noviembre 26, 2023

Isaías 45.18-19 Commentary

“Yo soy el Señor, el que habla con justicia y da a conocer lo que es recto”.

Isaías 45.19b, Reina-Valera Contemporánea

Trasfondo bíblico-teológico

La perspectiva que, sobre la creación, la salvación y la liberación desplegó la segunda parte de Isaías se completó con una visión muy clara sobre los designios de Dios para su creación y llega hasta nosotros para mostrar los tres aspectos complementarios que es necesario relacionar para comprender mejor el grandioso proyecto para su pueblo y para la creación entera (creación, redención y sustentación, dice, por su parte, Edesio Sánchez C.). Ligar la liberación del pueblo desterrado con la doctrina de la creación es una de las características principales de esta sección del libro profético, lo que permitió advertir en profundidad la continuidad del proyecto de Dios: al librar a su pueblo de la sumisión, éste podría advertir más facetas en el propio Dios y la de creador se instalaría como central para la existencia espiritual del antiguo Israel. La grandeza de la creación es testimonio de las intenciones salvíficas de Dios y eso es lo que marca la diferencia con las demás divinidades: “La creación participa de estas obras de salvación y comparte la alegría del pueblo en su regreso a la tierra deseada” (Amós López).

No debemos olvidar que la primera página del Génesis encuentra, posiblemente su origen literario en los capítulos 40-55 del libro de Isaías, conocido como Segundo Isaías. Estas páginas nacieron en tiempos difíciles cuando los esclavos y esclavas vivían oprimidos en cautiverio en Babilonia. De este grupo de hombres y mujeres excluidos vino la buena noticia.

Allí, del fondo del pozo, una teología de dimensiones completamente nuevas, inéditas, pero que venían sucediendo desde el principio, desde siempre (Is 41.26; 43.19).

Es el anuncio del Dios Creador, de la gran madre, la única madre que genera la vida de todos y de todo: “Yo te formé…, te hice…, te creé…, te modelé a ti…, te tomo de la mano…, te ayudo…, estoy contigo…, te doy fuerzas…”.

En estas páginas, Dios deja de ser sólo el Dios de Israel. Dios es el Dios de todos, incluso de los niños sin familia, de los sin genealogía, de los pueblos sin pueblo, de las culturas oprimidas, excluidas, marginadas (Is 45.9-12). Todos son sus hijos, incluso los no judíos, hijos de la violencia, la guerra y la deportación (Is 45.23-24) (S. Gallazzi).

“El Dios que formó la tierra… no la creó sin un propósito” (v. 18a)

La intención con que Dios creó el universo entero se fue comprendiendo a cada paso de la historia de la salvación, al grado de que al llegar a redactarse los textos más representativos de la doctrina misma de la creación eso sirvió para desvelar progresivamente el plan divino de redención. Lastimosamente, la tierra ya había sido objeto de agresiones por causa del pecado humano, tal como lo plantea Is 24.4-6: “La tierra ha quedado destruida. Cayó enferma, y con ella también el mundo. ¡El cielo y la tierra se enfermaron! La tierra quedó contaminada por causa de sus habitantes, pues transgredieron las leyes, falsearon el derecho, y quebrantaron el pacto eterno. Por eso la maldición consume la tierra, y sus habitantes son asolados; por eso han sido consumidos los habitantes de la tierra y son muy pocos los que aún quedan” (Cf. T. Heishmann).

De allí vendrá la asociación entre creación y liberación del pueblo, pues la primera también será restituida cuando el Señor muestre la salvación a su golah (diáspora). Ahora este pueblo estará en condiciones de acercarse a un Dios más “completo”, por decirlo así, pues abarca aspectos que supuestamente estaban en otros dioses como los cananeos de la lluvia o el rocío (45.8; 55.10-11), o como modelador de lo creado (45.9) o dominador de los mares agitados (51.15). Además, por primera vez, Dios será llamado “padre” (63.15-16). Y es más “completo” porque “todo lo que es elemento de vida, de seguridad, de esperanza para los pobres, lo recoge, añade, engloba presente de manera significativa, en 2 Isaías […] Lo mismo puede decirse de la palabra tohu / caos. El adversario mítico de los orígenes también está muy presente en los textos del segundo Isaías (Is 34,11; 40,17,23; 41,29; 44,9; 45,18; 49,4)” (Ídem). “Porque así dice el Señor, que creó los cielos, Dios que formó la tierra, que la hizo y la estableció; quien no lo creó para ser caos/tohu, sino para ser habitado: Yo soy el Señor, y no hay otro” (45.18). Los demás dioses no existen: si son de los opresores, son ídolos, imágenes, no son nada, son tohu, caos, vacío.

