TESTIMONIO Y ANUNCIO DE LA VENIDA DEL REINO DE DIOS AL MUNDO
Después de que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a la región de Galilea. Allí anunciaba las buenas noticias acerca de Dios: “¡Ya está cerca el día en que Dios comenzará a reinar! Vuélvanse a Dios y crean en la buena noticia”.
MARCOS 1.14-15, Traducción en Lenguaje Actual
Trasfondo del texto
El evangelio de Marcos fue el primero en escribirse. La antigua tradición de Papías (obispo de Hierápolis, en Asia Menor) afirma que fue escrito después de la muerte del apóstol Pedro, acaecida en los años 64-65 d.C. Actualmente se acepta que su fecha más aproximada es alrededor del 70. Con Marcos, se instaló en la historia el género literario mismo, el evangelio, que sin ser la biografía de una persona, como se estilaba en el mundo clásico greco-latino, refiere muchos aspectos de la vida de la persona aunque, al mismo tiempo, se concentra en su mensaje. Jesús de Nazaret es presentado, así, como un profeta galileo que, casi intempestivamente, aparece en el escenario social y religioso de su tiempo para continuar la antigua tradición judía del profetismo, pero con una proyección muy diferente a la de la antigüedad. En ese sentido, es el primer retrato de Jesús, pero no meramente histórico, sino de un Jesús a la vez de la historia y de la fe, contemplado y proclamado como Mesías e Hijo de Dios, tal como lo anuncia en el pórtico: “Ésta es la historia de cómo empezaron a anunciarse las buenas noticias [evangelio] acerca de Jesús, que es el Hijo de Dios y el Mesías” (1.1, Traducción en Lenguaje Actual).
Marcos cuenta los aspectos más significativos de la historia de Jesús, desde su bautismo en el Jordán hasta su resurrección. A diferencia de Mateo y Lucas, quienes indagaron en los antecedentes y entretelones del nacimiento de Jesús, Marcos va directamente al inicio del ministerio de Jesús, señalando como único predecesor espiritual a Juan el Bautista (1.2-8), a cuyo mensaje da continuidad y con quien, simultáneamente, marca profundas diferencias en su perspectiva. Xabier Pikaza resume muy bien el horizonte teológico y espiritual de este evangelio: “Cuando parecía que la ruptura entre las visiones y las prácticas sociales de las comunidades podía conducir al surgimiento de iglesias totalmente distintas, cuando la caída de Jerusalén, destino y meta del proyecto de Jesús, parecía implicar el derrumbamiento de todo el cristianismo, Marcos supo volver a la raíz y elevarse de nivel, situando en el centro de la experiencia cristiana la figura (biografía) humana de Jesús, reinterpretada desde una perspectiva de pascua, pues, a su juicio, en la recta comprensión de la vida y muerte de Cristo se encuentra la respuesta a todos los problemas de la vida”.
El reino de Dios, centro y consigna de la presencia de Jesús en el mundo, bien podría definirse como aquella realidad que “tiene lugar […] allí donde el pueblo de Dios es transformado para cumplir su misión entre las naciones. Si el Israel histórico fracasa, un Israel renovado, que incluirá a los gentiles, cumplirá la misma misión de atraer a todos los pueblos hacia sí” (Antonio González). El bienestar humano que esa realidad trae al mundo es la alternativa radical a todos los poderes y a los males presentes en él. De esa certeza proceden todas las figuras (parábolas) que usó el Señor Jesús para referirse al Reino y explicarlo a sus contemporáneos (Mr 4.1-34).
El antecesor: Juan el Bautista
Considerado como “el último profeta del Antiguo Testamento”, Juan el Bautista cumplió una función muy importante al ser, en la línea anunciada por Malaquías (3.1) e Isaías (40.3), el mensajero previo, el heraldo que pregonaría la llegada del Mesías con un fuerte llamado al arrepentimiento hacia sus contemporáneos, y, también, quien lo bautizaría (1.9-11). Sin aludir a lazos familiares (como lo hace Lucas), Marcos expone sucintamente el mensaje de Juan, en consonancia con una visión apocalíptica y urgente ante la inminente venida del Reino de Dios. El lugar donde predicaba (el desierto: espacio de soledad y misticismo), así como su rústica apariencia (1.6) atestiguaban también la urgencia de su trabajo, y sus palabras invitaban a que ese pueblo pecador y decepcionado renovara la relación con Dios: “¡Bautícense y demuestren que ya no quieren hacer lo malo! Sólo así Dios los perdonará” (1.4).
También decía, en relación con Jesús: “Después de mí viene alguien más poderoso que yo. ¡Ni siquiera merezco ser su esclavo! Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. Esta visión colocaba a Juan a buena distancia de la novedad que traería Jesús, una diferencia sustancial que es todo un manifiesto teológico del evangelio: al bautismo exterior le seguiría la venida preeminente del Espíritu Santo, el revulsivo mayor, que trastornaría todo lo conocido hasta entonces y que forjaría una nueva comunidad en el mundo. La percepción de Juan se proyectaba para asomarse a todas las cosas nuevas que vendrían con Jesús en la plena práctica de su trabajo de introducir y representar al reino de Dios como Mesías y como Hijo de Dios en el mundo.
