noviembre 27, 2022

Miqueas 5.1-4 Commentary

Pero tú, Belén Efrata,

entre los pueblos de Judá

eres un pueblo pequeño,

pero llegarás a ser muy importante.

En ti nacerá un rey

de familia muy antigua,

que gobernará sobre Judá.

Miqueas 5.2, Traducción en Lenguaje Actual

 

En la profecía de Miqueas 5, el prometido Davídida se describe como un gobernante doméstico y no como un libertador conquistador. Se establece el papel del Davídida como pastor, pero no se elabora, aunque, por implicación, su tarea principal es promover la justicia social. Él es el gobernante divinamente designado del pueblo de Dios, pero no se le otorga el título de “rey”. Con respecto al sometimiento de las naciones, las prerrogativas davídicas se democratizan y se transfieren al remanente. Aunque el gobernante davídico es la pieza central de la imagen de Miqueas del reino final de Dios, no se dice que sea responsable de la paz o liberación que disfrutará el pueblo de Dios. El resultado es que, en la profecía de Miqueas, Yahvé es el Rey y Libertador indiscutible.                  G. Goswell

Trasfondo bíblico-teológico

Jesús cumplió los sueños proféticos con su venida, qué duda cabe. Como Miqueas, el “profeta agrario” del siglo VIII a.C. (aun cuando la sección aludida corresponde más bien a la época del exilio), Jesús se identificó completamente con el pueblo pobre y sufriente. Ése es el motivo de su predicación intensa y comprometida del Reino de Dios que sintonizó directamente con lo anunciado por él, de ahí la cita del cap. 5, usada siempre en el contexto navideño, pero casi siempre desconectada de su ámbito original en el marco de ese proyecto profético y utópico, contemporáneo de Jeremías (26.17-19):

Acordémonos del texto de una visión universal, que dice que las personas “transformarán sus espadas en azadones y sus lanzas en podaderas; una nación no levantará la espada contra otra nación, ni se prepararán más para la guerra” (Miq 4.3). También acostumbramos, usar el texto, en el que se habla del contraste entre una religión de culto sacrificial y una religión de vida ética, de justicia y humildad delante de Dios (6.8). Se habla también de una figura mesiánica, que vendrá de la periferia, de la menor de las aldeas de Judá y, a partir de ahí, reorganizará la vida del pueblo (5.1-5) (H. Reimer).

Una ciudad pequeña, entre las grandes (vv. 1-4)

La profecía mesiánica se ubica en medio del conflicto entre las ciudades explotadoras y el campo oprimido, algo que seguía ocurriendo en la época de Jesús, cuando los terratenientes eran muy religiosos y ocupaban los puestos principales del gobernó autóctono tolerado y alentado por Roma. “En ella se habla de una realidad deseada, anhelada, que va más allá de la situación histórica del pueblo. Se anhela la restauración de Israel, del verdadero culto a Yavé y la inclusión de los no judíos” (E. Sánchez, E. Voth y M. Winedt). La crisis retratada en Miq 4.11 provee el contexto para los versículos que siguen (G. Goswell). La Navidad anunciada por Miqueas, entonces, tiene esta plataforma:

En el trasfondo está un conflicto básico entre campo y ciudad. Se verifica también un choque cultural. Desarrollos culturales y aculturaciones dentro del mismo y propio pueblo entran en choque. Miqueas anuncia que la élite urbana, así como la misma ciudad junto con el templo, tendrán un fin inminente (cap. 3). Habrá como que un “vacío de poder”. Y la élite campesina latifundista será despojada de sus bienes y de la posesión de sus partes de tierra. Estas familias serán excluidas de la “reforma agraria” propuesta (Mi 2.4-5). Estamos aquí delante de “sueños revolucionarios”.

Jesús se conectó profundamente con estos sueños proféticos y su nacimiento revivió la esperanza de las masas campesinas de que las cosas cambiarían. La Navidad está profundamente arraigada en las utopías campesinas. Celebrarla es compartir esos mismos sueños y esperanzas de un pueblo sumido en la desesperación y la falta de gobierno, así como ausencia de claridad acerca de su futuro puesto que se encontraba, materialmente, en manos ajenas:

El texto tiene aires mesiánicos. Miqueas prevé un nuevo gobernante. Éste saldrá de la aldea más insignificante de Judá, de donde nadie sería reclutado para participar del poder del Estado. Y donde probablemente también nadie estaría corrompido por el bacilo del poder. Miqueas prevé el resurgimiento de un gobernante como David. En eso él se revela como adepto del linaje davídico, tal vez hasta monarquista como Isaías (Is 11.1-9), sin embargo, con una perspectiva de un “davidismo campesino”. Después de la ruina, la reorganización tendrá nueva calidad en las relaciones de poder.

