diciembre 25, 2022

Mateo 1.18-25 Commentary

…cada vez que se acerca la Navidad y entro en el misterio del Adviento, el deseo adquiere en mí el dulce reposo de la esperanza; es como si, delante de la espera del Verbo encarnado que místicamente crece en mis entrañas, el hueco que siempre me acompaña se excavara con una extraña paz: la paz de la esperanza de saberse plenamente colmado.                                     Javier Sicilia

 

Trasfondo bíblico-teológico

El 2 de diciembre de 1928, el pastor luterano Dietrich Bonhoeffer predicó un sermón de Adviento a la comunidad alemana de Barcelona (en donde vivió hasta febrero de 1929), basado en Apocalipsis 3.20. Allí expresó lo siguiente:

Ven a nosotros, Jesucristo Señor Nuestro, Dios en persona; entra en nuestro mundo, en nuestro destierro, en nuestra culpa y en nuestra muerte; ven en persona y forma parte de nosotros, hazte hombre como nosotros y vence por nosotros. Entra de lleno en el mal que hay en mí, en mi día a día inconstante; hazte partícipe de mi culpa, que me es odiosa, pero de la que no puedo desprenderme; hazte hermano mío; siendo tú Dios de santidad, conviértete en mi hermano…, y nada menos que en este reino del mal, del sufrimiento y de la muerte.

Bonhoeffer hizo dialogar el espíritu navideño con una sólida teología de la encarnación del Hijo de Dios en el mundo, propia de su visión crítica de todas las realidades humanas. Desde Córdoba, Argentina, el periodista Leandro Calle escribió a propósito de la festividad aderezando su texto con firmes y sorprendentes observaciones teológicas sobre la tradición navideña en su país. Entre otras cosas, afirma:

Llega la navidad. Y aquí, en el cono sur, nos llega junto con el fin del año académico y laboral. Es decir, venimos agobiados. Llega también con calor, verano y la promesa del merecido descanso vacacional que estos últimos años se han visto enturbiados por la epidemia global que azota y castiga al mundo. […]

…el nacimiento de Jesús, que vendría a ser el motivo principal de la fiesta navideña queda borrado de la celebración, digamos “comercial pública” y bastante transformado en los ámbitos religiosos. Lejos de los oropeles eclesiales, de los ritos vacíos y las obligaciones del creyente, el nacimiento de Jesús fue el nacimiento de un perseguido, el nacimiento en condiciones sumamente desfavorables, una familia rechazada por su medio comunitario, hacinada en un lugar para los animales. Ahí, entre el olor a bosta y la intemperie nace el Dios de los cristianos. Y esa sí que es una novedad dentro del mundo de las religiones.

Y remata magníficamente, citando uno de los evangelios:

Siempre me llamó la atención en el capítulo dos del evangelio de Lucas, que la señal que se les da a los pastores no es una señal maravillosa. Se la anuncia de un modo maravilloso o mágico pero las palabras que señalan el encuentro con el mesías esperado son de una simpleza mayúscula […]. Nada hay en esa frase de maravilloso. No hay renos fosforescentes que crucen por los cielos, ni esplendores de luz, ni grandilocuentes publicaciones en los medios de la época. Un nacimiento más entre tantos nacimientos de la gente pobre. Esa vida que nace en medio de la pobreza, esa vida minúscula y necesitada entre el aliento de los animales y el olor del establo, como cualquier vida, es tal vez lo más maravilloso.

Un contexto histórico de salvación para el nacimiento

La mirada de Mateo sobre el acontecimiento de Belén es profundamente teológica y está basada en las promesas de antaño, anuncios proféticos de algo que se veía venir al interior de la historia de salvación y que daría un cauce nuevo a todo el devenir, secular y sagrado. Su enunciación de la genealogía de Jesús con esas mujeres inesperadas que fueron sus antepasadas (Tamar, Rahab, Rut, Betsabé) otorga al relato un sabor diferente que pocas veces se percibe. La concepción y el nacimiento de Jesús son vistas por Mateo “como una nueva creación” (J. Mateos y F. Camacho), pues ése es el significado de la acción del Espíritu en 1.18-25, paralelamente con Génesis 1.1s. De modo que todo el cap. 1 puede ser visto como “la nueva creación que existe en la persona de Jesús y se continúa por obra suya”. Jesús es insertado como Mesías en la historia, es un “hombre entre los hombres: su ascendencia empieza con la de un idólatra convertido (Abraham) y pasa por todas las clases sociales: patriarcas opulentos, esclavos en Egipto, pastor llegado a rey (David), carpintero (José)”.

