Jesús les dijo: Denles ustedes de comer.
Lucas 9.13, TLA
Trasfondo bíblico
Toda la actividad de Jesús, sus palabras y sus acciones tuvieron como eje central la instauración del reinado de Dios en la tierra. Para tal fin, y a contracorriente de otros profetas (como Juan el Bautista), llevó a cabo un proyecto comunitario al que invitó a unirse a varias personas. Llama la atención la insistencia de los evangelios en registrar los nombres de las doce más visibles, que representaron el número simbólico del pueblo de Dios en la historia. Con ese grupo en mente y en la práctica, Jesús se dio a la tarea de servir al pueblo pobre de su tiempo para hacer visible la cercanía del reino divino. El sentido del envío de los Doce tenía la misma finalidad. Pero esa instauración no podía quedarse sólo en el anuncio de una realidad espiritual, pues el reinado de Dios tiene que empezar a “verse” también de alguna manera. Por eso, las acciones y los signos de Jesús hicieron visible y palpable la realidad del reino.
El alimento como símbolo de vida
Una de las principales necesidades humanas es la comida para el mantenimiento de la vida. El evangelio de Lucas es el que subraya con mayor intensidad la acción de comer como parte de la manifestación de la presencia de Dios. Si podemos hablar aquí de milagro, no podemos plantearlo como el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que realizó Jesús, sino como el milagro que genera el desprendimiento y la actitud de compartir, la apertura generosa y solidaria con los demás. (La Biblia de Nuestro Pueblo). “Como Juan y como los antiguos profetas, Jesús insiste en reeditar el proyecto del Padre: una mesa llena, alrededor de la cual puedan sentarse todos los hermanos, repartiendo el pan, sin discriminación, sin injusticias” (Sandro Gallazzi).
Eso es lo que tiene que promover de manera permanente el discípulo de Jesús, y eso es lo que tiene que “sacramentalizar” en el mundo nuestro compromiso cristiano.
A los discípulos que acaban de regresar de predicar y curar al pueblo de Dios les da Jesús un nuevo encargo: tienen que alimentar al Israel reconstituido con la eucaristía. Vuelve a aparecer el tema lucano de la comida. En 4.16-9.6, este motivo apareció, en gran parte, en los relatos que presentaban la gozosa comunión de mesa de Jesús con los pecadores. Aquí recibe una dimensión complementaria: En la misión del reino de Jesús, Dios está cumpliendo sus promesas de alimentar a una creación hambrienta (Comentario bíblico San Jerónimo).
La orden que recibieron los discípulos (la misma que dio Eliseo en II R 4.42-44) era algo que iba más allá de sus fuerzas. Por eso quisieron disolver la reunión, algo contrario a las intenciones de Jesús: los discípulos hacen sus cálculos porque “todavía no saben confiar en el don de Dios” (Silvano Fausti). Pensaron que sólo mediante una compra podrían alimentar al pueblo, pero ¡sólo el don es posibilidad de vida!
El milagro de partir el pan
“Ésta es la tercera mesa que encierra la primera parte del Evangelio y con la cual nosotras las comunidades debemos confrontarnos. El pueblo debe pasar por la prueba del pan. Si no creemos en el pan compartido, nunca seremos los discípulos y las discípulas de Jesús” (S. Gallazzi). El Señor enseñó a los discípulos las diversas posibilidades para la sobrevivencia y propuso un contra-poder basado en la gratuidad, en la gracia absoluta, en el don que viene de Dios y de la disposición de un pueblo para compartir en medio de la escasez y de la necesidad. Ellos debían siempre leer estas cosas entre líneas para hacer presente el nuevo impulso del Reino de Dios contra el peso de la materialidad inclemente e interesada solamente en la ganancia. La impotencia que los discípulos experimentaron en un primer momento (v. 12) los orilló a devolverlos a sus hogares porque ese lugar estaba desierto: la aridez física simbolizaba también la escasez humana y la imposibilidad para poder atender a tantas personas.
Pero Jesús no se dejó vencer por las circunstancias, pues su mirada atisbó, con los ojos de la fe y de la esperanza que depositó absolutamente en su Padre, un resquicio por medio del cual podría alimentar a esa multitud. Lo que subraya el v. 16 es una secuencia clave del pasaje: primero, “miró al cielo” (se asomó a la fuente de poder más inimaginable); segundo, “bendijo los panes y los peces” (aplicó la fuerza de su fe personal); tercero, “los partió” (dio el tono o sabor eucarístico, de comunión divina y humana al momento, J.A. Fitzmyer); y finalmente, “dio los pedazos a los discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente” (la comunidad de seguidores/as fue la mediadora de la acción y la repartición tenía que guiarse con el criterio de igualdad, necesariamente). El v. 17a subraya el peso específico de la acción del Señor: “Todos comieron y quedaron satisfechos”, esto es, nadie se quedó con el deseo de alimentarse y la satisfacción fue plena, tal como acontece cuando se muestran signos visibles del Reino de Dios, pues incluso quedaron restos para que otros más saciaran su hambre (17b).
Conclusión
La necesidad alimenticia tiene un valor propio para la sobrevivencia humana, aun cuando no es suficientemente atendida por las instancias sociales y políticas de nuestro mundo. Los gobiernos, las iglesias, los organismos que tratan de responder al problema del hambre no siempre encuentran las fórmulas más adecuadas para alcanzar la exigencia suprema de que, como refleja la historia de Lucas 9, todos resulten saciados. La tendencia es más bien contraria, pues sólo algunas minorías obtienen la mejor nutrición a expensas de millones de personas que no lo consiguen. La gran lección que dejó Jesús a sus seguidores/as del momento y de todas las épocas consiste en descubrir las coyunturas en que es posible esperar el milagro de compartir el pan, el alimento necesario para una sobrevivencia digna. Justamente esa dignidad es la que debe ser resultado de la presencia de los valores del Reino de Dios, es decir, esa realidad alternativa deseada por el Creador mediante la cual toda la humanidad tenga acceso a lo más básico. Jesús preparó a los discípulos para comprender, desde la práctica y la sensibilización, los énfasis que deberían dar a su ministerio al servicio de ese Reino de paz, bienestar y justicia en todos los ámbitos de la existencia individual y colectiva.
Sugerencias de lectura
- Silvano Fausti, Una comunidad lee el evangelio de Lucas. Bogotá, San Pablo, 2007.
- Joseph A. Fitzmyer, El Evangelio según Lucas: Traducción y comentario. Capítulos 8.22-18.14. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1986.
- Sandro Gallazzi, “Pues yo estoy en medio de ustedes como ¡aquel que sirve! (Lc 22.27)”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 44, 2003/1, pp. 103-123, centrobiblicoquito.org/images/ribla/44.pdf.
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febrero 14, 2021
Lucas 9.10-17 Commentary