noviembre 5, 2017

Juan 10.1-18 Commentary

JESÚS OFRECE VIDA EN ABUNDANCIA (Juan 10.1-18)

El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Juan 10.10, Traducción en Lenguaje Actual

Trasfondo bíblico. El vocabulario de amor a la vida del evangelio de Juan

Entre las varias características propias del Cuarto Evangelio, resalta que su vocabulario incluye con mucha intensidad sus referencias a la vida, es decir, su empeño en identificar la vida y obra de Jesús, el Logos encarnado de Dios, con la vida en su concepción más amplia. El autor tradujo así el concepto de Reino de Dios, es decir, las nuevas realidades anunciadas y vividas por Jesús, a un lenguaje simbólico y realista al mismo tiempo. De esta manera y a lo largo de todo el libro, la afirmación de la vida como muestra de la acción de Jesús es el eje alrededor del cual se construyen todas las demás afirmaciones del anuncio del Evangelio, pues desde el principio del texto se señala que “en él estaba la vida” (1.4) y que el Hijo “a los que quiere da vida” (5.21). Además, desde la perspectiva sacramental de este evangelio, Jesús mismo es el “pan de vida” (6.35) y más adelante afirma que quien sigue a Jesús, como el ciego que aparece en el relato, “tendrá la luz de la vida” (8.12).

De modo que en el cap. 10, cuando Jesús presenta su labor como pastor, su afirmación de que ha venido para ofrecer vida en abundancia debe leerse en el contraste propuesto por él mismo, esto es, ante quienes pretenden conducir al pueblo de Dios, pero, en realidad, se sirven de él para su beneficio. Cuando Jesús se coloca a sí mismo como modelo de conducción y orientación para el pueblo, trae a la luz el conflicto creado por la práctica interesada e irresponsable de los dirigentes del pueblo. Éste, dice Jesús, reconoce a los verdaderos líderes, aquellos que se interesan de verdad por el destino de las personas y su bienestar.

La duración de la vida y las promesas de Dios

Ya desde la antigüedad, como se aprecia por ejemplo en el salmo 128, la extensión de la vida y una familia numerosa eran algunos signos de la bendición divina. En el caso de Jesús, y a partir de los aspectos básicos del anuncio y la esperanza en el Reino de Dios, la duración de la vida es uno de los principales criterios para medir las dimensiones de la promesa de Jesús a sus seguidores. La “vida en abundancia” implica, en primer lugar, que pueda garantizarse su duración y con ello la superación de los factores que atenten contra ella. El valor de la vida está en función directa de los años que la constituyan para que en el tiempo que deba durar puedan desarrollarse todas sus posibilidades. Para la fe proveniente del Antiguo Testamento, la duración de la vida se presentaba como el fundamento para apreciar e interpretar la relación con Dios en términos de bendición. Cada familia podía interactuar con él espiritualmente a partir de los rituales y prácticas religiosas y así se reconocía como un espacio de bendición.

En nuestra época, cuando la esperanza de vida es más elevada, este criterio adquiere proyecciones importantes, porque una existencia más prolongada demanda mejores posibilidades de desarrollo vital y humano. Lamentablemente, al aumento en la esperanza de vida (que en el caso de México se ha anunciado que ya es de 76 años) no se ve complementado con mejores niveles de desarrollo. Hablando teológicamente, la plenitud de vida consiste en explotar al máximo los dones otorgados por Dios para el beneficio personal y comunitario. Como afirma un salmo: “lo saciaré de larga vida,/ y le mostraré mi salvación” (91.16).

