No se amolden a los criterios de este mundo; al contrario, déjense transformar y renueven su interior de tal manera que sepan apreciar lo que Dios quiere, es decir, lo bueno, lo que le es grato, lo perfecto. […] Vivan alegres por la esperanza, animosos en la tribulación y constantes en la oración.
Romanos 12.2, 12, La Palabra (Hispanoamérica)
Trasfondo bíblico-teológico
Vale la pena recordarlo: la carta a los Romanos es la “carta magna” de la reforma de la iglesia. Como tal, muchas de sus secciones abren las puertas a nuevas miradas e interpretaciones acerca de la fe y de la presencia de la iglesia en el mundo. El cambio de mentalidad y de conciencia a que apelan las famosas palabras con las que inicia el capítulo 12 es una realidad deseable por parte de Dios para que, a partir de ella, se canalicen todas las acciones que hagan visible la renovación anunciada por el Evangelio de Jesucristo. La reforma de la conciencia religiosa, de la iglesia como comunidad, y los cambios que se esperan para el mundo en su totalidad forman parte de un gran paquete que el apóstol Pablo visualizaba como un requisito fundamental para la transformación radical de este mundo lleno de contradicciones, violencia e injusticia. Pablo no se engañaba con respecto a la forma en que el mal se opone a los planes de Dios en la historia, pero su creencia en la reconciliación de todas las cosas en Cristo (Col 1.20) podía más que cualquier pesimismo que lo aquejara, a él que finalmente perdió la vida a manos del Imperio en medio del cual proclamó, como pocos, el mensaje liberador de Jesucristo.
El culto integral (Ro 12.1-2)
“Ofrecer los cuerpos” (Ro 12.1) es una exhortación, explica Karl Barth (al recordar el antecedente de Ro 6.13, 19), en la que “la gracia como fuerza de la resurrección no nos deja más salida que la de obedecer con nuestros ‘miembros’, ‘ponerlos al servicio’ de la protesta divina esgrimida contra nosotros. La reclamación va dirigida directamente al ‘cuerpo’, a los ‘miembros’. Porque el hombre mismo, el visible, el hombre histórico, el único al que conocemos, es precisamente el cuerpo”. La entrega del cuerpo es una necesidad histórica, extremadamente concreta y material, que permitirá comprobar el grado de comprensión de la obra redentora de Dios en todos los órdenes. Y Barth agrega, al referirse a la exigencia ética, basada, nada menos que en “las misericordias de Dios”: “Esta fundamentación y orientación de la tarea ética, su ultramundanidad inalienable, es lo que confiere a esa tarea su seriedad y fuerza. El hombre no tiene posibilidad alguna de retroceder ante ella” (Ídem).
No hay forma de evadir el compromiso ético de renovación ni de relegar al ámbito de las “ideas”, “creencias” o “doctrinas” la aceptación del cambio instaurado por Dios en la vida humana y en el mundo. Somos llamados a una reforma radical de la existencia:
Está excluida, por ejemplo, una obediencia puramente interior, puramente psíquica, puramente ideológica. Porque “interioridad”, “alma”, “mente” es, a la vista de este problema, o (vista desde abajo) una de las funciones superiores del «cuerpo», lo que hace imposible una delimitación seria de las funciones «inferiores» de este cuerpo y su estacionamiento en la desobediencia, o (vista desde arriba) nada menos que el hombre nuevo en Cristo, del que parte precisamente la gran perturbación a la que el hombre viejo definido como ‘cuerpo’ no puede sustraerse (Ídem).
Orar por causa de la gracia
A la gracia se le responde con el cuerpo: el mismo que come, duerme, se cansa, siente hambre… y también ora mediante un ejercicio corporal que puede cansar también como cualquier otra actividad. A los cambios sustanciales de mentalidad, espiritualidad, estructuras y misión les debe acompañar siempre una oración situada, específica, informada que permee profundamente la visión de quienes forman parte del pueblo de Dios en su circunstancia concreta. Cuando “cambiamos de canal” la oración y somos capaces de subirnos al tren de la historia, a la manera de Habacuc, los gigantescos proyectos de Dios pasan a ser nuestros también y toda la existencia se relativiza, o mejor, se coloca en la justa dimensión que Dios quiere. Orar “por la reforma continua de la iglesia”, por ejemplo, no debió ser únicamente la preocupación de quienes encabezaron los movimientos del siglo XVI sino que puede y debe ser una tarea que ahora se asuma, en el lenguaje paulino, con “constancia” (Ro 12.12).
Conclusión
La oración fue objeto de una sólida práctica y de observaciones pertinentes por parte de los reformadores, especialmente Lutero y Calvino, quienes escribieron al respecto: el primero, con el Método sencillo… y el segundo en el El libro de oro de la verdadera vida cristiana, entre otros textos. Las grandes tradiciones protestantes han promovido su práctica como resultado de un sano estudio de las Escrituras y de una reflexión teológica anclada en la revelación divina. La conciencia que tuvieron acerca de la importancia de orar para consolidar los esfuerzos de transformación eclesial alcanzó notables consecuencias que se transmitieron a las generaciones posteriores, pues si bien muchos de los logros de las iglesias se estancaron en algunos aspectos, la espiritualidad nunca perdió su fuerza y eficacia pues la oración siempre tuvo un lugar de preeminencia. Hoy es necesario proseguir en ese camino para que la fe de las personas y de las comunidades mantenga una estabilidad constante que refleje la mejor comunión con Dios.
Sugerencias de lectura
- Karl Barth, Carta a los romanos. A. Martínez de la Pera. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1998.
- Juan Calvino, Comentario a la epístola a los Romanos. Grand Rapids, Subcomisión de Literatura cristiana, 1977. Hay reedición en Libros Desafío.
- Martín Lutero, Método sencillo de oración para un buen amigo (1535), en https://escriturayverdad.cl/wp-content/uploads/ObrasdeMartinLutero/15351537contiene/MetodosencillodeOracionParaunBuenAmigo.pdf.
- Anders Nygren, La epístola a los Romanos. Buenos Aires, Ediciones La Aurora, 1969. Reedición: 2010.
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julio 27, 2025
Romanos 12.1-2, 12 Commentary