abril 12, 2020

Juan 21.15-19 Commentary

EL JESÚS RESUCITADO REHABILITA A PEDRO

Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se puso muy triste de que tres veces le había preguntado si lo quería. Entonces le contestó: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Cuida de mis ovejas.

Juan 21.17, Traducción en Lenguaje Actual

Trasfondo bíblico

El Cuarto Evangelio concluye con uno de los momentos más significativos en la vida y ministerio de Pedro, compañero y colega del “discípulo amado”: su rehabilitación y reivindicación como discípulo, apóstol y pastor, a quien el Jesús resucitado le encomienda “apacentar a sus ovejas”. Ello aconteció en el episodio que reprodujo, a la inversa, el momento en que Pedro lo negó cuando el Maestro y Salvador fue secuestrado y apresado por sus enemigos (Jn 18.12-18). Con ello, Pedro recuperó su lugar en la comunidad, recibió el aval de su Señor para realizar su ministerio en la iglesia y fue recibido por las comunidades juaninas como igual a su dirigente en un esfuerzo de unificación eclesial notable.

El Jesús resucitado ante Pedro y el “discípulo amado”

El encuentro con el Jesús resucitado tiene una introducción donde Pedro vuelve a su oficio de pescador (21.3) y en medio del cual su Señor no le recrimina que haya regresado al pasado laboral, y por el contrario, lo apoya, junto con sus compañeros, para tener una pesca magnífica (21.4-6; 10-11) evidenciada en la cifra exacta de peces: 153. El hecho de que no le reprochase ese retorno al trabajo cotidiano abrió las puertas para el momento climático, de comunión, diálogo y tranquilidad, en el que directamente le encargaría la labor pastoral, y no un cargo superior sobre los demás apóstoles o servidores. Pedro tarda en reconocer al Señor, pero su respuesta al hacerlo es inmediata, muy propia de su carácter impulsivo, pues se lanzó al mar sin motivo alguno, luego de que el “discípulo amado” (cuyas comunidades, las relacionadas con este evangelio y las cartas de Juan, posteriormente se negarían a reconocer el supuesto “primado” de Pedro) le informó que allí estaba Jesús (21.7).

Para esas comunidades, Pedro no puede representar a todos los cristianos sino a un grupo de seguidores/as distintos de la comunidad ligada al nombre de Juan. En todo el Cuarto Evangelio hay un contraste deliberado entre el discípulo amado y Pedro. Como lo explica el notable biblista católico Raymond E. Brown (1928-1998), en cinco de los seis pasajes en que se le menciona, “al discípulo amado se le sitúa en explícita contraposición a Pedro”: en 13.23-26 el primero descansa sobre el pecho de Jesús, mientras Pedro tuvo que hacerle una señal para pedir una información; en 18.15-16, el primero acompañó a Jesús al palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro no pudo hacerlo sin su ayuda; en 20.2-10, llegó antes que Pedro al sepulcro, “y solamente se dice de él que creyó por lo que vio allí”; en 21.7, finalmente, reconoció a Jesús antes que Pedro. Y antes, en 19.26-27, el otro discípulo aparece al pie de la cruz, mientras que Pedro es uno de los que abandonaron a Jesús (16.32) e incluso lo negaron (18.17, 25). Tantos contrastes, agrega Brown, no podían ser accidentales: “Al contraponer a su héroe con el más importante miembro de los doce, la comunidad juánica se está contraponiendo a sí misma simbólicamente con el tipo de iglesias que veneraban a Pedro y a los doce”.

El Señor encarga a Pedro apacentar sus ovejas

El “discípulo amado” no necesitó ser “rehabilitado” por el Jesús resucitado ni fue interrogado como Pedro, pues es presentado como “el discípulo por excelencia”, al que amaba Jesús. Fue él quien estuvo muy cerca de Jesús, en la vida (13.23) y en la muerte (19.26-27). Otro aspecto muy relevante es que “el cuarto evangelio no presta virtualmente ninguna atención a la categoría de  ‘apóstol’ [tan ligada a Pedro] y hace del ‘discípulo’ la categoria primaria cristiana, de forma que la continuidad con Jesús viene a través del testimonio del discípulo amado (19.35; 21.24)” (énfasis agregado).

Pedro asimiló la lección, y al dolor inicial por la amarga negación de su maestro le seguiría una reconstrucción de su ministerio que aparece testificada en el libro de los Hechos, en donde adquiere cierta preeminencia en los primeros capítulos, hasta que es sustituido en la atención por su colega, el apóstol de los no judíos, San Pablo. Con él tuvo también algunas desavenencias, mencionadas en la carta a los Gálatas, pero que Pedro menciona, pues más bien se refiere a él como compañero en el ministerio (II P 3.15-16). Y al hablar del propio Jesucristo como “pastor y obispo de vuestras almas” (I P 2.25) demostrará la manera en que comprendió el oficio que Jesús había depositado sobre él. Asimismo, desarrolló más el tema de la pastoral y se dirigió a sus colegas con palabras muy claras:

Esto es lo que les pido a quienes los dirigen, yo, que comparto con ellos la tarea y soy testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que está a punto de revelarse: apacienten el rebaño de Dios confiado a cargo de ustedes; cuídenlo, no a la fuerza o por una rastrera ganancia, sino gustosamente y con generosidad, como Dios quiere; no como dictadores sobre quienes estén a cargo de ustedes, sino como modelos del rebaño. Y el día en que se manifieste el Pastor supremo recibirán ustedes el premio imperecedero de la gloria (I P 5.1-4).

Sobre el Señor como pastor lo califica como el superior de ellos, el “príncipe” (RVR1960), con lo que da a entender el lugar que para sí mismo se había reservado en esa dinámica.

Conclusión

La resurrección de Jesús le permitió a Pedro reencontrar el lugar para el cual había sido llamado y le ganó un puesto, al lado de los demás apóstoles que llevó adelante hasta ser martirizado por amor a su señor y maestro. Ciertamente, tuvo que ser “evangelizado” por María Magdalena y creer firmemente en que quien lo llamó había vuelto a vivir según su promesa: “María Magdalena y no Pedro es la primera que ve al Jesús resucitado (20.14) y la primera que proclama la resurrección (20.18)” (R.E. Brown). Por ello, como afirmó el teólogo reformado alemán Jürgen Moltmann (1926) en un cuestionamiento abierto hacia la prohibición de los ministerios femeninos: “Pero entonces leo que el apóstol Pablo dice que las mujeres deben ‘callarse’ y guardar silencio en la congregación. Luego me pregunto qué afirmación está más cerca de Cristo. Y mi decisión es clara. Si las mujeres estuvieran en silencio todo el tiempo, entonces no tendríamos conocimiento de la resurrección de Cristo. Porque esto fue gracias a María Magdalena”.

Sugerencias de lectura

  • Raymond E. Brown, La comunidad del discípulo amado. Estudio de la eclesiología juánica. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1983 (Biblioteca de estudios bíblicos, 43).
  • Elisa Estévez, “La mujer en la tradición del Discípulo Amado”, en RIBLA, núm. 17, 2001, pp. 87-98, centrobiblicoquito.org/images/ribla/17.pdf.
  • Jürgen Moltmann, comentarios a la conferencia presentada en Emergent Village Theological Conversation, 2009, texto y audio: https://postbarthian.com/2014/01/09/jurgen-moltmann-on-women/
  • 2009 Emergent Village Theological Conversation with Jürgen Moltmann: Women, Homosexuality, Antisemitism, Hermeneutics and more.

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