junio 29, 2025

Lucas 6.12-19 Commentary

Cierto día, poco tiempo después, Jesús subió a un monte a orar y oró a Dios toda la noche.

Lucas 6.12, Nueva Traducción Viviente

La oración es fundamentalmente un diálogo con Dios. Si se introducen finalidades alejadas de este objetivo, la oración queda desvirtuada, y si uno finge entonces hablar con Dios, incurre en blasfemia e hipocresía. Jesús denunció esta deformación con una claridad y dureza no igualadas por aquellos que, con el pretexto de la falsa oración, quieren elimnar también la oración auténtica.

Oscar Cullmann

Trasfondo bíblico-teológico

Siempre es necesario hablar de la oración en el contexto cristiano, sobre todo por los problemas que implica su definición y su práctica. Se puede enunciar básicamente el dilema que plantea en téminos de la voluntad divina: si Dios ya ha predeterminado todas las cosas y éstas son inmutables, ¿cuál sería la razón de ser de orar? ¿Tratar de influir en que Dios modifique sus planes? ¿O protestar firmemente para que actúe en función de nuestros deseos? Rubem Alves lo expresó como pocos:

La oración es un lenguaje que expresa un deseo. En ella, el ser humano coloca delante de Dios sus angustias y sus aspiraciones más profundas. Y ella estaría totalmente desprovista de sentido si la persona que ora no creyese que su deseo es capaz de modificar el curso de los acontecimientos. En la oración, el hombre intenta abolir el poder del así es por la magia del así debe ser. […]

¿Por qué se ora? Cada creyente ora, si y sólo si, él cree que, de alguna forma misteriosa, sus deseos son capaces de mover a una voluntad suprema, que permanecería impasible si la voz de la oración no fuese articulada. Él ora porque cree que su oración tiene el poder para poner en acción una eficacia extra que no existiría si permaneciese en silencio.

La oración, por lo tanto, revela algo sorprendente: un creyente que no cree en la Providencia como causalidad de hierro, y un Dios diferente que acoge los deseos humanos y altera el curso de las cosas.

La oración como práctica espiritual constante según el modelo de Jesús en San Lucas nos acerca al tema mayor, Jesús y la oración, pues no hay ninguna relación más natural que ésta en los Evangelios, dado que la vida y obra del Señor son incomprensibles sin ella, pues todo lo que pensó, hizo, dijo y proyectó se basa en la íntima relación que tuvo con Dios el Padre mientras estuvo físicamente en la tierra. Lucas es el evangelio de la oración por antonomasia, es como “el clima en el que se desarrolla la vida cristiana”. “La oración no sólo ocupa un puesto privilegiado en su narración evangélica, donde la figura de Jesús orante cobra un relieve mucho mayor que en los demás evangelistas, sino que continúa en la vida de la comunidad cristiana, como se describe en el libro de los Hechos. La presentación de Jesús orando es un dato importante para el discípulo, porque una de las actitudes fundamentales del seguimiento de Jesús es precisamente la continua comunicación con Dios” (J.A: Fitzmyer). La oración de Jesús estuvo siempre en función de su mensaje central, la venida del Reino de Dios y eso dominó toda su actuación y mentalidad. Aun cuando en los cuatro evangelios el tema aparece por doquier, en Lucas, particularmente, es posible ver a Jesús practicando la oración, cuestionando su mala práctica y enseñando sobre ella. De hecho, la oración que enseñó a sus discípulos difiere de la de Mateo en algunos aspectos, como veremos.

Jesús oró sobre un monte (v. 12)

Como bien ha recordado Jon Sobrino, Jesús “fue un judío que conocía y practicaba la oración tradicional de su pueblo”, en tiempo y forma, conforme a lo que aprendió en medio de él, no obstante lo cual insistió en desmitificarla y renovarla. Jesús oró en consonancia con su mensaje y también denunció los excesos y carencias del modo convencional de hacerlo. “Jesús no fue un ingenuo con respecto a la oración; que él mismo no la ejercitó por mera rutina dentro de la tradición, como si la oración de su pueblo fuese una región totalmente autónoma de la fe de su pueblo, que no se prestase a ser manipulada” (Ídem). Las prácticas populares de la oración aparecen desde muy temprano en el evangelio de Lucas (cap. 1) y será hasta Lc 5.16 cuando se muestra a Jesús apartándose de la gente para orar, con lo que “el dato de su alejamiento pone en estrecha relación su actividad de enseñanza y de curaciones con una comunicación directa con el Padre” (J.A. Fitzmyer).

