Todos ellos te están esperando
para tener la comida a su tiempo.
Tú se la das y ellos la atrapan,
abres tu mano, los sacias de bienes.
Pero si ocultas tu rostro se aterran,
si les quitas el aliento agonizan
y regresan al polvo.
Les envías tu aliento y los creas,
renuevas la faz de la tierra.
Salmo 104.27-30, La Palabra (Latinoamérica)
Trasfondo bíblico
El salmo 104 es una de las celebraciones más notables, en la poesía bíblica, de Dios como creador, origen y sustentador de la vida. Su capacidad lírica, el aliento con que está escrito y la forma en que resume las líneas dominantes de las creencias hebreas sobre la creación, lo colocan lado a lado con el Génesis en cuanto a su valor expresivo sobre la doctrina de la creación. El experto alemán Gerhard von Rad escribió: “El credo cultual primitivo no contenía nada sobre la creación. Israel descubrió la justa relación teológica entre ambas tradiciones [creación e intervenciones de Dios en la historia], cuando aprendió a considerar la creación en el contexto teológico de la historia salvífica”. Con trazos ágiles y versos que gráficamente exponen las grandezas de la labor creadora de Dios, el salmo celebra la presencia de la vida tal como ha brotado de la mano divina y como ésta se encarga de mantenerla. Más de 70 versos y ocho secciones componen este formidable cántico al poder creador y sustentador de Dios que se despliega como un abanico de observaciones minuciosas en diversos ámbitos naturales.
Un salmo que afirma la fe en la creación divina
Como todo buen poema, en este caso extenso y anónimo, exige valorar equilibradamente su expresión y su contenido.
Los varios elementos constitutivos del cosmos son enumerados: cielo (v. 2-4), tierra (v. 5-9), dinámica de la vida en la tierra (v. 10-18), luna y sol (v. 19-23), mar (v. 24-26). El tema apoteósico del salmo es la afirmación detallada de que este Dios Yahveh es el dador y sostenedor de la vida. El Espíritu (ruah) de Yahveh es entendido como el principio vital de todo el cosmos. “Envías tu Espíritu y ellos son creados y así renuevas la faz de la tierra (v. 30). Esa dimensión primordial de fuerza creadora de Yahveh es celebrada con toda la carga poética. Pero, los autores también tienen conciencia del “elemento terrorífico” de este Dios. “Si escondes la cara, ellos se aterran, si retiras tu espíritu ellos mueren y vuelven a ser polvo” (v. 29 – Cf. v. 32). (Haroldo Reimer)
La primera sección (vv. 1-4) introduce el cántico en la esfera de la cosmovisión religiosa de Israel: “¡Bendice, alma mía, al Señor!/ Señor, Dios mío, qué grande eres;/ de gloria y majestad te vistes./ Como un manto te envuelve la luz,/ como un tapiz extiendes el cielo./ Alzas tus aposentos sobre las aguas,/ haces de las nubes tu carroza,/ en alas del viento caminas;/ a los vientos haces mensajeros tuyos,/ a las llamas ardientes, tus servidores”. La manera en que se entendía el cosmos es el marco para ubicar a Dios como un ser rodeado de luz y de magnificencia. Es un rey al estilo humano, pero su superioridad se manifiesta en las cosas que hace con las fuerzas naturales.
La segunda (5-9) ofrece detalles sobre cómo la conciencia cósmica de Israel imaginaba la forma en que Dios había diseñado y construido la tierra. No debe olvidarse que se le creía plana y rodeada de abismos de agua: “Afirmaste la tierra sobre sus cimientos/ y nunca jamás podrá derrumbarse./ Como vestido le pusiste el océano,/ hasta los montes se alzaban las aguas;/ ante tu grito amenazante huían,/ ante tu voz tronante escapaban;/ subían a los montes, por los valles bajaban/ hasta el lugar que tú mismo les fijaste./ Les fijaste una frontera que no cruzarán/ y no volverán a cubrir la tierra”. La capacidad sustentadora de Dios que se fundamenta en la fuerza de su palabra y la afirmación de límites que no debían rebasarse, también aparece con claridad.
Las bondades de la creación de Dios
La tercera sección (10-13) manifiesta la manera en que se percibía la presencia del agua por todas partes, para bien y para mal, como razón de ser de la vida, aunque no se tuviera certeza “científica” sobre ello: “Tú conviertes a los manantiales en ríos/ que serpentean entre montañas,/ proporcionan bebida a las bestias del campo/ y apagan la sed de los asnos salvajes;/ en sus orillas moran las aves del cielo/ que entre las ramas andan trinando./ Desde tus aposentos riegas los montes,/ se sacia la tierra del fruto de tus obras”. Los últimos versos hacen ver a Yahvé como un surtidor inagotable de las aguas de los abismos superiores. Las obras de Dios son eminentemente naturales, sin alusión explícita a sus acciones en la historia.
