diciembre 26, 2021

Lucas 2.1-14 Commentary

DE ÁNGELES, CÁNTICOS Y PRODIGIOS: RELECTURA POÉTICA DE LOS SÍMBOLOS NAVIDEÑOS (Lucas 2.1-14)

Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. En ese momento apareció, junto con el ángel, una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas! / ¡Paz en la tierra a todos los que gozan de su favor!

Lucas 2.11-14, Reina Valera Contemporánea

Navidad, esa fiesta que es de todos. Se trata de un nacimiento, pero como deberían serlo todos: el de un niño esperando con amor y respeto, porque trae consigo la esperanza del mundo.  M. Yourcenar

Trasfondo bíblico

La Navidad es una época de máscaras y realidades ocultas. La gran escritora belga Marguerite Yourcenar (1903-1987) lo ha dicho como pocos. Por ello, cada año que celebramos el nacimiento de Jesús, tenemos la obligación de releer los sucesos mediante las claves proporcionadas por el texto bíblico. El Adviento nos proporciona la oportunidad litúrgica para acercarnos a los acontecimientos tan sabidos para explorar de nuevo su sentido. Como comenta el teólogo valdense italiano Giorgio Girardet: “Es la historia de un niño divino, anunciado por presagios maravillosos, que nace en la pobreza, pero pronto es reconocido y recubierto de oro y vestiduras preciosas, recibiendo los honores de la sociedad de los poderosos. De la pobreza sólo queda una mística buena sólo para los ricos”. El evangelio de Lucas escogió una clave poética, simbólica y musical para presentar los hechos. Así, escuchamos a María, Simeón y los ángeles entonar sendos poemas-cánticos con un contenido profético nada superficial. Además, la presencia de esos seres celestiales y la manifestación de prodigios colaterales al nacimiento del niño proveen al relato de un aura de magnificencia que es imposible soslayar. De modo que, al revisar estos tres componentes, los ángeles, los cánticos y los prodigios, es preciso hacerlo con la intención de releerlos en busca de su actualidad para la fe y la praxis cristianas.

Los ángeles, mensajeros veraces de la voluntad divina

Los ángeles son protagonistas privilegiados de toda esta historia: primero, uno de ellos anuncia a Zacarías el nacimiento de Juan, su hijo; luego, otro hace lo mismo con María, la virgen de Nazaret; y, por último, en la noche del nacimiento de Jesús, varios de ellos se manifiestan a los pastores. El deslumbramiento inevitable que ocasionan estos personajes simbólicos hace que muchas veces se olvide su papel como mensajeros veraces de la voluntad divina. Quienes aparecen en los evangelios no son criaturas enviadas sólo para guardar las noches de los niños y niñas con el fin de que no tengan pesadillas. El ángel del Señor, mencionado varias veces en el Antiguo Testamento, simboliza la presencia bienhechora de Dios, que no abandona a su pueblo en ningún momento.

Si se rastrea seriamente el origen de la creencia en los ángeles, se encuentra que son una evidencia de la profunda necesidad humana por establecer nexos con la esfera divina. Lucas no deja de moverse entre ambas esferas, la teológica y la humana, para evidenciar sus relaciones y, sobre todo, para mostrar la forma en que Dios va a incidir en la historia. El mensaje que portan los ángeles es lo verdaderamente relevante, pues ellos son la única forma de acceso a la sabiduría divina, la cual, evidentemente, no podía estar a la mano de la gente sencilla, pues, como siempre, los poderosos son quienes saben, quienes conocen y dominan la coyuntura social, política y, en ocasiones, espiritual. Son ellos quienes, mesiánicamente, saben a ciencia cierta qué necesita el pueblo y éste debe callar, escucharlos y dejarse conducir.

Los ángeles aparecen en la historia de Lucas como seres que transmiten información privilegiada, negada en este caso a los príncipes y gobernantes. La lógica que preside su actuación es la de la inversión de los poderes y del saber verdadero: quienes ahora conocen el designio divino, gracias a los intermediarios, a los informantes celestiales, son la clase más baja, quienes de otro modo estarían condenados a la ignorancia. En otras palabras, los ángeles son anunciantes del proceso de liberación puesto en marcha por Dios y que arranca desde abajo, desde la suciedad del pesebre y desde la marginalidad de un pueblo sometido a los caprichos de quienes lo gobiernan. Esto choca frontalmente con la imagen simpaticona y neutral con que usualmente se les presenta en la imaginería tradicional. Su protagonismo es militante pues sus palabras están situadas en medio del conflicto inevitable, la presencia de un imperio ilegítimo que únicamente estaba pensando en la forma de extraer más tributo, como lo demuestra el censo ordenado por el César (Lc 2.1).

Los cánticos, poemas proféticos arraigados en la historia

Como en tantos momentos de la Biblia, la poesía es el género literario privilegiado para transmitir el mensaje divino. María reacciona al mensaje angélico con un poema (el Magnificat; Lc 1.46-55) que celebra la acción de Dios en la historia, específicamente el hecho de abajar a los poderosos y levantar a los humildes, en continuidad con el cántico de Ana, la madre de Samuel. María practica una relectura de la historia de la salvación y hace una paráfrasis personal de los acontecimientos humanos. Zacarías, por su parte, entona un cántico profético (el Nunc dimmitis; Lc 1.67-79) que, emotivamente, lo coloca en el centro mismo de los acontecimientos salvíficos. Semejante conciencia, presente y actuante en la periferia del pueblo y de la sociedad, es un auténtico milagro, pues cuando una comunidad se asume como protagonista de su propia historia, está a punto de hacer grandes cosas.

