mayo 19, 2024

Salmo 72.12-19 Commentary

Que salve el rey al pobre que le pida ayuda,
y al afligido que no tenga quien le socorra.

Salmo 72.12, Reina-Valera Contenporánea

Trasfondo bíblico-teológico

Cuando el teólogo y jurista francés Jacques Ellul (1912-1994) estudió el segundo libro de Reyes lo calificó de la siguiente manera: “[Este libro] es probablemente el más político de los libros de la Biblia. Porque su referencia es el Israel constituido genuinamente como un poder político y cumpliendo un papel en el concierto de los imperios. Además, se refiere también a una época de crisis, pero sobre todo, podemos ver a la política en acción y no sólo como un principio”. Porque, en efecto, al momento de referirse a la política en acto, las Escrituras presentan las opciones posibles para el desarrollo de la vida social, así como la manera en que quienes gobiernan las aplican o descartan según convenían a sus intereses.

La literatura sapiencial: la sublimación del ideal monárquico

El Eclesiastés, como han demostrado Ellul, Walter Brueggemann y Elsa Tamez, manifiesta un profundo desengaño por la época que refleja, caracterizada por el abandono de las esperanzas. Brueggemann escribe al respecto: “Creo que el talante de hastío, saciedad, aburrimiento y vanidad que se refleja en dicha literatura responde a la situación salomónica. En la medida en que refleja una situación de alineación, el Eclesiastés está probablemente hablando de una situación parecida a la salomónica”. Ellul, a su vez, señala la cínica crítica política que lleva a cabo el libro, pues el propio Salomón (alter ego del autor) dice que el poder es “vanidad y persigue viento” y discierne el mal que vendrá más tarde: la burocracia, además de que retoma con virulencia el proceso contra cualquier forma de dominio y observa que el poder político tiene espías por todas partes.

La apocalíptica: el desengaño político impenitente

Estricta contemporánea de la literatura sapiencial, la apocalíptica muestra cómo, simultáneamente al sentimiento de hastío y “horizontes cerrados” (Tamez) la alternativa de la resistencia no desapareció. Al contrario, al ser testigos del derrumbe de la monarquía y de la anomia en que se sumió Israel luego del exilio babilónico, los esfuerzos épicos de reconstrucción no satisficieron a porciones de la población que dejaron de creer en la política como vía para relanzar el proyecto original surgido del éxodo. Ahora, lo único que les quedaba era la posibilidad de proyectar e imaginar, mediante símbolos escatológicos, la intervención definitiva de Dios para “corregir” el rumbo de la historia. De esta manera, los documentos apocalípticos no constituyen un abandono o rendición de la fe ante los hechos consumados, pues más bien representan el esfuerzo de la fe para resistir en la esfera que el realismo de la política no había sometido aún.

Se trataba de resistir desde una espiritualidad simbólica que fue capaz de generar todo un imaginario en el que Yahvé derrotaba definitivamente a sus adversarios. El pequeño rebaño o remanente fiel se refugió en la fe que encontraba e interpretaba los nuevos sucesos históricos como signos de una intervención cataclísmica que no tardaría en ocurrir. El desencanto político no les quitó la esperanza, al contrario, ante coyunturas políticas inéditas (sustitución de una dictadura pagana por otra judía, bandas de guerrilleros violentos, conflictos entre nuevos dirigentes, etcétera), se anunció el fin del mundo al mismo tiempo que la venida de un Mesías que pondría orden y restablecería el reinado de Dios. Así concluye Ellul: “Las dos corrientes [la violenta y la pacífica] negaban cualquier valor al Estado, a la autoridad política y a su organización”. En este ambiente fue que apareció Yehoshua ben José, un profeta apocalíptico campesino de Galilea.

Jesús de Nazaret: ¿un anarquista al servicio del Reino de Dios?

Jesús y Herodes representaron dos formas y fuentes de poder que se contrapusieron radicalmente; de ahí la manera tan despectiva en que Jesús se refirió a él (Lucas 13.31-35). “No es que Jesús fuera enemigo del poder, sino que lo despreció y le negó cualquier autoridad. Cualquiera que fuera ese poder, lo cuestionó radicalmente sin emplear medios violentos para destruirlo” (J. Ellul). A Pilato se lo dijo cara a cara al cuestionar la fuente de su poder en su encuentro previo a la crucifixión (Juan 18.33-38; 19.9-11). Para Jesús, Pilato no fue más que un testaferro de un imperio criminal y cínico. El silencio acusador contra el poder romano en la historia de la Pasión es profundamente profético y denuncia la cadena de injusticias que llevaron a Jesús al madero de tortura y muerte.

Jesús superó la tentación máxima, la de ejercer el poder, ante Satanás mismo. No sucumbió ante la posibilidad de librarse del conflicto y llevar a cabo la salvación por decreto. Por ello es válido preguntarse si Jesús separó las esferas política y religiosa en su famosa máxima (“A Dios lo que es de Dios…”) o si más bien relativizó el uso terrenal y transitorio del poder humano. Eso lo acercó, como plantea Ellul de manera inquietante, a lo que hoy se entiende por anarquismo, pero un anarquismo ligado a la esperanza y la promoción de la venida del Reino de Dios, el criterio de criterios para la vida plena y la óptima convivencia humana.

El salmo 72: la necesidad de ser un gobernante justo y empático hacia los débiles

Una relectura profunda del Salmo 72 desde la clave de la política contemporánea inevitablemente se encamina hacia una reconstrucción de las imágenes de quienes ejercen el poder temporal. Dado que ahora el poder político no se hereda ni se transfiere automáticamente, todo acercamiento a la práctica del gobierno humano atraviesa por nuevos caminos de análisis. La preocupación que manifiesta el Salmo por la forma en que el gobernante actúa con los más débiles es la pauta para valorar si esa persona es justa o no. Como explica Hans-Joachim Kraus: “Pero el rey no aparece solamente como quien ayuda a alguien a que obtenga sus derechos, sino que es presentado incluso como salvador. Se hace cargo de funciones que, en otras partes del Salterio, vemos que son ejercidas únicamente por Yahvé mismo. Como el ‘brazo extendido’ de Dios, el rey interviene y es el salvador del ‘humilde y de quien no tiene ayuda’”. Esta imagen es la que debe predominar a la hora de hacer balances sobre el comportamiento de quienes ostentan el poder, especialmente en estos tiempos tan ambiguos.

Sugerencias de lectura

  • Walter Brueggemann, La imaginación profética. Santander, Sal Terrae, 1986 (Presencia teológica, 28).
  • Jacques Ellul, The Politics of God and the Politics of Man, en org/pdf-articles/Jacques_Ellul-Politics-of-God-&-Politics-of-Man.pdf.
  • Jacques Ellul, Anarquía y cristianismo. México, Jus, 2005.
  • Adolfo Ham, Historia y poder. Comentario sobre el libro de los Reyes. Quito-Matanzas, Seminario Evangélico de Teología, 1999.
  • Hans-Joachim Kraus, Los Salmos. II. 60-150. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1995.
  • Elsa Tamez, Cuando los horizontes se cierran: relectura del libro de Eclesiastés o Qohélet. San José, Departamento Ecuménico de Investigaciones, 1998.

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