La cuarta sección (14-18) se inserta ya en el ámbito del trabajo ganadero y agrícola, pues ubica a la humanidad como un conjunto de seres que laboraban con la autorización divina y ejercieron una serie de transformaciones sobre la naturaleza. “Tú haces brotar la hierba para el ganado,/ y las plantas que cultiva el ser humano/ para sacar el pan de la tierra;/ y también el vino que alegra a los humanos,/ dando a su rostro más brillo que el aceite,/ junto con el alimento que los reconforta./ […] En ellos las aves ponen sus nidos/ mientras la cigüeña lo pone en los cipreses;/ los altos montes son de los ciervos,/ las rocas, refugio de los tejones”. La observación del comportamiento de las aves permite interpretar la variedad biológica como un espacio de revelación continua de los actos creadores y recreadores de Dios.
La quinta (19-23) se detiene a hablar de las luminarias como “marcadores cronológicos” de los ciclos vitales, así como el papel de la luz y la oscuridad en la existencia de la creación y de cómo hasta los animales más fieros se encuentran inmersos en esos ciclos. “Para marcar los tiempos hiciste la luna/ y el sol que sabe cuándo ocultarse./ Dispones la oscuridad y cae la noche:/ bullen en ella los seres del bosque,/ rugen los leones ante la presa/ y piden a Dios su alimento. […] ”. Las criaturas se relacionan con Dios según su propio lenguaje y la humanidad también depende de la continuidad periodificada por los astros. El trabajo humano es visto como un acto cíclico también, pero sujeto al ritmo impuesto por Dios.
La sabiduría de Dios en todo lo creado
La sexta parte (24-26) celebra nuevamente todo este conjunto de acciones creadoras como muestra de la sabiduría divina. Tierra y mar son objeto de su observación: variedad y anchura, pequeñas y grandes dimensiones, la labor comercial en los mares, sin olvidar el componente tradicional simbolizado en el Leviatán, enorme animal mitológico que simboliza el asombro ante las ballenas y otros habitantes del mar, cuya presencia causaba furor y pánico en la mente de quienes los veían.
La séptima (27-30) es una reflexión sobre la dependencia de todas las criaturas hacia su creador. Esperar en él para sobrevivir y ser saciados. El hambre y la muerte son enemigos de Dios, quien renueva continuamente todo lo que ha brotado de sus manos. “Todos ellos te están esperando/ para tener la comida a su tiempo./ Tú se la das y ellos la atrapan,/ abres tu mano, los sacias de bienes./ Pero si ocultas tu rostro se aterran,/ si les quitas el aliento agonizan/ y regresan al polvo./ Les envías tu aliento y los creas,/ renuevas la faz de la tierra”.
La octava y última parte (31-35) es un cierre digno de tamaña celebración. La tierra es objeto del amor divino y debido a tan grandes acciones el poeta celebra al gran autor de la vida en todas sus manifestaciones: “Que la gloria del Señor sea eterna,/ que el Señor se goce en sus obras./ Él mira la tierra y ella tiembla,/ toca las montañas y echan humo./ Mientras viva cantaré al Señor,/ alabaré al Señor mientras exista. […]”. El final del salmo no olvida los conflictos humanos reales:
En el salmo 104, la vida de la creación está pensada en términos de una grandiosa e incesante transformación de energías. […] Sin embargo, no está desconectado de la realidad histórica; el versículo final (v. 35) recuerda la existencia de los impíos y con ello sitúa el pensamiento ecológico en medio de las contradicciones históricas de la existencia conflictiva entre los pobres (justos) y los opresores (impíos), celebradas en otras partes del salterio y entendida bajo el dominio de Yahveh como Dios creador y liberador. (Ídem.)
Conclusión
Por todo ello, este salmo como otros buscan reconciliar a la humanidad creyente con su creador y con todas las demás criaturas, todos dominados por la certeza de que Dios es el origen y sustentador de la vida. En tiempos difíciles en los que la vida debe ser reivindicada de todas las formas posibles, este salmo aporta una visión gozosa y comprometida con la creación de Dios, que es la manifestación suprema de su poder y de su amor. Cada ser creado, procedente de la mano del Señor es una muestra firme de su empeño constante en transmitir su vida y compartirla con cada criatura. Afirmemos la vida también, con pasión y ánimo ferviente a fin de que se perciba suficientemente que el Evangelio de Jesucristo es, sobre todas las cosas, un anuncio de vida que abarca todos los aspectos de la existencia.
Sugerencias de lectura
- Haroldo Reimer, “Espiritualidad ecológica en los Salmos”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 45, 2003/2, pp. 106-117, centrobiblicoquito.org/images/ribla/45.pdf.
- Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento. I. Teología de las tradiciones históricas de Israel. 5ª ed. Salamanca, Sígueme, 1982 (Biblioteca de estudios bíblicos, 11).
- Gianfranco Ravasi, Una comunidad lee los Salmos. Bogotá, San Pablo, 2011.
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noviembre 15, 2020
Salmo 104 Commentary