En ese marco se ubica también el bautismo de Jesús (1.9), como un acto reivindicador y legitimador de la persona de Jesús en los dos sentidos: primero, como continuador de la obra de Juan, y segundo, como Hijo de Dios totalmente validado por el propio Dios mediante una revelación epifánica, pues al abrirse los cielos y descender el Espíritu sobre Jesús se cumple absolutamente lo anunciado por Juan (1.10). La voz que se escuchó al momento del bautismo declaró sin lugar a dudas el papel que desempeñaría Jesús en el mundo. De ahí que la tentación a la que fue conducido (1.13: es atendido por ángeles de Dios) vino a confirmar su carácter divino y, por tanto, ser el objetivo central de su principal enemigo espiritual.
Jesús vino a anunciar y a vivir el Reino
Escribe el poeta mexicano Javier Sicilia: “Para Jesús, el Reino, que las ideologías históricas definieron con otras categorías, no tiene mucho que ver con el futuro o con un más allá, sino con el aquí y el ahora que incluye al más allá”. Precisamente, el texto ubica el inicio de la labor de Jesús en un contexto complejo y exigente al consignar que aconteció inmediatamente después de la aprehensión de Juan el Bautista (1.14a). Sin dar detalles sobre ella, porque supone que los lectores conocían las razones, queda claro que la labor profética del antecesor lo condujo a esa circunstancia (sería ajusticiado poco tiempo después: 5.14-29) y, también, que Jesús buscó dar continuidad a ese esfuerzo de proclamación y anuncio. De regreso en Galilea (1.14b), sus palabras reproducirían, al menos en parte, el mensaje de Juan: “¡Ya está cerca el día en que Dios comenzará a reinar! Vuélvanse a Dios y crean en la buena noticia” (1.15). El anuncio de la cercanía del Reino divino coincide con las exhortaciones del Bautista, con su horizonte futuro, pero el énfasis recae en las “buenas noticias”, en el Evangelio como centro de la predicación.
Sin profundizar de momento en la conciencia de Jesús, el texto concentra en ese breve resumen lo esencial del comienzo de una tarea que se distinguiría poco a poco de su antecesor, no sin dejar de producir sorpresa en los espacios de poder, que aplicaron a su persona los poderes de Juan (5.14-16) a fin de explicar lo que hacía. El Reino, para él, no era sólo un acontecimiento que sucedería al final de los tiempos; era algo muy próximo, estaba “al alcance de la mano”, sentido de la construcción griega engiken: “se encuentra cerca”, “se aproxima”. “El Reino es así, para Jesús, una experiencia y un acontecimiento que, estando en el más allá, se da aquí y ahora, un acontecimiento que sólo experimenta quien puede tomarlo con su mano”, agrega Sicilia.
A esa labor, consagrada a actualizar el Reino de Dios en el mundo, llamaría al primer grupo de sus discípulos (1.16-20). El resto del capítulo primero del evangelio es testimonio fehaciente de la manera en que Jesús hizo presente el Reino, mediante acciones de servicio, sanidad y exorcismo, junto a la intensa enseñanza y predicación (1.26-45). Además, recurrirá a las parábolas (4.33-34) como elemento discursivo privilegiado para hacer llegar su mensaje al pueblo pobre y poco letrado.
Aplicación
El Reino, como posibilidad efectiva y como acto que manifiesta la acción continua de Dios en el mundo, fue proclamado por Jesús mediante sus acciones y sus palabras. Podría decirse que sigue llegando todos los días, en la medida que quienes lo esperan lo hacen presente en la historia. Los seguidores del Señor son llamados a hacer eso mismo con su vida y su mensaje permanente a fin de luchas contra las fuerzas oscuras que se le oponen (como la guerra, el racismo y la intolerancia, entre tantas otras) y que, con frecuencia, logran instalar el peso de realidades contrarias al Reino de Dios como si fueran normativas y únicas. Pero en medio de todo, igual que en los tiempos de Juan el Bautista y Jesús de Nazaret, continuamente surgen signos de esperanza capaces de revitalizar la fe de las comunidades. Tal como lo expresa el himno latinoamericano que hace eco al corazón de la oración del Señor (“Venga a nosotros tu Reino”):
Tu reino es vida
Tu reino es vida,
tu reino es verdad,
tu reino es justicia,
tu reino es paz,
tu reino es gracia,
tu reino es amor.
¡Venga a nosotros
tu reino, Señor!
(Letra y música: Miguel Manzano Alonso, 1968
Arreglo: Alvin Schutmaat)
Sugerencias de lectura
• Guy Bonneau, San Marcos. Nuevas lecturas. Estella, Verbo Divino, (Cuadernos bíblicos, 117).
• Carlos Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto. El relato de Marcos en América Latina. México, Centro de Reflexión Teológica, 1986; Santander, Sal Terrae, 1986 (Presencia teológica, 30). El autor hizo una versión narrativa: Galilea año 30. Para leer el evangelio de Marcos. México, Centro de Reflexión Teológica, 1989; Córdoba, El Almendro, 1991.
• Antonio González, Reinado de Dios e imperio. Ensayo de teología social. Santander, Sal Terrae, 2003. (Panorama, 2).
• Eliseo Pérez Álvarez, Marcos. Minneapolis, Augsburg-Fortress Press, 2007 (Serie: Conozca su Biblia).
• Xabier Pikaza, Evangelio de Marcos. La buena noticia de Jesús. Estella, Verbo Divino, 2012 (Comentarios teológicos y literarios del AT y del NT). Fragmento en: www.verbodivino.es/hojear/2593/evangelio-de-marcos.pdf.
• Javier Sicilia, “El lugar del Reino”, La Jornada Semanal, 17 de julio de 2016
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octubre 2, 2016
Marcos 1.1-15 Commentary