte de ese gran libro profético puso frente a frente ambas situaciones a fin de proporcionar esperanza a la comunidad que vivía en el exilio y posteriormente, a partir de la creencia profunda en el poder creador y recreador de Dios.
“Fuera de Dios no hay otro” (v. 14)
Toda comunidad de fe se sitúa, inevitablemente, en el marco de la historia de la salvación, es decir, el proceso permanente por medio del cual Dios manifiesta su voluntad redentora para la humanidad y su creación. Tal vez no estamos muy acostumbrados a ello, pero es preciso retomar las enseñanzas bíblicas para ubicarnos en esa historia siempre en marcha y así poder experimentar más profundamente los ecos y las derivaciones de la actuación salvífica de Dios en nuestro tiempo. Comprender a Dios como creador implica superar todas las opciones en conflicto que se presentan a nuestro alrededor. Así lo entendió el pueblo de Dios en el exilio, al contrastar sus creencias fundamentales con las que se encontró en Babilonia. De modo que el esfuerzo reflexivo por captar de mejor manera el origen de todas las cosas sirvió para afinar su mirada acerca del poder creador de Dios. Afirmar la gran diferencia de Yahvé como generador de todo lo existente llevó a replantear radicalmente el sentido de lo natural y lo moral. Ello sería también un testimonio para los demás pueblos, pues de ellos vendría la frase tan relevante del v. 14: “Fuera de Dios no hay otro”, al observar la manera en que Él se comportaría con su pueblo:
Para formular su elocuente mensaje de nueva esperanza frente a la desesperación del destierro, el profeta no se basa en principios abstractos sino en toda la historia de salvación del pueblo de Israel. Su paradigma constante para la salvación prometida es el éxodo, que originalmente liberó a Israel y lo constituyó en pueblo (entre muchos pasajes, el paradigma del éxodo está presente en 40.3; 41.17-20; 42.16; 43.2s, 16-21; 44.27; 48.20s; 49.10; 51.9s; 52.11; 63.11-14). La restauración será un “nuevo éxodo” que superará con creces a esa primera experiencia liberadora (Ídem).
Que fuera de Israel procediera esa gran afirmación del carácter único de Dios podría decirse que fue un gran “logro misionero”, pues ahora desde Egipto, Etiopía y la tierra de los sabeos se haría ese reconocimiento, aun cuando no haya una aceptación explícitamente religiosa del Señor como tal.
El Dios creador y sustentador reinventa a su pueblo(vv. 15-17)
Pero ese Dios creador y sustentador se ha propuesto reinventar y recrear a su pueblo en un futuro que se asomaba como benéfico. Liberar a su pueblo sería reconstruirlo nuevamente, volver a instalarlo en medio de la “historia universal” para de ese modo cumplir con sus designios redentores y rehabilitadores para la existencia de esa nación concreta.
A la liberación espectacular del pueblo responderá el vasallaje de otros pueblos, con un reconocimiento sumiso del Señor. No se trata propiamente de conversión, en sentido pleno, pero sí de un acto de sumisión, aunque sea de mala gana. El tema es semejante a Is 49.23 y 60.1-16. Recordemos que el faraón se resistía: “Ni reconozco al Señor ni dejaré marchar a los israelitas” (Éx 5.2). […] El acto de reconocimiento significa haber descubierto en los signos de la historia la acción de Dios. Esto se expresa en dos enunciados, que vamos a parafrasear provisionalmente así: “Cuando te veíamos deshecho como pueblo, concluíamos que tu Dios te había abandonado, se había alejado de ti (recuérdese Ex 32.12: “dirán los egipcios…”). Ahora que te vemos maravillosamente restaurada, concluimos que tu Dios simplemente se escondía (54.8); más aún, ahora comprendemos que sólo contigo o en medio de ti está Dios” (L.A. Schökel y J.L. Sicre, énfasis agregado).
Ese Dios creador, sustentador y liberador es un Dios escondido, según la afirmación del v. 15, pues se revela, pero también se esconde. Así lo discute el eminente filósofo judío Martin Buber (1878-1965): “Preguntémonos si no puede ser literalmente cierto que antes Dios nos hablaba y ahora se mantiene en silencio, y si esto no ha de entenderse como lo entiende la Biblia hebrea, es decir, que el Dios vivo no sólo es un Dios que se revela, sino un Dios que también se oculta”. Un Dios creador siempre presente, incluso en su aparente ausencia, que se contrapone abiertamente a los supuestos dioses que le compiten, ídolos todos (v. 16). Y ese Dios vivo y actuante es el que salvará a su pueblo “con salvación eterna” (17a) y no volvería a ser avergonzado ni humillado (17b).
Conclusión
La creación, la salvación y la restauración continua están profundamente ligadas en la conciencia histórica del pueblo de Dios: “En la creación del mundo se manifestó ya el poder redentor del Dios del éxodo y de la historia; ahora, éxodo y restauración, Mesías y ésjaton, todos ellos son nuevas ‘recapitulaciones’ del acto primigenio de la creación. […] …las interpretaciones proféticas de todos estos acontecimientos pasados y futuros son impresionantes ‘relecturas’ del paradigma original de la creación. Ninguno puede entenderse por separado; la creación, el éxodo, el retorno del exilio y las futuras esperanzas del Siervo Sufriente y de la nueva creación, ninguno tiene sentido aislado del otro” (J. Stam). Y Buber expresa, en esa misma línea: “La última parte de Isaías tiene a Dios diciendo: ‘Yo creo nuevos cielos y una nueva tierra’ (Is 65.17); y el autor del Apocalipsis afirma: ‘Vi un cielo nuevo y una tierra nueva’ (Ap. 21:1). Esto no es una metáfora, sino una experiencia directa. Es la experiencia de un hombre cuya esencia se ha renovado y, con ella, la esencia del mundo”. El Dios de la Biblia es único e irrepetible y su manifestación salvífica se conecta siempre con su capacidad creadora, sustentadora y redentora. Ésa es la razón más profunda de nuestra fe en Él.
Sugerencias de lectura
- Martin Buber, Eclipse de Dios. Estudios sobre las relaciones entre religión y filosofía. México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
- Martin Buber, “Redemption (Isaiah and the Deutero-Isaiah)”, en Nahum N. Glatzer, ed., On the Bible. Eighteen studies. Universidad de Syracuse, 2000, pp. 160-165.
- Martin Buber, “The renewal of Judaism”, en Asher D. Biemann, ed., The Martin Buber reader. Essential writings. Hampshire, Palgrave Macmillan, 2002.
- Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz, Profetas I. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1985.
- Juan Stam, Las buenas nuevas de la creación. Buenos Aires-Grand Rapids, Nueva Creación- Eerdmans, 1995.
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noviembre 19, 2023
Isaías 45.14-17 Commentary