Aunque la mención de la “montaña” también se encuentra en Marcos (Mr 3.13) —de donde, probablemente, deriva—, el término tiene, en Lucas, una connotación especial, en cuanto sitio de oración (cf. Lc 9.28). La montaña es el lugar privilegiado de la presencia de Dios, de la cercanía al Dios que se revela. En el curso de la narración de Lucas se mencionará una montaña específica, cerca de Jerusalén (Lc 19.29; 21.37; 22.39), pero esa connotación del monte es una realidad que atraviesa todo el evangelio (Ídem).

Orar toda la noche lo capacitó para servir (vv. 13-19)

El otro elemento del v. 12, orar toda la noche, es sumamente característico de la práctica de Jesús. Literalmente, el texto dice: “Se pasó la noche en la oración de Dios”. Su persistencia en la oración lo llevó a extremar el tiempo dedicado a ella. Ni Marcos ni Mateo mencionan esta oración, previa a una acción fundamental de su labor, la selección de los discípulos. “Esta adición de Lucas magnifica el cuadro para la elección de los Doce, como si quisiera decir que Jesús ha invocado la bendición de Dios sobre el acto que va a realizar. Tal vez sea ésta una manera de expresar, en términos típicamente lucanos, lo que el cuarto Evangelio atribuye al propio Jesús: “’los hombres que tú me confiaste; eran tuyos y tú me los confiaste (Jn 17.6). En los Hechos de los Apóstoles dirá Lucas que habían sido elegidos ‘por medio del Espíritu Santo’ (Hch 1.2)” (Ídem). Para nuestros fines, una oración de estas dimensiones agotadoras se justifica plenamente por la importancia de la decisión que iba a tomar al amanecer (vv. 13-17). Al descender del monte, su tarea sanadora y de enseñanza se desarrolló en plenitud (18) y su persona corporal se volvió el centro de la atención y la atracción por causas del “poder sanador” que emanaba de él.

Conclusión

Hacer coincidir el contenido de la oración con los valores, principios e ideales del Reino de Dios es la meta hacia la que hay que dirigir su práctica, incluso cuando nuestros deseos más profundos están en juego. Si se trata de la vida, de la salud, de la estabilidad, de la justicia o de una reivindicación necesaria, la oración estará en consonancia con los postulados centrales del Reino de Dios y en estricta consonancia con el mensaje de Jesús, todo lo cual nos permitirá responder y poner en práctica varias cuestiones acuciantes: ¿qué es la oración para cada uno de nosotros?, ¿cómo la practicamos en lo más hondo?, ¿qué tanto influyen los modelos bíblicos en nuestra oración?, ¿cómo oraba Jesús?, ¿qué tanto se parece nuestra oración a la suya?, ¿cómo podemos orar para mostrar que estamos en la línea del Reino de Dios?, y otras más que seguramente surgirán.

Sugerencias de lectura

  • Rubem Alves, “La voz contradictoria: la oración”, en Protestantismo e repressão. São Paulo, Ática, 1979.
  • Oscar Cullmann, La oración en el Nuevo Testamento. Ensayo de respuesta a cuestiones actuales a la luz del Nuevo Testamento. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1999 (Biblioteca de estudios bíblicos, 92).
  • Joseph A. Fitzmyer, El evangelio según Lucas. I. Introducción general. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1986.
  • A. Fitzmyer, El evangelio según Lucas. II. Traducción y comentarios. Capítulos 1-8,21. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1987.
  • Jon Sobrino, La oración de Jesús y del cristiano. 3ª ed. Bogotá, Ediciones Paulinas, 1986.

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