“Yo soy el Señor, el que habla con justicia y da a conocer lo que es recto” (v. 19)

Podríamos decir que, en la creación de Dios, se juntan la estética y la ética: si en el principio de los tiempos el propio Dios se maravilló de lo que había hecho y se deleitó en todo lo que hizo. La dimensión estética se impuso para mostrar cómo la capacidad creadora del Señor no fue solamente un alarde de poder sino también de delicadeza, de apreciación de las cosas bellas que habían brotado de su mano. Esa tendencia está presente en una enorme cantidad de textos que celebran la grandiosidad de todo lo creado. Pero, al mismo tiempo, en Isaías II es posible apreciar la dimensión ética de la creación al establecer cómo la mano del Señor Dios estableció la justicia como una necesidad ineludible para disfrutar de lo creado.

De ahí que lo que ahora se conoce como eco-teología se ocupe tan profundamente de las consecuencias éticas para el mantenimiento de la creación. La justicia climática y la económica, por ejemplo, se funden en un punto en el que es preciso marcar las distancias entre el lugar de cada criatura en el universo (o pluriverso, como ahora dicen algunos) divino. La nueva creación de Dios reclama, exige y posibilita la justicia que debe experimentarse en todos los ámbitos, pues en ese sentido, todo es ecología: desde la relación de Dios con sus criaturas hasta la relación de éstas entre sí. Las intuiciones que vienen desde los primeros capítulos de Isaías (especialmente en 11.1-9 en donde se pinta un cuadro impensado de armonía entre criaturas aparentemente enemistadas: lobo-cordero; niño-áspid) apuntan hacia la superación de las barreras que impiden experimentar la justicia en medio de la creación.

Conclusión

La justicia, como bien ha escrito la teóloga dominicana Tirsa Ventura, se presenta como una “mediación para algo verdaderamente nuevo”: “La justicia en la Biblia es también presentada como un don de Dios, y como un proyecto de Dios para el mundo. Un proyecto que el pueblo de Israel va a ir descubriendo como liberación y promesa, pero sobre todo como compromiso de generar nuevas relaciones, nuevas acciones. Si es así, se trata de una tarea humana de relaciones sociales complejas, en la que la clara dimensión religiosa, hace aparecer también lo paradójico”. La estética y la ética se juntan para encaminarnos al Reino de Dios en donde la vida se impondrá en todas sus manifestaciones y vertientes como parte del plan divino originario:

La obra redentora de YHVH, en Isaías 40-55, se ve como la práctica de la justicia; es decir, la creación-redención entran al campo de la ética social: Para liberar a su pueblo, YHVH, de acuerdo con la poesía profética, hace uso de las imágenes y metáforas del ámbito de la creación, y abre el camino para mirar otros textos proféticos que incursionan el campo ecológico desde la ética social. […]

Y es precisamente aquí donde encontramos, en la proclamación profética, la indisoluble unidad de la ética social y la integridad del medio ambiente, del sistema ecológico (E. Sánchez C.).

Sugerencias de lectura

  • Sandro Gallazzi, “Envia teu espírito e haverá criação”, en RIBLA, núm. 80, 2019/2.
  • Tim Heishmann, “A reflection on Isaiah 24:4-6: Climate justice”, en brethren.org/news/2020/reflection-on-isaiah-climate-justice.
  • Amós López, “Salud, vina plena, salvación: miradas ecoteológicas”, en RIBLA, núm. 80, 2019/2.
  • Edesio Sánchez C., “Creación, redención y sustentación”, en RIBLA, núm. 80, 2019/2, pp. 99-109.
  • María Cristina Ventura Campusano, “Justicia y nueva creación. Una lectura de Isaías 11, 1-10”, en RIBLA, núm. 80, 2019, p. 113.

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