marzo 13, 2022

Isaías 61 Commentary

Así como de la tierra
brotan las semillas,
y en el jardín nacen las plantas,
así Dios hará brotar
la justicia y la alabanza
entre todas las naciones.

Isaías 61.12, TLA

Trasfondo bíblico

Luego de la visión utópica de Jerusalén como ciudad luminosa, el centro de toda la sección de Isaías 56-66 es el cap. 61, en el que el profeta presenta su vocación como parte de un programa completo de actuación promotora de la utopía y de la esperanza. Tradicionalmente leído como un anuncio mesiánico centrado en la figura de Jesús por causa de lo narrado en Lucas 4.16-30, el pasaje reclama una recuperación contextual, relacionada con la circunstancia que le dio origen. De la misma manera que Isaías 53, en la que la identificación del personaje es bastante enigmática, en este caso, el sujeto que habla se describe a sí mismo como un profeta que pondría en marcha una serie de acontecimientos jubilares, todos relacionados con las acciones liberadoras de Yahvé acumuladas en el tiempo. En él se manifestará plenamente la realidad de la conciencia colectiva acerca de la acción de Dios en la vida del pueblo, especialmente en el contexto paralelo a la reconstrucción integral del culto, el templo y la ciudad.

El proyecto divino y el ungido por el Espíritu

El profeta que habla (un auténtico “pregonero de justicia”) desea situar el ambicioso programa divino en ese ambiente tan complejo que se desarrollaba en ese momento. La apelación al Espíritu de Dios es la garantía tradicional de la validez del mensaje por anunciarse como “una fuerza que ha venido sobre él y que da valor a su ministerio” (S. Amsler). La frase “el Señor me ha ungido”, identifica “su misión con la de un rey que proclama un edicto para su pueblo. La Traducción Ecuménica de la Biblia acentúa esta dimensión real traduciendo: ‘El Señor ha hecho de mí un mesías’”, que recuerda que el mesías era uno de los títulos del rey de Jerusalén (Sal 2.2; 132.10, 17). A la función real, el profeta añade la función profética.

Esta identificación explica la posibilidad de realizar un programa social, político y espiritual tan amplio, el cual incluye aspectos marcados por la urgencia del momento, sobre todo aquellos relacionados con la población más desfavorecida (pobres, afligidos, prisioneros, v. 1). “El autor está hablando de una restauración que ha de suceder en la patria y que se abre hacia el futuro. Comprende dos elementos paralelos y complementarios: dentro tiene que triunfar la justicia en las relaciones ciudadanas, fuera han de cesar las injusticias y opresiones contra los judíos” (L. Alonso Schökel y J.L. Sicre). Eliminar la opresión interna es condición para que cese la externa y en los dos casos el resultado es una reconstrucción social. La exhortación profética es ir más allá de un jubileo, de un perdón o de una condonación de deudas que permita una renovación profunda: “…la exigencia profética interpela e impulsa a una praxis social de todo momento” (J.S. Croatto).

Para los oprimidos, este anuncio es un auténtico evangelio: un conjunto de “buenas noticias” (“evangelizar”, dicen los traductores griegos) que les permitan sobrevivir con esperanza en acciones concretas de igualación o distribución equitativa de la justicia. “Con su palabra [este mensajero] comienza curando por dentro a los que sufren, porque pregona y promulga un año jubilar de parte del Señor” (L. Alonso Schökel y J.L. Sicre). Este planteamiento impactaría profundamente la relectura de Lucas, especialmente en la sección correspondiente a las “bienaventuranzas”: “Mirada ahora atentamente la construcción de los siete verbos que explican los objetivos del ‘envío’ del profeta, la tarea de consolar a los que lloran aparece como la más comentada (2b-3a), ya que ocupa todo el tramo que sigue al centro (v.2a)” (J.S. Croatto).

La proyección profética, utopía de la fe

Lo siguiente es la proyección profética y utópica, ligada a ese anuncio, en la que “el ‘año’ sabático o jubilar es reemplazado (si era conocido) por el ‘tiempo’ profético, que no se mide por días o años de calendario sino por la realidad” (J.S: Croatto). Ese horizonte es expuesto desde el v. 2, que incluye también una forma de desquite por lo acontecido hasta entonces en contra de los más débiles. En Is 59.18, dicho desquite se aplicaba a los “adversarios internos” de Dios, miembros indignos de la comunidad judía. En 2b-3a se aprecia bien la enorme condescendencia de Yahvé hacia quienes padecen: “Se está anunciando su intervención salvífica en la historia de los que sufren” (Ídem). Su derrota es convertida en victoria y su tristeza en alabanzas alegres. La imagen vegetal (“robles victoriosos”) alude a los jardines idolátricos plantados a nombre de Baal, pues ahora, por contraste, Yahvé quiere que su pueblo sea el bosque plantado en su honor, 3b): “Grandes árboles de salvación y plantío del Señor para hacer que se vea su grandeza”.

Los habitantes de Jerusalén, por todo ello, experimentarán la reconstrucción completa de las demás ciudades (4), además de que al venir extranjeros a hacer las labores agrícolas y de ganadería (5), el pueblo estaría libre para su actividad sacerdotal (6a). A continuación, se hace sentir el énfasis nacionalista para redistribuir y disfrutar las riquezas de las naciones (6b). Pero inmediatamente después reaparece el afán reivindicatorio para el pueblo (7): a causa del sufrimiento, la compensación será doble en cantidad y la duración de la bonanza no tendrá límites, lo que muestra la apertura a un futuro más prolongado, escatológico.

Conclusión

El capítulo concluye con una serie de afirmaciones en las que Yahvé reitera su compromiso irrestricto con la justicia y su rotunda oposición al robo (“latrocinio”, RVR1960) y el crimen enmascarados por actitudes piadosas (8a). Él anuncia su disposición para establecer, como recompensa, un pacto interminable con estas bases (8b): “El pacto perpetuo (55.3) desborda los límites de una justicia conmutativa o distributiva al establecer un sistema nuevo de relaciones” (L. Alonso Schökel y J.L. Sicre). La descendencia del pueblo tendrá fama “entre todas las naciones” (9a) y esa presencia (acompañada de su profunda conciencia histórica y espiritual) los hará visibles (como en el caso del rabino polaco Abraham J. Heschel [1907-1972], quien luchó al lado de Martin Luther King en contra de la segregación racial, [S.Heschel]) y signo de la bendición de Dios (9b). Todo ello será motivo de alegría y de reconocimiento de las acciones divinas para el profeta (10a), quien destaca la justicia del Señor (10b) y su capacidad para hacer de su pueblo un auténtico renuevo de “justicia y la alabanza / entre todas las naciones” (11b). Eso hará posible la impactante manifestación de la intervención de Yahvé en la historia de su pueblo y de toda la humanidad.

Sugerencias de lectura

  • Samuel Amsler, Los últimos profetas. Ageo, Zacarías, Malaquías y algunos otros. Estella, Verbo Divino, 1996.
  • Luis Alonso Schökel y J.L. Sicre, I. Madrid, Cristiandad, 1980.
  • José Severino Croatto, “Del Año Jubilar Levítico al tiempo de liberación profético”, en RIBLA, núm. 33, 1999.
  • Susannah Heschel, “Dos amigos, dos profetas: Abraham Joshua Heschel y Martin Luther King Jr.”, en Plough, plough.com/es/temas/justicia/justicia-social/dos-amigos-dos-profetas.

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