Las resonancias mesiánicas de Belén en el A.T. y en el N.T.

“El profeta Miqueas habla en los caps. 4-5 de una expansión del Reino de Dios por toda la tierra. Este nuevo reino tiene como su lugar de inicio no Jerusalén, que a los ojos del profeta era demasiado corrupto, sino Belén, la ciudad natal del rey David. El tema aparece en varios Salmos (2; 17; 22), pero será en el Nuevo Testamento donde la manifestación más novedosa del reino de Dios incorporará a gentes de todo el mundo” (G. Goswell). El Ungido sería humilde, no poderoso, procedería de la chusma, no de las élites: “La noticia es chocante; la salvación no vendrá por medio del ungido rey de Jerusalén, sino que saldrá de un pequeño pueblo llamado Belén. No es el poderío militar, la pompa y gloria de Jerusalén, la máquina político-religiosa que salvará a Israel. Más bien es en la humildad de un nuevo ungido, perteneciente a otro tiempo, que la salvación —ajena al ambiente militar— más plena se llevará a cabo” (énfasis agregado).

Este texto ha sido adecuadamente relacionado con David, por ser su lugar de nacimiento, pero no se trataba solamente de relacionar el anuncio con él sino de algo que va mucho más lejos, tal como se afirma: “sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos” (2b). Llamar ciudad a Belén (“Casa del pan”) era casi un eufemismo, pues en los tiempos de Jesús tenía apenas unos 150 habitantes, con lo que se demuestra su importancia teológica, dentro de la historia de salvación. En la conciencia colectiva permanecía esa relación con el caudillo de Israel, al grado de que se conocía como “la ciudad de David” (I Cr 11.7). La palabra Efrata, derivada de una raíz que significa “producir”, designaba a un clan relacionado con Caleb. La promesa mesiánica tenía su propia historia (que se remonta hasta el libro de Rut, 4.18-22) y en esta etapa ya se encontraba establecida en esa memoria popular.

Mateo (2.6) y Juan (7.42) citan Miq 5.2 dejando la impresión de que era un texto bastante conocido en la época de Jesús, como parte de la evidencia profética de la identidad de Jesús y como parte de lo que “decía de la gente”. Belén, entonces, estaba integrada en la memoria colectiva de los movimientos mesiánicos. La figura del Ungido se asociaba a la de un “rey campesino” a quien sus seguidores veían como el Rey-mesías. Mateo modifica y dice sobre Belén: “no eres la más pequeña”, esto es, que “el nacimiento del Mesías haría más grande a Belén”, para lo cual se imponen los criterios espirituales. Debía reprogramarse la centralidad del lugar de la fe, sacarla de Jerusalén y moverla a Belén. Además, el reinado del Mesías trascendería las fronteras de la tierra prometida (4b).

La afirmación final del pasaje (“Él será nuestra paz”, 5.4a) muestra la visión únicamente militar de los falsos profetas a quienes confrontó Miqueas, quien, en los caps. 1-3 denunció que no existía verdadera shalom entre Jerusalén y Dios. La verdadera shalom debía basarse en una buena relación con Dios y con el prójimo, justamente hacia lo que apuntarían los caps. 6-7, el verdadero culto a Dios, shalom en el sentido más pleno e integral de la palabra, algo que sólo el verdadero Ungido podría traer.

Conclusión

La esperanza mesiánica concentrada en las palabras de Miq 5.1-4 llega hasta nosotros hoy de una manera renovada para refrescar nuestra visión en medio de tiempos muy difíciles. Cada vez que se anuncia nuevamente la venida del Mesías se actualiza la visión de fe que debe presidir nuestro camino. El recuerdo incesante del lugar donde nació Jesús de Nazaret es, en sí mismo, un anuncio de la gran acción salvadora de Dios, quien continuamente afirma su voluntad sanadora y restauradora de todas las cosas.

Sugerencias de lectura

  • Gregory Goswell, “Davidic rule in the prophecy of Micah”, en Journal for the Study of the Old Testament, vol. 44(1), 2019, pp. 153-165.
  • Haroldo Reimer, “Ruina y reorganización. El conflicto campo-ciudad en Miqueas”, en RIBLA, núm. 26, pp. 78-88, centrobiblicoquito.org/images/ribla/26.pdf.
  • Sánchez, E. Voth y M. Winedt, Denuncias de ayer que incomodan hoy. El mensaje del profeta Miqueas. Miami, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008.

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