Desde entonces, Jesús comenzó a decirles a todos: “Vuélvanse a Dios, porque su reino se va a establecer aquí”.
Mateo 4.17, TLA
Trasfondo bíblico
Todo empezó junto a un lago: en Capernaum, la base de operaciones que escogió Jesús de Nazaret, en Galilea, norte de Palestina, región fronteriza, lugar de encuentro de pueblos y culturas. Allí sería el escenario y la plataforma de su revelación como enviado de Dios para anunciar la venida del Reino de Dios y la posibilidad de participar de él mediante el arrepentimiento y la conversión. Así comenzó Jesús a cumplir el encargo de la misión universal de predicar el Evangelio al mundo entero (28.18s). El breve pasaje del evangelio de Mateo cap. 4 que da cuenta del inicio de la actividad de Jesús lo muestra en su actitud apasionada de compartir el amor y la justicia de Dios por igual. El amor, por cuanto comprendió que Dios amplió el horizonte de salvación para todos los seres humanos, y la justicia, porque el contenido de su mensaje anunciaba una transformación profunda de la convivencia social y el establecimiento de nuevas condiciones de vida, más armónicas y dignificantes.
Jesús anunció la Buena Noticia del Reino de Dios
Apenas enterado del encarcelamiento de Juan el Bautista, quien bautizó a Jesús y quien compartía con él, el entusiasmo por la acción de Dios en el mundo (4.12). El Señor decidió ubicar el escenario de su labor en un ambiente marcado por la pluralidad y el recuerdo de dos tribus israelitas (4.13), bajo el cobijo de las profecías antiguas. Ellas perfilaron muy bien el tipo de predicación que traería el Mesías, el enviado de Dios: desde un territorio fronterizo (4.15) semejante anuncio vendría a ser “una gran luz” para la oscuridad en que vivían las personas (4.16). La “sombra de muerte” aludía al contexto de necesidad y urgencia para sobrevivir en medio del sometimiento a un poder extranjero. A diferencia de Juan el bautista, quien predicó a un Dios vengador de las injusticias, Jesús anunciaría a un Dios pacífico y no violento. Su mensaje fue breve, sencillo y directo: se trataría de aprestarse para el cambio de época que se aproximaba.
El arrepentimiento que el Señor pide es para recibir la Buena Noticia, como puro regalo incondicional de Dios (4.23; 9.35). Volverse a Dios, arrepentirse, es mostrar la disposición para salir de un estado de cosas que aparentemente lo resuelve todo, pero que mantiene en la indefensión total a las personas. Jesús invitó a las personas a considerar seriamente el encuentro o el reencuentro con Dios en las nuevas condiciones que ofrecerá el “Reino” que pronto se establecería en el mundo. El arrepentimiento es el primer paso para poder acceder a esa nueva situación de paz, igualdad y justicia, el estado ideal para los seres humanos y para cualquier sociedad. Jesús tomó la esperanza en el Reino a la que se había referido el profeta Daniel (7.13-14) y la relanzó para darle un contenido que vendría a concentrar su significado en su propia persona. Pues “representa la salvación futura y definitiva de toda la humanidad, social, política y espiritualmente, mediante un ejercicio de la soberanía de Dios que establece la paz y la justicia en la tierra y en el cielo” (Benedict T. Viviano). El ofrecimiento del Señor es la garantía para entrar a ese espacio de gracia y bendición que trae Dios al presente de la humanidad dispuesta a tener una buena relación con él.
Arrepentimiento y conversión
El cambio de mentalidad que implica el arrepentimiento es la única condición para disfrutar de la nueva situación anunciada por Jesús. En el presente de cada persona es posible realizar la conexión directa con esa realidad, con la posibilidad efectiva de enfrentar todas las realidades que, favorables u opuestas a ese proyecto, aparezcan en el camino de la fe. El ofrecimiento de la gracia ocupa el lugar del juicio de Dios. Jesús salió al encuentro de la expectativa del pueblo con un anuncio que, desde el comienzo, tuvo como contenido central el reinado de Dios y sería, desde entonces, el centro de su predicación. La conversión implicaba, además, la disposición plena del corazón que aceptaría los proyectos de Dios para la vida individual y colectiva. Convertirse era y es romper con los criterios dominantes en el mundo para asumir las prioridades del Señor en todas las áreas de la vida. Ésa es la respuesta que convierte en discípulos de Jesús a las personas. Se trataba de vivir plenamente en el horizonte del Reino.
Convertirse al Reino de Dios significa asumir y estar dispuestos/as a experimentar los nuevos valores que posibilitan formar parte de un nuevo espacio social dominado por la obediencia al designio de Dios. Claude Tassin ha hecho un magnífico resumen de esa nueva realidad, tal como la enseña el evangelio de Mateo:
¿Reinado? ¿Reino? ¿Realeza?
La palabra griega basileia puede traducirse, según los contextos, por una de las tres palabras. Jesús anuncia el “reinado” de Dios, el hecho de que va a reinar en favor de los pobres de espíritu, aquellos que se convierten y oran así: “Venga a nosotros tu Reino” (Mt 6.10). A partir de ese momento existe un “Reino”, una zona en la que se “entra” (5.20) para someterse al poder benéfico de Dios. Esta zona tiene como vivero experimental el vivir juntos eclesial, pero es más amplio que la Iglesia visible. Finalmente, la palabra puede designar la “realeza”, el poder que Dios ha dado a Jesús, su enviado (16.28).
Conclusión
José Luis Sicre, especialista español, sintetizó muy bien la forma en que Jesús transmitió su mensaje de renovación y cambio a partir de la perspectiva del Reino de Dios, en la versión de Mateo. Una visión así, actualizada y pertinente, es muy útil para comprender los alcances actuales de la vivencia de ese Reino en nuestra vida, en medio de nuestra cotidianidad:
Jesús nunca pierde el contacto con las multitudes, pero se centra en la formación de sus discípulos. No lo hace montando una Facultad de Teología. Enseña a través de la vida diaria, aprovechando la petición de un centurión con el hijo enfermo, la del padre del niño lunático, de la mujer sirofenicia, del joven rico que quiere conseguir la vida eterna, de las preguntas capciosas de los fariseos sobre el divorcio, etcétera. Todo ello, enmarcado en el triple anuncio de su pasión y resurrección, que culmina en la gran enseñanza: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”.
Sugerencias de lectura
- José Luis Sicre, El evangelio de Mateo: un drama con final feliz. Estella, Verbo Divino, 2019 (Estudios bíblicos).
- Claude Tassin, Evangelio de Jesucristo según san Mateo. Estella, Verbo Divino, 2006 (Cuadernos bíblicos, 129).
- Benedict T. Viviano, “Evangelio de Mateo”, en Nuevo comentario bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento y artículos temáticos. Estella, Verbo Divino, 2004, p. 79, http://mty.sanjuan.org.mx/dki/Raymond_E_Brown-Nuevo_Comentario_Biblico_San_Jeronimo-NT.pdf.
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febrero 7, 2021
Mateo 4.12-25 Commentary