En Jesús va a culminar la historia de Israel, lo cual se aprecia en el arreglo de la genealogía.

A Jesús pertenece toda la tradición anterior, pero él no es imagen de José; no está condicionado por una herencia histórica; su único Padre será Dios, su ser y su actividad reflejarán los de Dios mismo. El Mesías no es un producto de la historia, sino una novedad en ella. Su mesianismo no será davídico (Mt 22.41-46). […] Así como con Abraham empieza el Israel étnico, con Jesús va a empezar el Israel universal, que abarcará a la humanidad entera (Ídem).

Nueva creación en Jesús y cercanía divina radical

La nueva creación que comienza en Jesús por obra del Espíritu manifiesta una intervención divina radical, subversiva, en medio de la existencia humana. El relato de Mt 1.18-25 está presidido por una extraordinaria convicción teológica: Dios llegará en Jesús a salvar a su pueblo como respuesta a la expectativa acumulada durante varios siglos (1.21b). “Mientras, por un lado, el nacimiento de Jesús es un nuevo punto de partida en la historia, por otro es el punto de llegada de un largo y atormentado proceso”. Jesús no es un mero enviado de Dios como los de la antigüedad, es nada menos que la presencia del propio Dios en medio de su pueblo. Fue una novedad radical que afirmó la presencia divina en la tierra.

La buena voluntad de Dios se establecía de manera permanente al lado de su pueblo para mostrar su favor y hacerlo realidad en la figura del Reino anunciado y vivido por Jesús, primero como un niño indefenso y después como un profeta enérgico y compasivo. En la imagen del primero tenemos todo un resumen del grandioso suceso:

La Navidad es un poema. En él Dios se revela como un niño. El Dios adulto es terrible: serio, serio, no se ríe, no duerme, sus ojos están siempre abiertos y ni siquiera tiene párpados, nunca se olvida, y registra todo en sus libros de contabilidad que se abrirán el Día del Juicio para el ajuste final de cuentas. […] Esto no tiene nada que ver con un niño: un niño es el olvido, la risa, un juguete, un comienzo eterno… […] Prefiero al Dios niño. En el regazo de un niño Dios puedo dormir tranquilamente” (Rubem Alves).

Conclusión: Josef Brodsky, “Estrella de Navidad”

Durante los hielos, en un lugar más hecho al calor

que al frío, y a la llanura que a la montaña

un niño nació en una cueva para salvar al mundo,

nevaba como sólo puede nevar en el desierto.

 

Todo le parece grande: el pecho de su madre,

el hálito dorado de los ollares del buey,

los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), sus presentes.

Él era sólo un punto. Y un punto era la estrella.

 

Atenta, sin parpadear, entre las escasas nubes,

al niño acostado en el pesebre, desde lejos,

desde lo profundo del Universo, desde el otro extremo,

la estrella en la cueva lo miraba. Y aquélla fue la mirada del Padre.

 

Sugerencias de lectura

  • Rubem Alves, “El Dios niño”, en Culto-Arte. Celebrando a vida. Advento/Natal/Epifania. São Paulo, Editora Vozes-Centro Evangélico Brasileiro de Estudos Pastorais, 1999.
  • Dietrich Bonhoeffer, “Predicación sobre Apocalipsis 3.20”, en Comunidad y promesa. Escritos y cartas desde Barcelona. Madrid, Trotta, 2018.
  • Leandro Calle, “Llega la Navidad”, en Hoy Día Córdoba, 24 de diciembre de 2021, https://hoydia.com.ar/columnistas/el-centinela-ciego/llega-la-navidad/
  • Javier Sicilia, “El deseo”, en La Jornada Semanal, núm. 406, 15 de diciembre de 2002, jornada.com.mx/2002/12/15/sem-sicilia.html.
  • Juan Mateos y Fernando Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid, Ediciones Cristiandad,

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