noviembre 12, 2017

Juan 5.1-18 Commentary

JESÚS RESTAURA LA DIGNIDAD DE LAS PERSONAS (Juan 5.1-18)

Jesús le dijo: —Levántate, alza tu camilla y camina. En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar.   Juan 5.8-9

Trasfondo bíblico

El capítulo 5 del Cuarto Evangelio describe con peculiar agudeza la necesidad humana que Jesús enfrentó en su momento: luego del largo episodio de la Samaritana (que llevó a la conversión de toda la comunidad de samaritanos) y de otro episodio de sanidad, el texto muestra a Jesús ya en Jerusalén (participando en una fiesta indeterminada). Estaba dispuesto a confrontar su actuación restauradora de la vida de las personas a través de un suceso cuyos rasgos definen con claridad su labor. El v. 3 incluye una galería de personajes azotados por el látigo de la enfermedad y el abandono; en los pórticos del estanque de Bethesda (“casa de la misericordia”, adjetivo simbólico) se encuentra “una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos”, ansiosos por recibir el beneficio de un suceso sobrenatural. El énfasis del relato y la aceptación de que sólo mediante un acto de este tipo podrían cambiar su situación, hacía que los necesitados estuvieran sujetos al azar y limitados a la posibilidad de estar cerca del agua.

En camino a la dignidad: la acumulación de obstáculos

El Cuarto Evangelio enmarca la acción de Jesús en su conflicto por demostrar tres cosas. Primero, que el sábado se ha convertido en una barrera inútil para la promoción de las personas (v. 9). Segundo, que él, como Hijo de Dios, trabaja como Dios mismo, de tiempo completo al servicio de la vida y la dignificación (v. 17). Y tercero, que una nueva comunidad solidaria está emergiendo en medio de los dictados despóticos y autoritarios de un conjunto de leyes que muy poco tiene que ver con la situación humana real (v. 18). Jesús realizó la tarea de levantar a un hombre incapacitado completamente, postrado y sin posibilidades de restauración, a la espera de un milagro, cuyo camino hacia la dignidad era largo y estaba plagado de obstáculos, además de que no contaba con el apoyo de alguien que lo ayudara a acercarse, literalmente, al espacio de gracia que representaba el estanque.

Con todo, el retrato literario del personaje no necesariamente logra que se sienta lástima por él, pues el único dato que aporta el texto es cronológico, aunque sumamente estremecedor: ¡el hombre llevaba postrado 38 años! (v. 5). Ese único elemento resume la necesidad de la persona: años y años de postración y humillación física. El poder del Evangelio para salvación puede y deber ser traducido y entendido como un programa intensivo de dignificación humana, de humanización integral. Sin ánimo de subordinar todas las bondades del mensaje de Jesucristo a sólo algunos aspectos, hay que destacar la forma en que el Evangelio debe desdoblarse, también en nuestra época, en una comprensión más amplia de servicio a la integridad de las personas.

Jesús aplica un mensaje integral de restauración humana

Aun cuando debe decirse, también, que el Evangelio cristiano no es la única manera de recuperar la dignidad humana, puede afirmarse que la acción de Jesús en el Cuarto Evangelio representa el ataque sistemático a todas las estructuras que se han colocado sobre la humanidad. Éstas se sirven de ella para que, en nombre de diversos sustitutos de Dios (el Estado, el progreso o el bien común), continúe el círculo vicioso de la enfermedad, la indignidad y la marginación. Y es que, en ocasiones, las personas dejamos de ser realidades únicas, concretas e históricas, reconocibles y con exigencias de realización, proyección y actuación relevante en el mundo para convertirnos en números y parte de las estadísticas de los gobiernos. Quienes dirigen las sociedades sacrifican a las personas más necesitadas en los altares del mercado y la política, por lo que el Evangelio se presenta no sólo como un refugio o un remanso de paz. También es un verdadero motor para reconstruir la dignidad de quienes tienen menos recursos de todo tipo. Estas carencias obligan a reelaborar el Evangelio de Jesucristo para identificar adecuadamente su capacidad para restaurar vidas humanas.

