Tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y presenten sus miembros a Dios como instrumentos de justicia.
Romanos 6.13, Reina-Valera Contemporánea
Trasfondo bíblico-teológico
La eficacia de la prosa paulina se vuelve a probar con las afirmaciones de Ro 6.12-14, con lo que culmina la importante sección en que plantea la superación del pecado en el cuerpo mortal y la necesidad de convertir los miembros (méle) de las personas como expresión viva del cambio efectivo en la existencia por obra y gracia de la fe en Jesucristo. Todo ello acontece gracias a que ahora toda la vida se ubica y transcurre “en Cristo” (6.11b), es decir, por medio de la persona resucitada del Señor y salvador, lo que la puerta a una superación de la realidad dominante del pecado:
La vinculación del cristiano a Cristo se expresa con ayuda de las preposiciones con Cristo y en Cristo; con Cristo, en nuestra muerte ‘con él’ en la cruz, luego en la vida futura (vv. 6 8, cf. 8.32, 1 Tes 4.17, Fil 1.23). De otra manera, el cristiano vive en Cristo (v. 11) entre el momento de su bautismo y el de la resurrección final. […] La distancia entre estas dos preposiciones en y con sitúa el desarrollo de la vida cristiana entre el con el del bautismo y el con el del último encuentro” (C. Perrot).
El pecado ya no reina (basileuéto) en el cuerpo mortal (v. 12)
Dado que el pecado ha perdido su fuerza debido a las acciones redentores de Dios en su Hijo Jesucristo, se ha desactivado su intensidad para causar daño en la vida de los seguidores del Señor. La actitud de cada creyente, que se encuentra consciente de este conflicto interior, debe ser de moderación y control de esa realidad presente: “Por vivir en un cuerpo mortal, el cristiano sigue expuesto al pecado, solicitado por el deseo (cf. Stg 1.14). Debe dominarlo y someterlo, como dijo Dios a Caín (Gn 4.7)”. Ésta es la parte a la que la doctrina denomina la participación consciente en el proceso de “santificación”, pero esta actitud y la acción que se deriva de ella no constituye una participación “valiente” o “varonil” como si dependiera únicamente de la capacidad de reacción ante el pecado, sino que obedece firmemente a la obra de Espíritu Santo en la vida de cada persona redimida. El o la creyente no actúan a partir de una fortaleza personal sino de la sumisión responsable a lo que el Espíritu quiere hacer continuamente a través de él/ella.
Ésa es la razón por la que, como subraya Pablo, la persona no obedecerá continuamente los malos deseos propiciados por el pecado (jamartía, 12b) ni se someterá a lo que proceda de él, pero debe colaborar con una firme conciencia de que no caerá nuevamente bajo ese dominio pernicioso.
Cuando se afirma que el cristiano es “libre del pecado” resultaría fácil suponer que ahora vive su vida en una esfera exaltada por encima de las circunstancias de la vida común, una esfera en que los pecados y las tentaciones ya no le causan más dificultades. Pero Pablo no incurrió en tan ingenuo idealismo, cosa que resalta con toda claridad en los versículos siguientes. Pablo sabe que el combate continúa y que el cristiano se encuentra siempre en el sector más amenazado del frente, entre las dos potencias en pugna (A. Nygren).
Presentar los miembros como instrumentos de justicia (vv. 13-14)
En los siguientes versículos, la argumentación paulina se centra en los aspectos positivos, pues a la exhortación para no caer en las garras del pecado le sigue la correspondiente a ya no presentar los miembros (esto es, todos los elementos del ser físico e histórico) “como instrumentos de iniquidad” (jópla adikías) o de injusticia (13a), sino que, por el contrario, se debe presentar todo el ser completo “como vivos entre los muertos” (13b), y los “miembros a Dios como instrumentos de justicia” (jopla dikaiosúnes, 13c). Esto significa que, así como se pecaba con gran intensidad, ahora debe vivirse apasionadamente al servicio de la justicia, pues ésta es la gran referencia ética y moral que permite mostrar la nueva forma de vida que se está experimentando.
Pablo muestra en otra forma cuán realista es su modo de ver las condiciones presentes de la vida cristiana. […] Empero esto no lo induce a apartar la vista de la realidad mundana, como si ella no tuviera nada que ver con nuestra vida con Dios. Por el contrario, el combate ha de ser librado precisamente en el mundo, en nuestro cuerpo mortal. Son nuestros “miembros” los que antes estaban al servicio del pecado y podían ser usados por él como armas ‘. de la injusticia (jopla adikías) que ahora han de ser puestos al servicio de Dios como armas de la justicia (jopla dikaiosúnes) (Ídem).
Estar o vivir en Cristo representa ahora la voluntad inequívoca de dedicarse, de tiempo completo, a servir a la justicia con todo lo que se es, lo que se piensa y lo que se hace, es decir, con todas las fuerzas vitales a nuestro alcance. Las dimensiones del sometimiento al pecado y la injusticia deberán ser igualadas y superadas por la disposición para hacer el bien, pues tal como lo expresó Martin Luther King Jr. en una frase célebre: “La última tragedia no es la opresión y crueldad por parte de la gente mala sino el silencio de la gente buena”. Y la otra, menos conocida: “Aquel que pasivamente acepta el mal está más implicado en él, tanto que lo ayuda a perpetrarse. Aquel que acepta el mal sin protestar contra él está en realidad cooperando con él”.
Conclusión
“El pecado ya no tendrá poder sobre ustedes, pues ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (v. 14). La primacía, el triunfo de la gracia es la gran conclusión de esta sección de la argumentación paulina, siempre acuciosa y pertinente al momento de afrontar los grandes asuntos y derivaciones de la salvación. “Pablo expresa esta tensión con la imagen más fuerte que tiene a mano y que sabe que va a impactar a sus lectores: la imagen de la esclavitud —es probable que muchos cristianos de Roma fueran realmente esclavos—. Dos esclavitudes se presentan al cristiano como opción de vida: la esclavitud al pecado o la esclavitud a Cristo. El pecado conduce a sus esclavos a la muerte. Por el contrario, la ‘obediencia’ a Cristo —ya no habla de esclavitud— conduce a la salvación y por ella a la vida” (Biblia de Nuestro Pueblo). Esta “nueva servidumbre” es, en realidad, la verdadera libertad.
Estas palabras, alentadoras para el cristiano, permanentemente empeñado en la lucha contra el pecado, significan a la vez la respuesta definitiva a la pregunta con que se inició este capítulo: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?”. Esta era la objeción que el legalismo le hada a Pablo. Al oír lo que éste decía de la gracia, sólo podía concebirla como indulgencia con respecto al pecado. Ahora Pablo ha llegado a su respuesta: la ley liga al hombre al pecado, pero la gracia lo hace “libre del pecado” (A. Nygren).
Sugerencias de lectura
- Martin Luther King Jr., Stride toward freedom. The Montgomery story. 2a Nueva York, Ballantine Books, 1961.
- Anders Nygren, La epístola a los Romanos. Buenos Aires, La Aurora, 1969.
- Charles Perrot, La carta a los Romanos. Estella, Verbo Divino, 1989 (Cuadernos bíblicos, 65).
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abril 21, 2024
Romanos 6.12-14 Commentary