Que sea el rey como la lluvia que cae sobre la hierba,
y como el rocío que empapa la tierra
Salmo 72.6, Reina-Valera Contemporánea
A veces lo posible solamente se alcanza apuntando a lo imposible. Pero los hebreos eran incapaces de alcanzar este ideal [la sociedad gobernada por la voluntad de Yahvé] por medios políticos; y ésta puede ser la lección permanente de la historia de los reyes hebreos. Y éste es el fruto que permanece de su experiencia: que no hay ningún sistema, ningún legado, ninguna organización que asegure la realización de la voluntad de Dios en la sociedad. Si el reino de Dios tuviera que identificarse con alguna sociedad puramente terrestre, con algún gobierno o ley humana, no sería el reino de Dios.
J.L. McKENZIE
Trasfondo bíblico-teológico
Nada más lejano al Antiguo Testamento (o Biblia hebrea) que una teoría política. La estatua de diversos materiales que aparece en el libro de Daniel, una metáfora totalizante de la sucesión de hegemonías puede servir como punto de partida y llegada para comprender la perspectiva del AT sobre la cuestión política: una imagen simbólica que abarca varias épocas y juzga el comportamiento político de los poderosos. Además, no debe olvidarse que cualquier visión sobre las relaciones de poder en la Biblia hebrea estará marcada siempre por el revisionismo histórico-teológico llevado a cabo durante el exilio babilónico, época en la cual el periodo monárquico (entendido como un auténtico fracaso del pueblo) fue idealizado mediante el mesianismo ligado a la figura y la dinastía de David. Tampoco deben soslayarse las relaciones de poder y sometimiento que en los diversos periodos de la historia del antiguo Israel mantuvieron los diversos sectores. Así, se explica el desarrollo de la sociedad y el surgimiento, consolidación y crisis de la monarquía en un marco socioeconómico. Mediante una serie de esquemas, Jorge Pixley explica la conducta de las tribus y su adaptación a las diferentes formas de organización que tuvo el pueblo: patriarcas, jueces, reyes y líderes carismáticos, al lado del surgimiento de otras instancias o actores que incidieron en el destino del pueblo.
La Ley: la conciencia comunitaria del origen divino del poder
Un elemento común es la teocracia de origen tribal, caracterizada por la centralización del poder en la figura tradicional y carismática del patriarca. Este postulado se cumple a contracorriente de los pueblos vecinos de Israel, pues se impuso mediante un proceso de desmitificación, primero, de las fuerzas naturales (tal como aparece en los relatos cosmogónicos), y después, de la lucha contra la deificación de los poderes humanos. Como parte de esta concepción, aparece la realidad del pueblo que se remite a una divinidad que está muy por encima de los poderes terrenales y es su origen también. Además, esta imagen del Dios creador (omnipotente y soberano sobre el cosmos) fue precedida por el triunfo de Yahvé sobre el Faraón egipcio (poder humano deificado) como dios tribal que libera a su pueblo e instala en la historia una nueva forma de convivencia social.
La ley que procede de esa gesta liberadora impone un orden vital cuyo origen es la misma fuente de poder que se instala de manera representativa (y hereditaria, al menos en lo concerniente a los aspectos rituales), aun cuando Moisés, el primer líder del pueblo, es sustituido, a su muerte, por alguien ajeno a su familia. La figura del legislador y, posteriormente, del dirigente político-militar (Josué) se hallaba sometida completamente a la fidelidad al proyecto subversivo del Dios liberador. El pueblo concentró sus esperanzas en la figura de dirigentes fuertemente apegados a la voluntad del Dios revelado en las acciones liberadoras.
Un episodio puso en entredicho este proceso en el seno mismo de la familia de Moisés: la inconformidad y ambición de sus propios hermanos que intentaron cuestionar la legitimidad del gobernante escogido y acceder al poder. Otro más muestra cómo el concepto que se tenía sobre el poder permitió que éste circulara horizontalmente: Moisés, siguiendo el consejo de su suegro, delega autoridad en un grupo de representantes suyos que resolvieron problemas comunitarios específicos. El tránsito de esta figura a la de los jueces fue bastante natural, pues su incidencia efectiva en la vida del pueblo, además de ser transitoria, concentraba en una sola persona el poder político, militar y espiritual (J. Pixley).
Los profetas anteriores (libros históricos): la política contradictoria in situ
No es casual que los antiguos israelitas denominaran como proféticos los documentos calificados más recientemente como libros históricos, esto es, como testimonios de la intervención divina a través de revelaciones dirigidas específicamente a personas portadoras de carisma (de espíritu) para influir de manera crítica, pero determinante, en el rumbo que debía tomar el pueblo, partiendo de su mentalidad religiosa. Los avatares cotidianos fueron proyectados a niveles de interpretación adonde la lucidez del análisis teológico que expone los sucesos manifiesta intuiciones sociopolíticas profundas. Es el caso, por ejemplo, de la espiral de violencia desatada en la época de los Jueces, tal como lo manifiesta el libro del mismo nombre en los capítulos 19-21.