Cuando Jesús abordó al hombre paralítico, su pregunta fue directa y aparentemente innecesaria: “¿Quieres ser sano?”. Podría decirse que Jesús la hizo para sondear la mentalidad del hombre, acaso ante la posibilidad de que quisiera seguir siendo objeto de la compasión de los demás. Se llevó a cabo, entonces, un diálogo informativo y (re)constructivo en el que Jesús se enteró de las circunstancias específicas de la persona. Jesús no profundizó más en sus problemas y la atendió inmediatamente a través de una orden salvífica integral, cuyo contenido expresa el programa restaurador del Evangelio en tres tiempos: “Levántate, alza tu camilla y camina” (v. 8). La situación del hombre se transforma inmediatamente cuando él siguió al pie de la letra las instrucciones y se convirtió en una nueva persona, restaurada y dignificada. Siguiendo la orientación de este evangelio, esta orden tuvo un significado que, puesto delante de la previsible reacción de los judíos, adquirió fuerza y relevancia en el contexto de la lucha de Jesús contra la Ley inhumana e injusta. Al agradecimiento inexistente hacia la obra de Dios llevada a cabo por Jesús, por parte de sus opositores, Jesús opone el silencio y el apartamiento (v. 13).

La dignidad humana es el valor ético más alto en el Reino de Dios

“El hombre es la medida de todas las cosas”, dijo el filósofo antiguo Protágoras, y un teólogo como Kart Barth completó la frase: “…desde que Dios se hizo hombre”. Porque Jesús afirmó tajantemente, en Juan 5.17, al reencontrarse con el hombre restaurado (a quien le hizo una recomendación adicional acerca de que no pecara más, v. 14), que ahora ya tenía voz (como el ciego del cap. 9 también). Y respondió a los judíos acerca de su labor restauradora: el trabajo central de Dios (incluso por encima del sábado) es la dignificación humana. Todo esto debido a que una gran tentación del legalismo consiste en sacrificar a las personas en nombre de las instituciones religiosas. Es decir, se trata de poner la vida en un nivel inferior al de los rituales externos, dejando de lado el grito de la necesidad física, siempre urgente. Al trabajar igual que Dios, su Padre, Jesús se coloca como enemigo de la vida humana indigna y su ocupación fundamental, desde la provocación de la actuación en el día sagrado, es la lucha continua por la restauración y la dignificación humana. Así se ganaría la incomprensión de quienes suponen que el trabajo divino es salvar a las personas sin restaurarlas en todos los sentidos. Muchos de nosotros hemos caído en esta incomprensión debido a la aceptación de una separación de realidades completamente ajena al mensaje cristiano, pues pasamos por alto lo que Ireneo, obispo de Lyon del segundo siglo, expresó con suma claridad: “Es honra de Dios que el hombre viva, pero la vida del hombre es ver a Dios”.

Conclusión

Hace falta, entonces, alimentar nuestro entendimiento de las virtudes y exigencias del Evangelio de Jesucristo con las acciones y el discurso del Cuarto Evangelio, que atendieron tan notablemente las necesidades integrales de los seres humanos concretos, de carne y hueso. Ellos nos confrontan todo el tiempo con su situación, que debería recordarnos la manera en que Jesús interpretó su actuación a la luz del trabajo divino incansable a favor de la vida digna de sus criaturas. Ése es el interés principal de Dios en relación con la humanidad: que la vida se experimente con total dignidad y respeto en medio de todas las circunstancias.

Sugerencias de lectura

  • Salvado Carrillo Alday, El evangelio según san Juan. El Evangelio del Camino, de la Verdad y de la Vida. México, Verbo Divino, 2010.
  • Bernadette Escaffre, Evangelio de Jesucristo Según San Juan. Estella, Verbo Divino, 2016 (Cuadernos bíblicos, 145-146).
  • Juan Manuel Martín Moreno, Personajes del Cuarto Evangelio. Madrid, Editorial Comillas, 2002.
  • Jean Zumstein, El evangelio según Juan. I. (1-12). Salamanca, Ediciones Sígueme (Estudios bíblicos, 152), 2016.

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