El poema que los ángeles entonan en su esfera propia es, no obstante, el que mejor resume lo sucedido en ese instante. Luego de explicar, diríamos que, en prosa, la noticia del nacimiento del salvador, se les escucha concentrando en una breve estrofa todo el sentido de los acontecimientos: el gloria in excelsis Deo, la gloria al Dios celestial (Lc 2.14), se acompaña del anuncio de la paz en la tierra y de la buena voluntad de Dios para la humanidad entera. La poesía tiene aquí un objetivo que fue captado muy bien por algunos villancicos coloniales, como el de Hernán González de Eslava: “Ya la tierra es cielo”, el matrimonio entre el cielo y la tierra.

Pero el poema dice algo más: si en la esfera divina, la gloria para el Señor es indiscutible, ésta no será plena si no se realiza en el mundo el shalom utópico antiguo, no solamente la pax, algo que habían garantizado los romanos si los demás pueblos aceptaban someterse a sus designios. La eirene, incluso, era una ficción neutralizante y ambigua que no alcanza a traducir el bienestar humano amplio que expresa el vocablo hebreo, trasfondo irrebatible del cántico. Además, éste desliza una crítica sólida al comportamiento humano, pues como comenta Girardet:

La palabra habitualmente traducida como “buena voluntad” debe ser entendida en el contexto cultural de su tiempo. Se trata de la “buena voluntad” de Dios para los hombres que ha elegido… El discurso tradicional de la “buena voluntad” es por consiguiente puesto cabeza abajo. El centro no es la buena disposición de los hombres animados por buenos sentimientos, sino la voluntad de Dios que elige. El contexto es claro: la “paz” —que luego es sinónimo de victoria final, de salvación, de liberación total— es anunciada a aquellos que Dios ha escogido y que hoy sufren opresión, los pastores marginados de la sociedad, los parientes de los zelotes crucificados, todos aquellos que en silencio velan y esperan su liberación.

Los prodigios, anuncios concretos de la venida del Reino de Dios

Una concepción tradicional de los milagros y prodigios del evangelio ha producido interpretaciones riesgosas de la acción divina en la historia y en las vidas humanas. Si el propósito de Dios en Jesús fue hacer presentes las primicias de su Reino, esto no podía llegarse a cabo sin sorprender a los seres humanos con gestos simbólicos acordes con la novedad radical que representa la intervención liberadora en la historia. La inversión de los valores predominantes en el mundo constituía una auténtica revolución en las mentalidades y en las prácticas comunitarias.

El nacimiento de Jesús está rodeado de prodigios porque la imaginería popular requiere este tipo de insumos para la elaboración y concreción de la esperanza. El discurso y la práctica mesiánica de Jesús, anunciada con el pórtico de estos hechos sobrenaturales, abre la puerta para que los débiles de todos los tiempos trabajen su frustración y la canalicen mediante actos mínimos, pero específicos, de liberación. La simbología navideña, sepultada como está bajo el fárrago de la comercialización y la propaganda, ha perdido mucho de su potencial liberador, transformador, porque ha dejado de transmitir el horizonte utópico propio del mensaje cristiano, crístico. Jesús es situado por el evangelio en dicho horizonte, como portador y adalid del reino de Dios y, por extensión, cada hombre o mujer, como los pastores, Zacarías o María, puede acceder a esa misma posición.

Conclusión

Los prodigios no están colocados por este narrador extraordinario para distraer del núcleo de verdad de todo símbolo, al contrario, la simbología navideña debe ser retrabajada, revalorada y releída para volver a ser lo que quiso Lucas que fuera: un instrumento de esperanza humana en las manos de Dios. Jesucristo amaneció en la historia desde su reverso, desde su subversión, desde la negación de los palacetes y lujos hedonistas. Como lo compuso Salatiel Palomino, “entre borregos”, Jesús nació entre el ganado y el estiércol para mostrar desde qué “lugar teológico” vino a salvarnos. La marginalidad es donde mejor se movería toda su vida, pues sólo un auténtico outsider podía captar la magnitud contracultural del Reino de Dios. Y todo empezó y acabaría allí.

Sugerencias de lectura

  • Maria Cara Luchetti Bingemer e Ivone Gebara, María, mujer profética. Madrid, Ediciones Paulinas, 1988 (Cristianismo y sociedad, 11).
  • Giorgio Girardet, A los cautivos libertad. La misión de Jesús según San Lucas. Buenos Aires, La Aurora, 1982.
  • Marguerite Yourcenar, “Glosa de Navidad”, en El tiempo, gran escultor. Madrid, Alfaguara, 1994, https://libertadbajopalabra.com/2020/12/24/glosa-de-navidad-de-marguerite-yourcenar/

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