Samuel, quien simultáneamente fue juez y profeta (o el último juez y primer profeta), encarnó de manera paradigmática el tránsito ideológico y cultural del pueblo hasta experimentar la “necesidad” de tener un monarca a la manera de los pueblos vecinos. Las ironías que pueden leerse al respecto en el libro de los Jueces, así como la realista descripción del conflicto creado por la solicitud comunitaria, constituyen un complejo narrativo y teológico que afirma tajantemente el rechazo de que es objeto Yahvé como gobernante de Israel (M. Schwantes). En este sentido, debe rescatarse lo que podría definirse como la veta anarquista de dichos textos, pues, como explica Jacques Ellul: “Esta historia [de la monarquía] […] merecería contarse porque muestra a qué grado, incluso para los ‘grandes’ reyes, las narraciones bíblicas son severas y precisamente severas en la medida en que los reyes representan para la época el equivalente de un Estado: ejército, finanzas, administración, centralización, etcétera”.
Los profetas posteriores (profecía clásica): la preeminencia de la política
Según Walter Brueggemann, la conciencia monárquica, especialmente de la forma en que se experimentó en la época del rey Salomón, entró en profunda contradicción con el proyecto iniciado por Yahvé en la historia del éxodo de Egipto, porque “significó el progresivo abandono de la radicalidad del sueño mosaico”. Ante esta situación, la llamada profecía clásica surgió como un contrapeso al poder monárquico, pues el profeta tuvo como función básica reavivar las posibilidades de implantación de la comunidad alternativa planteada como consecuencia del éxodo.
De modo que la participación de los profetas en la vida política no se explica por el deseo de ser protagonistas directos de la historia sino, principalmente, por restablecer el horizonte utópico acorde con el proyecto divino que tendía a ser olvidado y suplantado por las iniciativas monárquicas. Este sistema de gobierno produjo cada vez mayor insatisfacción en los diversos profetas, al grado de que el cuestionamiento del régimen se volvió una constante y comenzó a anunciarse su fin. Los textos dan fe del conflicto entre reyes y profetas, pues como apunta también Ellul:
Nunca, ningún profeta llegó en ayuda del rey; nunca fueron sus consejeros ni se “integraron”. El profeta constituye, en suma, lo que en términos modernos llamaríamos un “contrapoder”. Ese “contrapoder” no representa al pueblo en sí mismo sino a Dios. Incluso los reyes idólatras tenían mucha dificultad para deshacerse de semejante representante de un Dios en el que el pueblo creía todavía. Los profetas anunciaban sin cesar: “El rey se equivoca, lleva a cabo tal política y he aquí las consecuencias que se podían esperar. Esas consecuencias hay que considerarlas como un juicio de Dios”.
Además, los profetas tomaron partido ante situaciones convulsas como la inevitable división del reino, situación ante la cual los textos históricos permiten apreciar las dos perspectivas: la oficialista y la de oposición. Cuando el reino finalmente se divide, también se producen dos perspectivas, la de cada reino, y ambas tienen cabida en los textos. Ante esas nuevas coyunturas, la visión profética nunca dejó de ser contestataria (J.L. Mckenzie). Isaías, a su vez, fue un analista de política internacional de altura, mientras que Miqueas lanzó una feroz diatriba contra la explotación de las aldeas por parte de las ciudades.
El salmo 72: un abordaje sapiencial y poético de la figura del gobernante ideal
El salmo 72 es un poema sapiencial referido a la figura del rey ideal. Tiene la forma de una plegaria que solicita justicia permanente para el ejercicio del poder: ésa es la palabra clave desde la introducción. La segunda parte se dirige en segunda persona al rey y expresa el deseo de que su dominio perdure. La tercera incluye un panorama geográfico sobre la expansión del reino y apunta hacia el reconocimiento y servicio de las demás naciones. La siguiente subraya la intervención del rey a favor de los pobres mediante la lucha institucional contra el engaño y la violencia, y concluye con una afirmación que bien vale la pena citar: “Y la sangre de ellos [del pobre y el necesitado] será preciosas ante sus ojos” (v. 14b). Esta observación tan diáfana lleva a su culminación, en un estadio bien determinado de la historia de pueblo, el concepto de gobernante derivado de la necesidad imperiosa de rebasar las prácticas autoritarias de los pueblos circundantes, algo que, desgraciadamente no se cumplió en muchos episodios. Finalmente, se anticipan las glorias futuras de un monarca que actúe según la voluntad divina.
Sugerencias de lectura
- Walter Brueggemann, La imaginación profética. Santander, Sal Terrae, 1986 (Presencia teológica, 28).
- Jacques Ellul, The Politics of God and the Politics of Man, en newhumanityinstitute.org/pdf-articles/Jacques_Ellul-Politics-of-God-&-Politics-of-Man.pdf.
- L. McKenzie, Espíritu y mundo del Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino, 1966.
- Jorge Pixley, Historia de Israel desde la perspectiva de los pobres. México, Palabra Ediciones, 1989.
- Milton Schwantes, “Formación de la monarquía”, en M. Schwantes y C. Mesters, La fuerza de Yahvé actúa en la historia. México, Ediciones Dabar, 1992.
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mayo 12, 2024
Salmo 72.1-11 Commentary