La calidad de vida, sinónimo de bienestar individual y comunitario

Uno de los indicadores para definir si hay pobreza en el mundo es el Índice de Desarrollo Humano, el cual, aunque se maneja de manera diferenciada según los países y regiones del mundo, funciona como referencia para advertir la manera en que los gobiernos invierten en alimentación, salud y educación. Los críticos de dicho índice advierten que la calidad de vida abarca más elementos de los que los economistas y gobernantes están dispuestos a aceptar, pues los obstáculos que enfrentan las personas desde su nacimiento condicionan muchísimo los alcances que implica el concepto de “vida en abundancia” o “vida en plenitud”. La perspectiva dominante en el Reino de Dios, que en ocasiones no es percibida adecuadamente en las iglesias, tiene que ver con los logros humanos, pues como afirmaban algunos de los Padres de la Iglesia, la gloria de Dios es inseparable del bienestar humano. Éste debe ser entendido, vivido y promovido por los seguidores de Jesús como una intensa promoción de la humanidad, para que la vida humana “siga siendo humana en el mundo” (Paul Lehmann).

La calidad de la vida humana, entonces, es un criterio de apreciación integral de la existencia, pues no consiste solamente en tener a la mano los satisfactores que no se podrán disfrutar debido a la enorme desigualdad propiciada por el sistema económico vigente. La vida humana digna, plena, sólo puede alcanzarse, según lo propone el Cuarto Evangelio, cuando los valores del Reino de Dios se aplican enérgicamente en todos los niveles de la sociedad. No obstante, la perspectiva sobre el futuro de este evangelio tampoco asumía esta exigencia con falsas esperanzas, pues veía con claridad la forma en que las fuerzas y estructuras opuestas al advenimiento pleno del Reino de Dios proclamado por Jesús pugnaban (y pugnan todavía) por impedir la shalom (paz) divina. Es decir, se trata de un estado de pleno bienestar y no sólo la ausencia de guerras. La calidad de vida es un ingrediente básico en la vida de fe, dentro y fuera de las iglesias.

Conclusión. El sentido de la vida, superación del desorden social

Juan 10.16, al hablar de “otras ovejas”, sugiere que las comunidades del Discípulo Amado habían alcanzado un grado de coherencia comunitaria que ofrecían a las demás como modelo de asociación humana. Eso significaba que habían superado el desorden social que consistía en someterse al supuesto orden impuesto por Roma, aun cuando el tejido comunitario estuviera roto debido a la violencia física y simbólica que se practicaba en su contra. Estas comunidades cristianas veían a los demás grupos cristianos como compañeros en el camino que necesitaban concentrar su visión en la persona de Jesucristo para que, a partir de ella, pudieran reconstruir su vida individual y comunitaria. El desorden espiritual, psicológico y cultural hacía que las personas fueran llevadas por cualquier tipo de orientación ideológica o religiosa sin darse cuenta. La vida plena no puede sobrevivir adecuadamente en circunstancias así, pues es necesario que las personas sean capaces de decidir libremente su destino.

El sentido de la vida, cuya búsqueda es hoy una de las mercancías más apreciadas, constituye uno de los aspectos más urgentes para la genuina comprensión de los valores evangélicos anunciados por Jesús. Sobre todo, ante el triunfalismo de quienes anuncian, con bombo y platillo, que las esperanzas para vivir vidas plenas se han reducido al mínimo. El anuncio de Jesús, de que él vino a traer vida en abundancia y plenitud, puede canalizar las esperanzas humanas hacia la recuperación de proyectos que consuman efectivamente el tiempo de las personas en busca de la justicia, la igualdad y la fraternidad.

Sugerencias de lectura

  • José Cárdenas Pallares, Para seguir el vuelo del águila. Pistas para leer a San Juan. México, Ediciones Dabar, 1993.
  • Salvador Carrillo Alday, El evangelio de Juan. El evangelio del camino, la verdad y la vida. México, Ediciones Paulinas, 2005.
  • Annie Jaubert, El evangelio según San Juan. Estella, Verbo Divino, 1987 (Cuadernos bíblicos, 17), mercaba.org/Libros/cartel_cuadernos_biblicos.htm
  • Juan Mateos y Juan Barreto, Vocabulario teológico del Evangelio de Juan. Madrid, Cristiandad, 1980.

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