diciembre 28, 2025

Lamentaciones 3.1-12 Commentary

Yo soy el que ha sufrido

el duro castigo de Dios.

Él me forzó a caminar

por los caminos más oscuros;

no hay un solo momento

en que no me castigue.

Lamentaciones 3.1-3, Traducción en Lenguaje Actual

Trasfondo 1. Historia

En 588 a.C., el rey Sedecías suspendió el pago de tributos a Babilonia. En 586 a.C., después de año y medio de cerco, los oficiales de Nabucodonosor conquistaron, incendiaron Jerusalén y destruyeron el templo. Fue el fin del Reino de Judá. Sedecías fue apresado y llevado con el segundo grupo de deportados a Babilonia (2 Re 25.7). Lo reubicaron junto a los expatriados del 597 a.C. Estos acontecimientos, que dan pie a las Lamentaciones, se narran en el Segundo libro de los Reyes y en Jeremías 39 y 52, y se transforman en una visión en Ezequiel (Ez 9) (P. Riva).

Éste es el trasfondo histórico del libro de las Lamentaciones, escrito aproximadamente entre el 586 y el 575 a.C., durante o poco después de la caída de Jerusalén. Aunque el original hebreo no indica nada que lo relacione con Jeremías, la referencia al profeta aparece en la Septuaginta, en una nota que afirma: “Sucedió cuando Israel fue llevado cautivo y Jerusalén fue asolada, que Jeremías, llorando, se sentó y entonó esta lamentación sobre Jerusalén, diciendo…”. Lo cierto es que varios poetas, hombres y mujeres, hicieron del suceso el tema de sus textos. Según Kathleen O’Connor, el trabajo mayormente debió ser realizado por mujeres, pues la tradición depositaba en ellas “el arte de la lamentación”, de lo cual hay evidencia en el libro de Jeremías (9.17-21; 31.15).

Trasfondo 2. Literatura

“También de dolor se canta”: así tituló el Dr. Alfredo Tepox Varela una charla inolvidable acerca de las características literarias y poéticas de las Lamentaciones. Con justa razón, porque este libro es un gran lamento ejecutado con una enorme creatividad y pulcritud. Estamos ante un evidente caso de “poesía teológica”, lo cual exige, además de una sensibilidad específica para abordarla, el respeto por sus características formales y expresivas (es un acróstico), lo que produce también una serie de requisitos para acceder a su contenido y mensaje. Su lenguaje realista, hiperrealista incluso, y la manera en que despliega las observaciones y los diversos temas, lo convierte, de entrada, en una profunda elegía o endecha (en griego, threno), es decir, en un poema triste que se lamenta por la muerte de la gran ciudad de Jerusalén, como si fuera una persona, y por la crisis humanitaria experimentada por el pueblo ante el sitio de la misma.

En ella caben “la descripción de rasgos sueltos, la transposición imaginativa, los lamentos, las súplicas, las preguntas desconcertadas, la exhortación. Todo ello suministra riqueza y variedad de materiales” (P. Riva). La primera lamentación destaca el sufrimiento como consecuencia de la propia culpa; la segunda muestra a Yahvé como enemigo que ha destruido a Sión en el día de su ira; la tercera, que se confía en Yahvé en medio del dolor, porque es misericordioso; la cuarta, que el sufrimiento corresponde a la culpa, pero que el tiempo de sufrir ha terminado; y la última es una oración para salir de la miseria.

Trasfondo 3. Mensaje

El lenguaje característico del profeta a la hora de arremeter contra la insensibilidad y la negación monárquicas es el lenguaje de la aflicción, la retórica que mueve a la comunidad a asistir afligida a un funeral que no quiere aceptar. En realidad, se trata de su propio funeral. Cada vez me ha impresionado más la capacidad del profeta para hacer uso del lenguaje elegíaco y de la creación simbólica de una escena funeraria como modo de visibilizar lo que el rey debe y no quiere ver. Y creo que la aflicción y el lamento, ese llanto patetico (con «pathos»), es la forma extrema de crítica, porque anuncia el inevitable final de todo el montaje monárquico (W. Brueggemann).

La Tercera Lamentación, un acróstico perfecto, puede dividirse en tres partes bien definidas: la experiencia individual del dolor (vv. 1-20); la esperanza en la misericordia de Dios (vv. 21-39); y una súplica individual y colectiva (40-66). El tema central es el mismo de todo el libro: Dios es quien castiga con justicia los pecados, pero también es el único que puede salvar. Está redactada en primera persona, por lo que la voz que habla “expresa el dolor y la súplica, el reconocimiento de sus pecados y su esperanza en la misericordia divina, su propio ser y su pertenencia a un pueblo” (P. Riva). El hablante asume como propio el dolor por lo sucedido hasta ese momento, de manera directa sobre él y así se presenta: “Yo soy el que ha sufrido / el duro castigo de Dios. / Él me forzó a caminar/ por los caminos más oscuros; / no hay un solo momento / en que no me castigue” (vv. 1-3). Su situación es trágica, de muerte (vv. 4-6), al grado de que “Se niega Dios a escucharme” (v. 7). El Señor ha encaminado sus flechas sobre él y, literalmente, lo acosa (8-15). La sensación es de derrota total por causa de esta actuación divina (v. 16) y “la felicidad es sólo un recuerdo” (v. 17). En el extremo del desencanto no duda en decir: “Me parece que de Dios / ya no puedo esperar nada” (18). Por ello, el ánimo está perdido (vv. 19-20).

Conclusión

Si en otros lugares del AT, se cuestiona, así sea implícitamente, el pacto de Dios con el pueblo (Job, Ester, Eclesiastés), aquí la recuperación de éste es agónica, es decir, se interpreta como una situación crítica que impacta en el corazón mismo de Dios para garantizar la permanencia de la alianza en el marco de la fidelidad divina indiscutible, pero sin olvidar al socio humano que, a pesar de sus desobediencias, seguirá siendo la contraparte de este convenio de amor, compasión y justicia. La voz individual y colectiva expresará de manera doliente lo sucedido en la historia, pero con una profunda esperanza en que Dios actuará para superar la circunstancia presente. Leído en la fiesta del día nueve del mes Av, día de duelo por la destrucción del templo, el libro proyectaba la ansiedad del pueblo para salir de la tragedia nacional. “El libro de las Lamentaciones no se agota en cantar las tristezas sino que dice mucho sobre la fe y la esperanza y muestra que es posible construir un discurso sanador a partir de la angustia. Este libro es un ejemplo de cómo la experiencia de profunda desazón puede no conducir al vacío sino por el contrario a impulsar a pronunciar la palabra que permita dar sentido la vida” (P. Andiñach).

Sugerencias de lectura

  • Pablo Andiñach, “Lamentaciones”, en Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2012.
  • Walter Brueggemann, La imaginación profética. Santander, Sal Terrae, 1986.
  • Kathleen O’Connor, “Lamentations”, en Carol A. Newsome y Sharon H. Ringe, eds., Women’s Bible Commentary, Louisville, Westminster John Knox, 1992, 1998.
  • Pinky Riva, “Meguilat Eijá. El libro de las Lamentaciones”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 67, 2010/3, p. 66, centrobiblicoquito.org/images/ribla/67.pdf.
  • Alfredo Tepox, “También del (sic) dolor se canta”, Sociedad Bíblica de Guatemala, 21 de mayo de 2020, youtube.com/watch?v=kneta82pp8c&t=8s.

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